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El Coronil: la democracia cercana con rastro jornalero y raíces en la memoria

Toma de El Coronil (Sevilla) por tropas golpistas.

Juan Miguel Baquero

Arrasó la izquierda. Tras cuatro largas décadas de dictadura, las urnas dispuestas en El Coronil tragaban ocho de cada diez votos para la izquierda. Y el Partido del Trabajo de Andalucía cosechó una victoria sin paliativos. El pueblo sentaba cátedra el 3 de abril de 1979.

Y lo hacía en una plaza que, luego, ha vivido la democracia cercana polarizada entre la lucha obrera y el socialismo. La alcaldía ha tenido más tarde rachas de dominio del PSOE y otras de Izquierda Unida (IU). Siempre con un predominio abrumador de las formaciones progresistas.

Pero las primeras elecciones democráticas en el ámbito local, tras la dictadura de Francisco Franco, tuvieron un solo color hegemónico: el del PTA. El partido nacionalista andaluz de corte marxista-leninista, asociado ya a la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT), no tuvo rival con 1.690 votos, un casi un 60% de los electores, y nueve concejales.

Al Partido del Trabajo de Andalucía le siguió hace 40 años, de lejos, la Unión de Centro Democrático (UCD) con apenas el 18% de los sufragios y dos ediles. Detrás, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con poco más del 8% y un escaño, y con la Agrupación de Electores casi calcando estas cifras.

El rastro jornalero

Aquel PTA a nivel andaluz encabezaban dirigentes como Isidoro Moreno, Paco Casero o Eladio García Castro. Por ahí arrancó la democracia cercana en El Coronil. El primer alcalde elegido en las urnas, después del franquismo, fue Antonio Galbarro.

En aquellas fechas, el PTA y la CUT sumaban en toda la provincia un total de cinco alcaldías contando El Coronil. El PSOE tenía 21, la UCD 16, 8 el PCE, 3 el PSA… según la prensa de la época. En la siguiente cita electoral, en el año 83, la mayoría absoluta fue para el PSOE.

La campiña andaluza, y sevillana, son zonas atadas a la agricultura. Con las características específicas de cada zona. El municipio coronileño ha vivido en este sentido la influencia de la CUT y del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) primero, y ahora del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). Con el rastro de los curas obreros y la sombra de Diamantino García Acosta. O un alcalde señalado en la lucha jornalera que ha llegado a ser diputado en el Congreso en la última legislatura, Diego Cañamero. Y también una sucesión de gobiernos socialistas que han ido confeccionando épocas de alternancia.

Esta dualidad vivió un caso curioso en 1987. Sucedió que IU y PSOE empataban a 1.183 votos y cinco concejales. Alianza Popular tenía otros dos y quedaba un último escaño en litigio. El presidente de la Junta Electoral de Zona, ante la situación, sorteó la plaza, que fue a parar a IU. En la constitución de la Corporación Municipal la federación de izquierdas sacó por tanto seis votos frente a los cinco socialistas y dos conservadores. Pero el secretario del Ayuntamiento entendió que al tener los dos primeros partidos igual número de votos… también había que sortear la Alcaldía. Que tocó, en este caso, al PSOE.

La memoria como raíz

En la memoria hay una explicación, como en tantos pueblos andaluces. El eminente carácter combativo del campo andaluz fue castigado a sangre y fuego por las oligarquías del naciente franquismo. Andalucía cayó presa de los golpistas.

De aquellos episodios, ocho décadas después, El Coronil se atrevió a buscar la fosa de “los pobres”: símbolo del poder y la represión terrateniente. Entre los 121 ejecutados por golpistas en el municipio se contaron 16 mujeres, “un niño de pocas semanas” y una menor “violada” y asesinada por falangistas.

El Ayuntamiento coronileño también fue el primero de la región en denunciar crímenes franquistas al Consulado de Argentina. El pueblo sevillano pidió a la justicia argentina que investigase las violaciones de derechos humanos del franquismo. La querella colectiva está en un juzgado de Buenos Aires, inmerso en la única causa abierta en el mundo para juzgar los crímenes del franquismo.

La memoria, y la historia, funcionan por tanto como raíz. Como sustento de un pueblo que recuerda y camina. Porque, dicen, un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Y El Coronil desterró uno de los significados adquiridos por la frase “tierra para los pobres”.

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