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África: verdad, justicia y reparación
El pasado sábado 25 de mayo fue el Día de África o Día de la liberación africana. Este día, establecido originalmente el 15 de abril de 1958, en la ciudad de Acra (Ghana), activistas, militantes y líderes políticos africanos promovieron la primera Conferencia de estados independientes africanos, donde se acordó que en esa fecha se celebrase el Día de la Libertad Africana. En ella participaron representantes de gobiernos de Etiopía, Ghana, Liberia, Libia, Marruecos, Sudán, Túnez, República árabe unida (Egipto y Siria) y representantes del Frente de Liberación Nacional y de la Unión de los Pueblos de Camerún. Tras esta primera conferencia, se creó la Organización de Unidad Africana (OAU), por parte de 32 de estados africanos, el 25 de mayo de 1963, dando lugar así a que fuese definitivamente esa fecha con la que se conmemorarse el Día de África, y con ella, la libertad de los pueblos africanos.
Y son sentimientos contradictorios, esperanzadores y dolorosos los que me causan este día. Dolorosos cuando la negrofobia dentro del continente se baña de sangre bajo el pago de Europa y su externalización de las fronteras. Por los genocidios que se están cometiendo tanto en la República Democrática del Congo y en Sudán. Dolorosos siguen siendo con la relación de explotación de los recursos materiales y humanos, siendo estos últimos la reserva de mano de obra sobrante para Europa, continente que es indiferente ante el foso común que son sus fronteras (fronteras que sigue expandiendo cada día más dentro del continente africano).
Es esperanzador con los movimientos que se han ido dando en los últimos años, desde una perspectiva múltiple de los sistemas de opresión, como es la clase, la edad o el género, ejemplo pudiéramos citar las organizaciones sindicales en Nigeria o los movimientos de mujeres en todo el continente. Tomando así, como muestra la reciente victoria de Bassirou Diomaye Faye en Senegal y sus propuestas para que la población senegalesa no se vea abocada a las rutas migratorias de la muerte. Aunque la historia nos ha enseñado, que este tipo de propuestas que buscan la prosperidad de África, no le suele gustar a Europa, sino que se lo digan a Patrice Lumumba o Thomas Sankara.
Debemos quienes habitamos la diáspora, quienes en alianza con el continente, los que abordemos las historias, políticas y culturas africanas, desde el lugar que se nos ha dado y hemos heredado, ya que el ser negra y/o afrodescendiente no es un sentimiento que se lleve en el corazón como si de un vestido
Pero la liberación debe de ser de toda la comunidad, incluidas aquellas que no somos ni cis ni heterosexuales. Dada la ola reaccionaria que, desgraciadamente, va en aumento en contra de los derechos de las personas lesbianas, trans, intersexuales, queer y gay africanas; excusando todo ello bajo el marco de que estas identidades (y realidades) son una imposición colonial de la forma de vivir en occidente. Cuando la realidad es que es el modelo único de relaciones de la cis y heterosexualidad, las exportadas e impuestas por fuera del continente, borrando así mismo la auténtica historia africana y sus diversas formas de relacionas afectivamente.
Y la libertad del continente tiene que ser de todas sus regiones: norte, occidente, oriente, centro, sur y la diáspora africana, y también del Sáhara Occidental. Y como diáspora africana no debemos caer en la trampa de desligarnos de lo que nos acontece con lo que ocurre en el continente.
Debemos quienes habitamos la diáspora, quienes en alianza con el continente, los que abordemos las historias, políticas y culturas africanas, desde el lugar que se nos ha dado y hemos heredado, ya que el ser negra y/o afrodescendiente no es un sentimiento que se lleve en el corazón como si de un vestido se tratase que pueda quitarse cuando se quiera (o interese), mientras tanto los rasgos como el pasaporte sitúan en una posición de poder con la que viajar libremente, sin la sospecha de maldad que presupone la africanidad desde la perspectiva europea o con la capacidad material de hacer extractivismo de los conocimientos en proyectos de investigación y cooperación sin siquiera citar a las personas y pueblos generadores de esos conocimientos, mucho menos retribuirles dignamente por su labor.
¿Qué por qué este último párrafo? Porque quienes hablan desde el buenismo de “una sola raza, la raza humana”, “todas personas somos afrodescendientes porque la humanidad surgió en África”, se niegan a ver la realidad de cómo está distribuido el mundo. Entonces, ¿cómo se va a ayudar a resolver el problema y acabar con el fantasma que persigue al continente?
Volviendo al qué hacer de la diáspora africana, con una Europa de fortaleza, un PEMA más inhumano, el perfilamiento y brutaldiad policial a la orden del día, la exclusión social, las condiciones de (semi)esclavitud en los campos andaluces, la trata sexual, las condiciones de esclavitud que viven muchas mujeres como internas, el borrado histórico y la falta de acción responsable por parte de los Estados y administraciones para sacar a la luz la verdad, hacer justicia, y así abrir e instaurar procesos de reparación. Tenemos una larga lista de tareas que hacer y alianzas que construir.
Sigamos manos a la obra.
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