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Economía inclusiva para la gente del barrio
Las visiones más pesimistas de la globalización dicen que los Estados han visto tan erosionado su poder que ya no pueden hacer prácticamente nada para incidir en la economía y combatir las desigualdades. Quizás los Estados no acaban de salir del quiero y no puedo, pero mientras piensan qué hacer, las ciudades ya muestran que el margen sí existe, a pesar de disponer de muchos menos recursos: la red de experiencias en el Reino Unido agrupadas en torno al concepto Community Wealth Building, que promueve una “economía inclusiva” que beneficie de verdad a los barrios y su gente, está demostrando que las políticas públicas tienen todavía un gran impacto, incluso en épocas de austeridad.
Entre sus promotores destaca Neil McInroy, director del Center for Local Economic Strategies (CLES), con sede en Manchester y uno de los artífices del enfoque Community Wealth Building. El CLES no es un típico think-tank, que se limita a reflexionar, sino que, como recuerda Oriol Estela, coordinador de la cátedra de Desarrollo Local de la UPF, es un think-and-do (pensar y hacer), “que trabaja con entes locales para hacer políticas a medio y largo plazo”.
En 2018 el CLES puso en marcha el primer encuentro de municipios británicos que apuestan por este enfoque, que tiene como prioridad remover todas las palancas posibles para luchar contra la pobreza y la gentrificación (la expulsión de los vecinos hacia la periferia por no poder asumir los crecientes costes de la vida cotidiana) con un modelo económico que ayude a la gente de los barrios a vivir mejor.
Para ello es básico replantearse el punto de partida, subraya McInroy, y poner en el centro el concepto de “economía inclusiva” en vez del crecimiento estricto. “El planteamiento clásico basado en el crecimiento dice: crezcamos y el resto ya vendrá. Pero no viene nunca: cada vez la riqueza está en menos manos. Queremos rehacer el contrato social y que la economía misma funcione para ser inclusiva”, subraya.
Según sea la mirada que se adopta (crecimiento clásico o economía inclusiva), todo se ve diferente: una inversión multimillonaria de una gran multinacional en un barrio puede ser una gran noticia para los que dan prioridad solo al crecimiento, pero en cambio pone en alerta a los defensores de la economía inclusiva en la medida que las consecuencias pueden acabar siendo letales para los habitantes del barrio si provoca un aumento automático de los precios de la vivienda y de los locales, y si con ello se resiente el tejido comercial y productivo. En este caso, la tan anhelada inversión terminaría simplemente propulsando la gentrificación, con los vecinos forzados a hacer las maletas. Conseguir alinear, a través de la intervención pública, las inversiones y el negocio con la economía inclusiva en beneficio de la gente que vive en los barrios es, por tanto, el gran reto de este enfoque de Community Wealth Building que promueve el CLES, que ha tenido ya algunos éxitos en el Reino Unido.
“Algunas multinacionales ya empiezan a entender esta lógica”, explica Asima Shaikh, consejera de Economía (inclusiva) del distrito londinense de Islington, de 233.000 habitantes, uno de los barrios más afectados por la gentrificación y las desigualdades y pionera en este modelo. Y añade: “Cuando empezamos las conversaciones con alguna multinacional interesada en invertir en el barrio siempre le pedimos qué hará para que su inversión sea inclusiva y es a partir de aquí que vamos avanzando”.
Planificación
Para el capital, Islington ya no es llegar y besar el santo: hay una planificación estratégica pública dentro de la cual se deberá amoldar la nueva inversión. Y este marco que se ha ido creando progresivamente en el distrito no tiene como prioridad el crecimiento per se, sino la economía inclusiva en beneficio de la comunidad. Incluye, por ejemplo, la reserva de suelo y locales para negocios en el barrio, la promoción de un salario mínimo a las empresas que contraten con la Administración, la creación de una compañía eléctrica municipal y la reserva de hasta el 50% de vivienda social en las promociones inmobiliarias.
“Habría que ir educando al capital para que se acostumbre a encontrar condiciones similares cuando quiere invertir, ya sea en Londres, en Nueva York o en Barcelona”, insiste McInroy. El economista que dirige el CLES detalla los cinco ejes rectores que definen este modelo de Community Wealth Building de economía inclusiva, que busca conseguir que la riqueza que se genera a nivel local “tenga el máximo impacto posible en el mismo territorio”.
El primero es fomentar la pluralidad en las formas de propiedad empresarial, con impulso a la economía social y las pequeñas y medianas empresas (pymes) arraigadas en el barrio. En segundo lugar, desarrollar herramientas financieras específicas para apoyar las iniciativas locales (banca local, cooperativa, mutuas), un reto todavía “mayúsculo”, según admite McInroy. Tres: orientar las políticas laborales en beneficio de las comunidades, con salarios dignos respetuosos con el salario mínimo londinense, que legalmente no es de cumplimiento obligatorio. La cuarta pata del modelo es dar un uso socialmente productivo al suelo y a la propiedad inmobiliaria, insertándola dentro de la planificación global (creación de espacios para emprendedores, reserva de protección oficial dentro de cada promoción, etc.) y no viéndola solo como un activo financiero en manos de unos pocos, que, a menudo, además, no tienen ninguna relación con el barrio. Y finalmente, buscar el máximo impacto local y social de las compras y las licitaciones públicas, fijando condiciones que sean coherentes con este modelo global de actuación.
“Las instituciones públicas somos también un agente económico: compramos cosas, ofrecemos puestos de trabajo, invertimos dinero, tenemos propiedades... Debemos aprovecharlo para impulsar la economía inclusiva”, recalca Shaikh.
Manchester, con 530.000 habitantes, es una de las grandes ciudades inglesas que mejor ejemplifica el poder de la contratación pública con criterios de Community Wealth Building, con el Ayuntamiento desempeñando a conciencia el papel de actor económico que tiene en cuenta no solo el crecimiento, sino el refuerzo a la comunidad: en la última década, las compras a proveedores locales a cargo del presupuesto municipal han pasado de representar el 51% del total al 71%, una dinámica que se calcula ha generado más de 1.300 puestos de trabajo de calidad: el 79% de los proveedores del Ayuntamiento pagan por encima de las recomendaciones de la National Living Wage Foundation.
Otra de las ciudades de referencia de este enfoque es Preston (225.000 habitantes, también en el noreste de Inglaterra), feudo del Partido Laborista. En solo cuatro ejercicios, el gasto municipal dirigido a la misma comarca, Lancashire, ha pasado de suponer el 39% del total al 80% con unos efectos muy importantes para el conjunto de la comunidad: ahora hay 4.000 personas más cobrando por encima del salario mínimo, la ciudad ha ganado 14 posiciones en el índice nacional de movilidad social y ha podido abandonar la lista de áreas más deprimidas del país. La economía inclusiva y el Community Wealth Building no son ya solo sugerentes conceptos teóricos ideados en un think-tank. Empiezan a existir. Y hasta parece que funcionan.
[Este artículo forma parte del dossierNuevas Economías Locales, publicado en el número 76 de la revista Alternativas Económicas con la colaboración de la Cátedra Barcelona-UPF de Política Económica Local. Su contenido lo ha decidido la redacción de Alternativas Económicas, que lo ha elaborado de acuerdo con sus principios periodísticos. Todos los artículos son responsabilidad de la revista. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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