Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

Por qué se aplauden tanto

Javier Aroca

9 de abril de 2023 21:12 h

0

Fue, así lo escuché en la SER, a bordo del avión que volvía de Italia. Pedro Sánchez, en cuerpo de presidente pero supongo que como secretario general del PSOE, les comentó a los periodistas que esperaba un entendimiento entre Sumar y Podemos

Desde hace un tiempo, más que pensar que su futuro depende de la salud de la coalición que lo ha hecho presidente, Sánchez ha llegado a la conclusión de que su destino depende del éxito de Yolanda Díaz. Es una apuesta arriesgada, diría que incluso desleal, eso de trabajar para que una de tus ministras, puesta por tus coaligados, prevalezca en detrimento de tus socios, ariscos pero leales. Aunque, eso sí, dan insomnio. 

Si la operación sale bien, pues bien; si sale mal, pues mal, quedan por delante miles de kilómetros por recorrer, esta vez en un biscúter; no es una licencia columnaria, es que no tiene marcha atrás. Lo de las valoraciones en las encuestas no vale. Rosa Díez, entonces corrosiva musa de la alternativa al socialismo, primera en el rango para la demoscopia contributiva, hoy presenta libros y vagabundea en la política de alterne.

La alternativa a los coaligados ha salido desde dentro de la coalición, diría desde su matriz. Para sumar, dicen, porque han llegado quizá a la conclusión de que ya no sumaban. Y curiosamente, entre los sumandos, a la espera de una próxima corrección electoral, con excepción de los coaligados errabundos del noreste, no suman más del 5% de los votos escrutados en elecciones pasadas; el que más, ahora, con la excepción citada, no tiene más de dos escaños. Además, cada uno de los sumandos ha estado al menos en un proceso de divergencia, escisión o disolvencia; toda una paradoja, quieren unirse los que proceden de haberse dividido. Es como cuando rompes una alcancía o la aljofaina, es imposible de pegar. Inténtelo.

Entre los sumandos, a la espera de una próxima corrección electoral, con excepción de los coaligados errabundos del noreste, no suman más del 5% de los votos escrutados en elecciones pasadas

Y siguiendo con las paradojas, la derecha publicada está tan deseandito de perder otra vez que no deja de manifestarse a favor de la unidad de la izquierda de la izquierda en torno al nuevo proyecto. Hasta recetan cómo: unidad por absorción, es decir, con la desaparición de Podemos. Incluso algún medio, hasta ahora menospreciado por la izquierda fetén tuitera, hace públicos sus fervores aunque es bien reconocida su falta de hervores.

Y el panorama es la desunión, que no es solo malo por la resta de votos sino porque supone la vuelta a la izquierda preconciliar, es decir, a los tiempos anteriores al 15M, como si no hubiera pasado nada, positivo se entiende. Es decir, se rompe todo aquel sueño que a algunos se lo quita, apenas después de diez años, algo más de lo que duran dos hielos en un güisqui on the rocks. Volvemos a las izquierdas que nunca consiguieron nada a la izquierda del PSOE. Reincidencia o ignorancia.

Y todo para las generales, las que dan sillones curules en Madrid, el quicio de la mancebía de las Españas. No parece que el principio de unidad rija para municipales y autonómicas. Debe dar igual que la sanidad y educación públicas puedan caer aún más en manos de las derechas neoliberal y extrema. El palco del Madrid, metáfora de la España más rancia, languidece ahora en competencia centralista, isomorfa, con el palco de La Moncloa. Es un suicidio para la izquierda, la periferia importa. Aquí, permítanme que cite a Blas Infante: “España se construye desde sus periferias”. En efecto, España no es un donut, ¿o sí?

La izquierda cuando crea es apasionante y útil, lo ha demostrado en esta legislatura, cuando la caga, al menos, te hace reír por no llorar. Nunca podría pensar que la coalición, la primera progresista, acabase así

Entre mis someras líneas cabe también la crítica al infantilismo de Podemos, al oportunismo irredento y táctico de IU y, cómo no, a la curaduría de Pablo Iglesias. Ya me libraré de no incluir a todos en mi lamento, en estos tiempos de censura, proscripción de la crítica, ostracismo mediático, entregas selectas de galardones y retiradas urgentes de carnets, como las exhibidas juras de bandera de la derecha alcanforada. Es la nueva vieja izquierda de los diecinueve fracasos y las quinientas medias noches, botellines y madalenas.

La izquierda cuando crea es apasionante y útil, lo ha demostrado en esta legislatura, cuando la caga, al menos, te hace reír por no llorar. Nunca podría pensar que la coalición, la primera progresista, acabase así. Los divergentes de siempre, los de las mil refundaciones, escisiones, convocatorias, cambios de siglas, los fulanistas, los emigrantes políticos en busca de cuna en Madrid, dicen ser los convergentes pata negra de hoy. 

Bueno, que como dice el secretario general del PSOE, que se arreglen, eso sí, después de haber puesto el cántaro en el brocal de pozo y cantar: “Alonso, Alonso, mira que t’arrempujo y cae ar poço”. Y si no se arreglan, pues se alquila un Simca y a recorrer las Españas. Cosas de querer arreglar el insomnio sin saber o no querer saber de verdad quién te quita el sueño.

Cuesta trabajo hablar, escribir, de lo que uno no quisiera pero por qué callar si se trata de escuchar. En todo caso, por delante está la honestidad intelectual. La izquierda no puede ser una cuestión de fe, aunque, como dejó escrito Jorge Luis Borges: “Lo que decimos no siempre se parece a nosotros”.

Fue, así lo escuché en la SER, a bordo del avión que volvía de Italia. Pedro Sánchez, en cuerpo de presidente pero supongo que como secretario general del PSOE, les comentó a los periodistas que esperaba un entendimiento entre Sumar y Podemos

Desde hace un tiempo, más que pensar que su futuro depende de la salud de la coalición que lo ha hecho presidente, Sánchez ha llegado a la conclusión de que su destino depende del éxito de Yolanda Díaz. Es una apuesta arriesgada, diría que incluso desleal, eso de trabajar para que una de tus ministras, puesta por tus coaligados, prevalezca en detrimento de tus socios, ariscos pero leales. Aunque, eso sí, dan insomnio.