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Hacia una agricultura libre de pesticidas
Los pesticidas son sustancias complejas de origen químico, muy necesarias en la solución de los problemas que presentan comúnmente los cultivos agrícolas, sin embargo, pueden ocasionar un conjunto de riesgos mayores a sus beneficios si no son utilizados adecuadamente.
Según las estadísticas de la FAO, dos tercios de la Humanidad se encuentran subalimentados y como consecuencia, el aumento de la producción agrícola parte de una necesidad por ampliar la frontera agrícola y el rendimiento de los cultivos. A nivel mundial, la producción de plaguicidas orgánicos sintéticos se incrementó desde los inicios del siglo XX como parte del desarrollo de la industria petrolera. En este caso, los plaguicidas son parte del espectro más amplio de productos químicos industriales utilizados en la sociedad moderna por las grandes compañías del mundo como forma de recurso económico. Según la base de datos de la American Chemical Society, en 1993 se identificaron más de 13 millones de productos químicos, a los que se suman cada año unos 500,000 nuevos compuestos, aumentando la carga de sustancias contaminantes en la atmósfera, suelos y agua, además de la desaparición de especies silvestres por efecto directo de la expansión hacia nuevas zonas de cultivo e intoxicación por residuos químicos.
Los pesticidas pueden ingresar al cuerpo de una persona de diferentes maneras, pudiendo ser a través de las vías respiratorias, la boca o piel y cuya exposición se da en forma de partículas de polvo, agua o vapor. En la salud se han realizado investigaciones principalmente a grupos de personas que se dedican a la actividad agrícola con exposición directa a los agroquímicos. En estos casos, los síntomas inmediatos comúnmente conocidos son náuseas, diarrea, ansiedad, dolores abdominales, mareos y confusión como producto de una intoxicación aguda y que pueden ser graves. Por otro lado, en los consumidores (exposición indirecta) los daños pueden darse a largo plazo por ingestión de alimentos tratados, pero con condiciones de inocuidad aparentes. Cabe resaltar, que estos residuos químicos debido a su propiedad de persistencia se mantienen y acumulan en el cuerpo a pesar de ingerir dosis insignificantes pero que en un futuro pueden presentar un riesgo importante.
Se han demostrado las consecuencias del uso inadecuado de los productos químicos en la producción de alimentos respecto a la salud de todo organismo, tanto animales como seres humanos, siendo asociados problemas como el cáncer, deformaciones congénitas, alteraciones hormonales, deficiencias en el sistema reproductivo, daños celulares, problemas respiratorios, trastornos de memoria, enfermedades de la piel, depresión, abortos y enfermedades neurológicas. Adicionalmente, se ha determinado algunos grupos de mayor riesgo dentro de una población, siendo principalmente los fetos, bebés, niños y adolescentes por encontrarse en proceso de crecimiento y desarrollo además de las mujeres embarazadas, lactantes o mujeres en edad fértil.
Cuando una persona entra en contacto con grandes cantidades de plaguicidas, el resultado puede ser una intoxicación aguda o efectos a largo plazo en la salud que pueden incluir cáncer y efectos adversos sobre la reproducción
Hoy en día se utilizan más de 1000 plaguicidas en todo el mundo para garantizar que las plagas no dañen ni destruyan los alimentos. Cada plaguicida tiene diferentes propiedades y efectos toxicológicos.
Muchos de los plaguicidas más antiguos y menos costosos (sin patente), como el diclorodifeniltricloroetano (DDT) y el lindano, pueden permanecer durante años en el suelo y el agua. Estas sustancias químicas han sido prohibidas por los países que firmaron el Convenio de Estocolmo de 2001, un Tratado Internacional que tiene como objetivo eliminar o restringir la producción y el uso de contaminantes orgánicos persistentes.
La toxicidad de un plaguicida depende de su función y de otros factores. Por ejemplo, los insecticidas tienden a ser más tóxicos para los seres humanos que los herbicidas. La misma sustancia química puede tener diferentes efectos en diferentes dosis, es decir, la cantidad de sustancia química a la que se expone la persona. La toxicidad también puede depender de la vía por la cual se produce la exposición, por ejemplo, si se traga o inhala el producto, o si entra en contacto directo con la piel.
Ninguno de los plaguicidas actualmente autorizados para su uso en alimentos en el comercio internacional es genotóxico (perjudicial para el ADN, es decir, que puede causar mutaciones o cáncer). Los efectos adversos de estos plaguicidas solo se producen cuando se rebasa un cierto nivel seguro de exposición. Cuando una persona entra en contacto con grandes cantidades de plaguicidas, el resultado puede ser una intoxicación aguda o efectos a largo plazo en la salud que pueden incluir cáncer y efectos adversos sobre la reproducción.
La División de Población de las Naciones Unidas estima que para el año 2050 habrá 9.700 millones de personas en la Tierra, alrededor de un 30% más de personas que en la actualidad. Casi todo este crecimiento de la población se producirá en los países en desarrollo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que en los países en desarrollo, se proyecta que el 80% del aumento en la producción de alimentos necesarios para mantener el ritmo del crecimiento de la población procederá de aumentos en el rendimiento o el número de veces al año que se pueden plantar los cultivos en la misma tierra. Se espera que solo el 20% de la producción adicional de alimentos sea el resultado de una expansión de las tierras agrícolas.
