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Un señor de Murcia
Pedro Sánchez ya huele a chamusquina, aunque él no se haya enterado todavía. Y no lo digo por el ex secretario general del PSOE, que también, sino por el presidente de Murcia, imputado por el juez por los delitos de malversación de caudales públicos, fraude, falsedad y prevaricación administrativa. Todo ello a cuenta del medio auditorio que construyó, aunque lo pagó entero, en la localidad de la que fue alcalde, Puerto Lumbreras, que el nombre ya nos da una pista.
El caso es que el tal presunto individuo se niega a dimitir como le exige su pacto anticorrupción firmado con Ciudadanos, porque se siente apoyado por su partido, el PP (que significa Partido Popular y no Partido Pútrido, como pudiera parecer), asegurando que lo suyo son solo discrepancias burocráticas y no corrupción, que corrupción es lo que hacen los socialistas incluso antes de levantarse por la mañana.
Lo de la chamusquina viene a cuento porque preguntado el presidente del Gobierno, don Mariano Tancredo, por este asunto en una reciente entrevista, tras acogerse a la presunción de inocencia de todos los seres españoles y muy españoles, expresó su entera confianza en que “este señor de Murcia” podrá explicar ante el juez cualquier anomalía que se haya producido. La expresión “este señor de Murcia” podría indicar que nuestro Gran Registrador no se acordaba del nombre del entredicho o bien que el tal individuo va a pasar pronto a la categoría de “esa persona por la que usted me pregunta”, como les pasó a Luis Bárcenas y a Jaume Matas, otrora ex presidente balear y ahora presidario, que es “una persona que ya no milita en nuestro partido”.
Como Fabra, Camps, Granados, Sepúlveda, Correa, el ‘Bigotes’, Crespo, el ‘Albondiguilla’, Arístegui, Pujalte, Castedo, Rus, Rato o Blesa, por citar solo una docena y pico de nombres entre el centenar de cargos del PP perseguidos por la Ley y perdonen la imprecisión, que a lo mejor me quedo corto con lo del centenar.
Cuarto y mitad de fiscales
Y todo ello, a pesar del ansia de colaboración con la Justica que predica el PP y demuestra cada día destruyendo discos duros, denunciando jueces para que los inhabiliten (Baltasar Garzón), poniendo reiterados recursos para anular vistas y pruebas o negándose a contestar en sede judicial cuando se les pregunta por la contabilidad en negro o los sobres que vuelan en la sede de Génova 13, Rúe del Percebe.
La última muestra de esta desinteresada colaboración para que impere la Ley (de la selva) la dio el jueves el Fiscal General del Estado, que como todo el mundo sabe es muy independiente del Gobierno. Ante la petición de Rajoy de hacer justicia de la buena, el tal José Manuel Maza le sirvió en bandeja cuarto y mitad de cabezas de fiscales, todos los que están resultando incómodos para el PP, incluyendo al fiscal jefe de Murcia, que es quien ha perseguido injustamente al presidente Sánchez. El propio fiscal, cuya gracia es don Manuel López Bernal, denuncia que ha sufrido coacciones precisamente por acusar al susodicho señor de Murcia.
Aunque lo preocupante no es la interminable lista de gentuza que se llena los bolsillos a cuenta de nuestras penurias, sino el desparpajo con el que el honesto Rajoy despacha estos asuntos, achacándolos a la maldad intrínseca de los rojos y de la prensa canallesca, que sólo pretenden hundir a España. Esta actitud -“todo es falso, salvo alguna cosa” (papeles de Bárcenas)- indica el nivel de inmoralidad del partido que nos desgobierna, obnubilado por la arrogancia de quien se cree por encima, inviolable y todopoderoso, y por supuesto invencible, que todo lo hace por el bien común y que se merece algún incentivo para compensar tanto desvelo y sacrificio.
Para que entiendan tan altisonantes palabras -he copiado este último párrafo de la Wikipedia, no crean- les pondré una comparanza: el PP se asemeja a una cochiquera de chanchos bien cebados, que creen que ser gorrinos es lo mejor que les puede pasar. Se refocilan en su propia inmundicia, chapotean a gusto en medio del albañal y comen todo lo que les echan, ya sean bellotas o las sobras de los banquetes de los amos, con el único objetivo de engordar hasta reventar.
Aunque la culpa no es toda de ellos, ya que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. Quien podría haber puesto freno a tanta tropelía ocupando la Moncloa, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, están entretenidos, uno con sus ensoñaciones e intentando distinguir entre el olor a chamusquina y su propio desodorante, y el otro ocupando su tiempo en recolocar a sus novias por los escaños del Congreso. Por seguir con el símil animal, se les podría comparar con los pingüinos, también llamados pájaros bobos. Deberían empadronarse en Puerto Lumbreras.
Pedro Sánchez ya huele a chamusquina, aunque él no se haya enterado todavía. Y no lo digo por el ex secretario general del PSOE, que también, sino por el presidente de Murcia, imputado por el juez por los delitos de malversación de caudales públicos, fraude, falsedad y prevaricación administrativa. Todo ello a cuenta del medio auditorio que construyó, aunque lo pagó entero, en la localidad de la que fue alcalde, Puerto Lumbreras, que el nombre ya nos da una pista.
El caso es que el tal presunto individuo se niega a dimitir como le exige su pacto anticorrupción firmado con Ciudadanos, porque se siente apoyado por su partido, el PP (que significa Partido Popular y no Partido Pútrido, como pudiera parecer), asegurando que lo suyo son solo discrepancias burocráticas y no corrupción, que corrupción es lo que hacen los socialistas incluso antes de levantarse por la mañana.