El comercio justo está de aniversario: en 2016 se cumplen 30 años del inicio de este tipo de mercado que trajo hasta España los productos hechos artesanalmente en países en desarrollo con la garantía de un pago justo a sus productores, condiciones laborales dignas, respeto por el medio ambiente, igualdad de género y ausencia de explotación infantil.
Hace ahora tres décadas que se abrieron las dos primeras tiendas de comercio justo en España, una en San Sebastián y la otra en Córdoba, localidad ésta que además fue la primera de todo el país en ser declarada Ciudad por el Comercio Justo, en 2008. Y en la capital cordobesa pervive la heredera de la que fue aquella primera tienda del sector: primero bautizada como Tienda de la Solidaridad y hoy como IDEAS.
“Nuestra idea inicial se basaba en que el comercio justo aumenta la capacidad de sostenibilidad de la cooperación internacional: crea empleo y economía local”, explica Carola Reintjes, que fue una de las promotoras de aquella Tienda de la Solidaridad en Córdoba, como escaparate de la cooperativa Sandino –hoy IDEAS-, organización que implantó este tipo de comercio en la ciudad.
Reintjes, que había conocido el comercio justo en Alemania, cuenta a eldiario.es/andalucia cómo desde la primera ONG andaluza -la Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz (ASPA)- “unos cuantos socios empezamos a debatir cómo iniciar el comercio justo en España”. En un primer momento, realizaron pequeñas importaciones de productos de Centroamérica y, ante la buena acogida que tuvieron, tomaron la decisión de abrir la tienda.
El Salvador, Nicaragua y países del Caribe con los que en aquellos años existía un importante movimiento de cooperación internacional fueron los primeros desde donde llegaron a España los productos de comercio justo. Productos en su mayoría de artesanía por aquel entonces: “Unas pinturas maravillosas de República Dominicana fueron las primeras”, rememora Reintjes sobre lo que vendía la tienda en Córdoba.
A partir de ahí, la historia del comercio justo empezó su camino, paso a paso, para difundirse y aproximarse al público en general. Exposiciones itinerantes, mercadillos y ferias fueron “antes y en paralelo a la tienda”, dice su promotora- escaparates con los que se buscó llegar a todo tipo de clientes para aumentar la proyección de este mercado.
“La aceptación fue buenísima. Todo aquello suponía acercar a Córdoba culturas lejanas”, recuerda Reintjes, quien cita 1992 como una fecha importante para la difusión del comercio justo: “La Expo de Sevilla supuso una mayor apertura para conocer esos países” y, con ello, los productos de aquellas culturas indígenas de las que se celebraba los 500 años de su “descubrimiento”.
Desde los inicios, el objetivo del comercio justo estaba claro:“El mercado de la solidaridad ha intentado convencer a la gente de la bondad de la cooperación internacional y del comercio justo como vía para cooperar con lo que entonces se llamaban países del tercer mundo”. Ese mensaje se trasladó desde los inicios, cuando el público acudía llamado por el exotismo de las piezas de artesanía, pero ya se le explicaba e iba calando la importancia del comercio justo como medio de vida en países en desarrollo.
Profesionalización del mercado
A partir de ahí, estas tres décadas de trayectoria han dado para que el comercio justo se haya asentado en nuestro país, a partir de ciudades como Córdoba que fueron pioneras en el sector, aunque España esté aún en el furgón de cola del consumo de estos productos en Europa. Cada ciudadano europeo gasta, de media, 11,4 euros al año en este tipo de productos, mientras que en España el gasto medio es de 0,71 céntimos anuales, según el último informe de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.
“El sector se ha ido profesionalizando, para bien y para mal”, señala Carola Reintjes desde su experiencia. Para bien, dice, porque hoy en día se han abierto más canales para el mercado de los productos de comercio justo, los medios de comunicación también han ayudado a su difusión y, en general, “está más en la cabeza de la gente”. Para mal, a su juicio, porque esa profesionalización ha llevado a “perder parte de la autenticidad del comienzo”.
Con el tiempo, a los productos llegados de los países de Centroamérica y el Caribe se fueron incorporando Asia y África. Y también, a lo largo de estos treinta años, se sumaron nuevos productos: si en los inicios eran de artesanía en su mayoría, poco a poco se fueron incorporando sectores como la alimentación o el textil. Hoy la balanza está inclinada completamente hacia los productos de alimentación, que mueven el mayor volumen de este mercado.
Y, sin embargo, ahí también está uno de los mayores retos que el comercio justo tiene por delante. “Hay que cuidar y no dejar de lado a la artesanía, porque tiene más marginalidad y más pobreza detrás”, señala Reintjes para explicar cómo los índices de pobreza son mayores entre los productores artesanos, que muchas veces no tienen ni para subsistir, que entre quienes generan productos de alimentación que al menos cuentan con ellos para su propia vida.