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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Dejad que los hombres se acerquen a mí

Imaginen que un político declara que para conseguir que la política gire a la izquierda no es necesario contar con personas de izquierdas, que basta con llevar a cabo iniciativas progresistas y sociales como nos han enseñado en las facultades o en algunas reuniones y asambleas. Nadie aceptaría el argumento ni vería en él un planteamiento coherente.

Sin embargo, es lo que ha manifestado Pablo Iglesias con relación a la presencia de las mujeres en los órganos de representación política, precisamente donde más se reproducen y difunden las ideas machistas, al decir que no hace falta que estén ellas y que basta con que se haga lo que nuestras madres nos han enseñado. Pablo Iglesias se vuelve a equivocar con lo que significa la igualdad, con lo que plantea el feminismo y, por tanto, con lo que supone la desigualdad e impone el machismo.

El ejemplo más claro de que feminismo no es lo contrario de machismo se aprecia en sus palabras, pues mientras que el machismo defiende el orden dado sin necesidad de incorporar a las mujeres, que para eso ya están los hombres con su “pluripotencialidad adaptativa”, su inteligencia superior que decía Miguel Arias Cañete, y su criterio objetivo, el feminismo defiende la igualdad con mujeres y hombres. Lo de “hacer comunidad” está muy bien, pero no se trata de hacer comunidad de cualquier modo, sino de hacerla con la igualdad como referencia y con las mujeres como protagonistas junto a los hombres.

Pero para que haya mujeres y hombres es necesario que lleguen las mujeres a los lugares y posiciones donde el machismo les ha impedido estar, puesto que ellas son tan capaces como los hombres, aunque a diferencia de estos, a lo largo de la historia se han encontrado con limitaciones estructurales, organizativas y funcionales que las ha apartado de los espacios donde los hombres consideraban que no hacía falta que estuvieran, que ellos solos se bastaban. Y para poder llegar a donde los hombres, las mujeres ha tenido que ganarse el alma, después la inteligencia, más adelante la capacidad, a continuación la formación, tras ella la experiencia y ahora tienen que luchar por las oportunidades… Todo ello sin dejar de hacer lo que les habían asignado como mujeres, y para que ahora que demuestran que el machismo estaba equivocado, digan que no hace falta, que con que les cuenten a los hombres lo que ellas consideren que hay que hacer, es suficiente, que ya ellos se hacen cargo.

La presencia de las mujeres en los ámbitos de poder y decisión no es testimonial ni basada en el relato, por eso tampoco es cuestión de reducir las políticas de igualdad a la inclusión de un número de mujeres que justifique las cuotas y la cremallera, en eso tiene razón Pablo Iglesias. Lo que necesita la política no es feminizarse, sino “feminismizarse”, es decir, incorporar el feminismo y su visión crítica junto a las propuestas integradoras que nacen de ella como esencia del quehacer político. De ese modo el análisis de la realidad y su significado dará lugar a medidas e iniciativas que transformen la estructura social levantada sobre la desigualdad que sitúa a los hombres en posiciones que permite decir que no hacen falta mujeres para feminizar la política.

Y “feminismizar” la política, o sea, llevar el feminismo al núcleo de la acción política, a todas las políticas, no sólo a los “temas de mujer”, exige contar con los mejores especialistas. Y las especialistas en esta materia, como en otras muchas, son las feministas. Es lo mismo que se hace en economía al recurrir a especialistas en economía, en sanidad al acudir a especialistas en salud, y en hacienda al contar con grandes gestores en la materia. A nadie se le ocurriría lo contrario.

Y “feminismizar” la política requiere también dejar hacer a las mujeres feministas. O lo que es lo mismo, que no estén bajo las mirada supervisora y los límites que los hombres de los partidos establecen por estrategia o por el bien del proyecto, que curiosamente son estrategias y bienes que los benefician a ellos como grandes hombres y maravillosas acciones políticas.

No se puede ser de izquierdas sin reivindicar la igualdad, no se puede alcanzar la igualdad sin el feminismo, y no se puede aplicar el feminismo sin las feministas… Por lo tanto, sí se puede poner a mujeres feministas como portavoces donde ahora sólo hay hombres, puesto que en Unidos Podemos hay muchas mujeres feministas. Esa sí es una forma de “hacer comunidad” y “hacer para la comunidad” también desde el Parlamento.

Ya lo dije hace tiempo, la diferencia entre los partidos no está en el número de machistas, sino en el número de feministas.

Imaginen que un político declara que para conseguir que la política gire a la izquierda no es necesario contar con personas de izquierdas, que basta con llevar a cabo iniciativas progresistas y sociales como nos han enseñado en las facultades o en algunas reuniones y asambleas. Nadie aceptaría el argumento ni vería en él un planteamiento coherente.

Sin embargo, es lo que ha manifestado Pablo Iglesias con relación a la presencia de las mujeres en los órganos de representación política, precisamente donde más se reproducen y difunden las ideas machistas, al decir que no hace falta que estén ellas y que basta con que se haga lo que nuestras madres nos han enseñado. Pablo Iglesias se vuelve a equivocar con lo que significa la igualdad, con lo que plantea el feminismo y, por tanto, con lo que supone la desigualdad e impone el machismo.