La Unión Europea (UE) trabaja en la actualidad para lograr un acuerdo sobre un proyecto legislativo para reducir el uso de pesticidas antes del final de la actual legislatura comunitaria
Los plaguicidas pueden prevenir grandes pérdidas de cultivos y, por lo tanto, seguirán desempeñando un papel en la agricultura. Sin embargo, los efectos de la exposición a los plaguicidas en los seres humanos y el medio ambiente son una preocupación constante.
El uso de plaguicidas para producir alimentos, tanto para alimentar a las poblaciones locales como para la exportación, debe cumplir con las buenas prácticas agrícolas, independientemente de la situación económica de cada país. Los agricultores deben limitar la cantidad de plaguicida utilizado al mínimo necesario para proteger sus cultivos.
También es posible, en ciertas circunstancias, producir alimentos sin el uso de plaguicidas.
La Unión Europea (UE) trabaja en la actualidad para lograr un acuerdo sobre un proyecto legislativo para reducir el uso de pesticidas antes del final de la actual legislatura comunitaria, cuestión que puede resultar difícil, dado que las próximas elecciones al Parlamento Europeo (PE) se celebrarán del 6 al 9 de junio de 2024.
Su propuesta de reglamento es reducir el uso y el riesgo de los plaguicidas químicos en un 50% hasta 2030, uno de los principales objetivos de la estrategia De la granja a la mesa. La propuesta, que deberá ser examinada ahora por el Parlamento Europeo y el Consejo, tarnsformaría la directiva vigente en un reglamento que será directamente aplicable en todos los países de la Unión Europea, con lo que refuerza la normativa.
La Comisión alerta de que las normas vigentes de la Directiva sobre el uso sostenible de los plaguicidas “han demostrado ser demasiado débiles y se han aplicado de forma desigual. De la misma manera, no se ha avanzado lo suficiente en el uso de la gestión integrada de plagas, ni en otros enfoques alternativos. Los plaguicidas químicos perjudican la salud humana y reducen la biodiversidad en las zonas agrícolas. Contaminan el aire, el agua y el medio ambiente en general”.
La Comisión quiere prohibir el uso de todos los plaguicidas en áreas verdes urbanas, así como en cualquier zona ecológicamente sensible por la presencia de polinizadores
La Comisión propone objetivos jurídicamente vinculantes para reducir la utilización y el riesgo de los plaguicidas químicos y el uso de los plaguicidas más peligrosos en los próximos ocho años. Los Estados miembros fijarán sus propios objetivos nacionales de reducción dentro de parámetros definidos para garantizar la consecución de los objetivos fijados a escala europea.
Las nuevas medidas deberán garantizar que todos los agricultores y otros usuarios profesionales de plaguicidas practiquen la gestión integrada de plagas (GIP), que prioriza los métodos ecológicos alternativos de prevención y control de plagas y deja el control químico como último recurso. En este sentido, los países deben establecer normas específicas por cultivos que indiquen las alternativas a los plaguicidas químicos que han de utilizarse.
La Comisión quiere prohibir el uso de todos los plaguicidas en áreas verdes urbanas, así como en cualquier zona ecológicamente sensible por la presencia de polinizadores.
La propuesta transforma la directiva vigente en un Reglamento que será directamente aplicable en todos los Estados miembros. De este modo, se pretende ofrecer soluciones “a los problemas persistentes de aplicación deficiente y desigual de las normas vigentes en la última década”. Los países deberán presentar a la Comisión informes anuales detallados de situación y ejecución.
En esta transición a sistemas de producción más sostenibles, la Comisión plantea un paquete de medidas para ayudar a los agricultores y usuarios, como nuevas normas de la política agrícola común para garantizar que los agricultores sean compensados por cualquier coste relacionado con la aplicación de las nuevas normas durante un período transitorio de cinco años; medidas más firmes para aumentar la variedad de alternativas biológicas y de bajo riesgo en el mercado; el apoyo a la investigación y el fomento de las nuevas tecnologías y técnicas, incluidas las englobadas en la agricultura de precisión, y un plan de acción ecológico para alcanzar los objetivos de la estrategia De la Granja a la Mesa en relación con los plaguicidas.
Si la sociedad se conciencia y colabora activamente, podremos mejorar claramente la salud de nuestro entorno y de nosotros mismos
Tenemos que reducir el uso de plaguicidas químicos para proteger nuestro suelo, nuestro aire y nuestros alimentos y, en última instancia, la salud de los ciudadanos. Por primera vez, prohibiremos el uso de plaguicidas en los parques públicos y en los parques infantiles, de manera que todos estemos menos expuestos en nuestra vida cotidiana. La política agrícola común brindará apoyo económico a los agricultores para cubrir todos los costes de la nueva normativa durante un periodo de cinco años.
Los pesticidas son los asesinos de la biodiversidad. Los campos convencionales gestionados con agrotóxicos tienen menos diversidad de plantas, 5 veces menos que los cultivos ecológicos, y unas 20 veces menos especies polinizadoras.
La evidencia científica es contundente sobre cómo el sistema agroalimentario actual, basado en el uso intensivo de productos químicos venenosos, está fallando gravemente a las personas agricultoras y consumidoras. La UE no puede seguir cerrando los ojos ante el comercio cada vez más tóxico de la agroindustria y, en cambio, debe escuchar a la ciudadanía. Europa debe repensar su producción de alimentos, orientada hacia la agroecología y finalmente ponemos en el camino hacia una agricultura libre de pesticidas.
Si la sociedad se conciencia y colabora activamente, podremos mejorar claramente la salud de nuestro entorno y de nosotros mismos, la calidad de vida de los pequeños y medianos agricultores para preservar un medio rural social, ambiental y económicamente viable. Es necesario contar con formación e información puntual.
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