Las fuentes romanas de Archena y Salobre llevan el agua del pasado a Albaida del Aljarafe, Laelia durante el Imperio romano, y hoy un pueblo en crecimiento constante que cierra esta comarca sevillana que linda con la Vía de la Plata. Una pequeña localidad que en 1979 apenas superaba los 1.500 habitantes y que, al calor de la burbuja inmobiliaria, llegó a duplicar su población. Con sus 3.193 habitantes actuales, sigue al alza gracias a que en los años 2011 y 2012 tuvo la tasa de natalidad más alta de la provincia, y a que sigue siendo un reclamo de tranquilidad, calidad de vida y 4 grados menos de temperatura a poco más de 20 kilómetros de Sevilla.
Su alcalde, José Antonio Gelo (PSOE), tiene claro que la clave del auge del municipio, desde aquellas primeras elecciones democráticas, radica en la capacidad de haber logrado unos servicios públicos con unos estándares que se corresponden con los de una gran urbe. “El principal logro ha sido acortar las diferencias entre los pequeños y grandes municipios. Ahora la gente vive donde quiere porque tiene lo mismo con independencia de si está en Sevilla o en Albaida”, asegura el primer edil, que defiende el papel decisivo que ha jugado la Diputación, ya que los pequeños ayuntamientos por sí mismos no tienen capacidad para afrontar esos cambios por su escaso músculo presupuestario y administrativo. A este respecto, aboga por que haya otro tipo de servicios mancomunados más allá de la gestión de residuos, el agua o el transporte; también lo haya de los servicios policiales o de las infraestructuras deportivas.
La transformación en estos 40 años ha sido total en el ámbito sanitario, educativo, cultural y deportivo. Lo que antes era la consulta de un médico ahora es un ambulatorio con dos facultativos; se pasó de un viejo colegio a tener dos perfectamente equipados y una guardería municipal; un campo de tierra se convirtió en un complejo polideportivo con un campo de fútbol con césped artificial y lo que fue un descampado, hoy es un parque con columpios. Y de no tener nada de actividad cultural, a tener un casa de la Cultura y un centro Guadalinfo.
Resolviendo problemas de hace 30 años
Pero cuando los cambios son demasiado rápidos, a veces se genera “caos”. Como se queja Gelo, el Ayuntamiento “aún está resolviendo problemas urbanísticos de hace 30 años, cuando empezaron a hacerse urbanizaciones”, aunque reconoce que gracias a aquellas promociones de viviendas, que combinaron una buena relación calidad-precio con la cercanía a Sevilla, el pueblo se expandió y rejuveneció evitándose así el problema de despoblamiento y envejecimiento que sufren otras muchas localidades sevillanas.
Si Albaida no ha despegado más ha sido por la falta de alternativas económicas al campo, que se sostiene por el olivar y el cereal. Un polígono industrial, como sí lo tienen las vecinas localidades de Salteras y Olivares, sería un balón de oxígeno, pero no termina de cuajar el proyecto por dos motivos: la falta de una conexión directa con carreteras principales de la comarca y por la falta de suelo público, lo que obliga a una colaboración público-privada que no termina de cuajar. “Quien quiere emprender se tiene que ir fuera y es una pena, porque si hubiera una zona con actividad industrial se favorecería un mayor asentamiento de la población, y eso pasa por no estar bien comunicados porque a Albaida se llega si se viene expresamente aquí, no es de paso”, describe Gelo.
Lo que ha sido imparable es la adaptación a las nuevas tecnologías. El Ayuntamiento albaidejo presume de ser pionero en la implantación de la administración electrónica. Desde el año 2014, términos como la firma electrónica, portal de la transparencia y trámites online no son ajenos a los vecinos, aunque sigue existiendo una brecha digital entre los mayores, y también jóvenes, que se intenta romper con cursos de formación en el centro Guadalinfo.
Nuevas tecnologías y factor humano
Aunque la administración sea digital, el factor humano sigue siendo fundamental y así lo defiende el alcalde, tanto en el trato diario y a todas horas con los vecinos como en la gestión del municipio, pero también lanza una advertencia como sociedad: se han perdido costumbres en un pueblo donde hasta hace pocos años los niños correteaban por las calles hasta medianoche en verano y la gente joven y mayor se sentaba a las puertas de las casas a tomar el fresco y hablar. “Eso deberíamos recuperarlo, no harían falta los servicios de intermediación como tenemos ahora para evitar un juicio. No había problemas que se enquistaban porque si alguien una mañana no te saludaba, en seguida le preguntabas por qué. Ahora parece que lo que importa es tener amigos en una red social. La tecnología tiene que estar a nuestro servicio, pero nunca perder el trato humano”, incide.
No es el único que lo echa de menos. Gregorio Gelo y Encarnación Ramos recuerdan cómo el “buenos días, buenas tardes y buenas noches” era lo que más sonaba por las calles. “Ahora la juventud ni te mira, a los vecinos de siempre eso no nos gusta, antes los chiquillos nos respetaban”, critican, mientras reconocen que su pueblo ya no hay quien lo reconozca por las nuevas barriadas y por la cantidad de servicios públicos de los que disfrutan y que antes eran impensables.
La educación, empatía o convivencia que los mayores demandan también es detectada por los que no lo son tanto. Gloria Muñoz, la joven dueña de la droguería y mercería Modas Gelo, se queja un poco de la falta de contacto de los vecinos de siempre con los recién llegados de Sevilla. “Albaida es un pueblo tranquilo, solidario y acogedor, pero quizás falta que la gente que ha venido de fuera se relacionara más con los vecinos y no solo viniera a dormir o a quejarse cuando tiramos los cohetes por las fiestas”, relata, porque hay quien se ha quejado de los casi 15 días de septiembre que están de fiestas por La Soledad y la Vera Cruz. Mientras, lamenta que sus hijos ya no jueguen en las calles o vayan a casa de sus amigos sin aviso previo, simplemente llamando a la puerta como ella hacía en su infancia. Sí valora el gran cambio de mentalidad. “Antes a los bares solo iban los hombres mientras las mujeres estaban en casa, ahora y a cualquier hora hay mujeres, hombres, viejos y jóvenes”, valora.
Si las fuentes romanas llevaban el agua a Albaida, donde por su importancia se llegó hasta acuñar moneda propia, la Torre de Don Fadrique, popularmente conocida como la Torremocha, es la que vigila la evolución de este enclave desde 1253. No se sabe si fue una reconstrucción de una torre árabe ordenada por este infante o fue quien mandó construirla, pero lo que es cierto es que el símbolo de un pueblo en el que la batalla política en estos 40 años de democracia ha quedado casi repartida a partes iguales entre la derecha, primero con UCD (1979) y luego con AP y PP de 1983 a 2003, y la izquierda con el PSOE que gobierna desde 2003.