Del “cautivo y desarmado” al homenaje universitario al exilio republicano
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. El Generalísimo, Franco. Burgos, 1 de abril de 1939.
Así firmó Francisco Franco, luego dictador durante cuatro décadas, el último parte de la guerra civil española. En apenas tres años, el alzamiento militar fascista causó un enfrentamiento bélico desproporcionado, cainita, bañado de sangre. El mismo mes que trajo la Segunda República, abril, terminó el enfrentamiento pero no la crueldad que el destino deparaba para los vencidos. Otra guerra que iba del miedo cotidiano a calles que eran las mismas y no lo eran, al destierro y la necesidad vital de traspasar la frontera.
Cuando se cumplen 75 años, las universidades de Huelva y Sevilla han celebrado sendas jornadas organizadas por el Centro de Estudios Andaluces (CEA), en consonancia con la publicación del último número de la revista Andalucía en la Historia (AH), que lleva el exilio republicano en su tema central. La fecha elegida en el homenaje sevillano, el 28 de marzo, atrapó además varios significados. Ese mismo día de 1939 partía el Stanbrook, último barco que zarpó de España transportando a miles de deportados que huían de la represión. Y tres años después, fallece en la enfermería del Reformatorio de Adultos de Alicante, con sólo 31 años de edad, el poeta Miguel Hernández.
“Aquellos profesores que perdimos”
En la Universidad de Huelva (UH), el Homenaje a los exiliados republicanos andaluces en el 75 aniversario de su éxodo trató desde el Salón de Grados de la facultad de Humanidades “el empobrecimiento y la pérdida que supuso la salida de millares de profesionales cuya dedicación y trabajo de décadas contribuyeron a modernizar y democratizar la sociedad, la escuela y el sistema político de Andalucía”, indican desde la organización. Participaron el decano de la facultad onubense, Juan Manuel Campos, el director del departamento de Historia de la UH, Cristóbal García, la catedrática de Historia Contemporánea de la UH, Encarnación Lemus, la profesora titular de la Universidad de Sevilla (US), Inmaculada Cordero o el director de la revista AH, Manuel Peña.
Por su parte, el Aula XXVII de la facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla celebró A los 75 años del destierro: Homenaje a aquellos profesores que perdimos, sobre aquellos profesores republicanos cuyo compromiso con la legalidad de la II República obligó a exiliarse durante la guerra civil y el franquismo, como Manuel Martínez Pedroso y Rafael Pina. Con la intervención, entre otros, de la vicedecana de Relaciones Internacionales de la facultad, Carmen Fernández Albéndiz, la directora de la FCEA, Mercedes de Pablos, y el catedrático de Historia Contemporánea de la US, Leandro Álvarez, que trazó un relato biográfico del jurista, historiador, catedrático y político republicano Juan María Aguilar Calvo (Carmona, 1891 – Panamá, 1948).
Era el prototípico prohombre de la época y uno de los muchos profesionales depurados por el régimen franquista. Aguilar Calvo cursó en Sevilla estudios de Filosofía y Letras, Derecho y, más tarde, se doctoró en Historia. Completó su formación en las universidades francesas de Toulouse, Burdeos, Lille y París. Investigó en archivos de Italia, Alemania, Suiza, Francia o Inglaterra. Impartió conferencias en Oxford, Cambridge, Birminghan, Berlín…Y tuvo, cuenta Leandro Álvarez, una fuerte implicación política vinculada a Manuel Azaña que marcó su destino tras la victoria fascista.
“Intensas actividades políticas de carácter extremista”
Formó parte del grupo que impulsó la Agrupación al Servicio de la República y en 1932, tras el golpe de Estado que lideró desde Sevilla el general Sanjurjo, fue miembro del Comité de Salud Pública que se opuso a los sublevados. Su activismo político lo lleva a ser presidente sevillano del partido Acción Republicana y más tarde, se integra en Izquierda Republicana con quien obtiene acta de diputado a Cortes en las elecciones generales de 1936 dentro de la candidatura del Frente Popular.
Un mes antes del estallido golpista de julio, Juan María Aguilar “sufre un atentado por la extrema derecha –explica Álvarez– que coloca un artefacto, una bomba, en su casa de Sevilla” del que resulta ileso. Cuando se inicia la sublevación se encuentra en Madrid, y eso facilita que pueda abandonar España. El 19 de septiembre del 36, la comisión de depuración incoa expediente a su nombre y le sanciona por su “intensas actividades políticas de carácter extremista”. Una inhabilitación que los golpistas confirman de manera absoluta en 1939.
Para el catedrático de Historia Contemporánea, Aguilar es el paradigma de “aquellos profesores que perdimos”. Impartió clases en numerosas universidades americanas y en Panamá “se le considera el principal impulsor de la historiografía panameña”. Una de las aulas de la Universidad Nacional aún conserva su nombre como homenaje. “La historia de un desconocido en una ciudad donde 75 años después parece que aún sigue habitando el olvido”.