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El futuro de la tecnología en Europa se moldea en un edificio oxidado en la Isla de la Cartuja

Él es Pepper, o como le conocen en el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, Pepe
28 de marzo de 2022 21:16 h

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Pepper tiene carácter pese a que su mente sea de silicio. “Aquí mando yo”, sentencia el humanoide cuando se presenta al visitante en el edificio oxidado del World Trade Center de la Expo. Después suelta una carcajada en plan travieso y pide que le hagas cosquillas. Es la estrella del Centro de Investigación (JRC) de la Comisión Europea en la Cartuja.

En el equipo de Inteligencia Artificial y Comportamiento Humano llaman Pepe al robot programable, aunque en realidad no tenga género definido. Detecta al instante la voz de Emilia Gómez, la investigadora principal en la Unidad B6 de economía digital. Con sus sensores reconoce las emociones básicas de los humanos.

Confiar en la Inteligencia Artificial

La Unidad B6 está integrada por casi un centenar de investigadores, la mitad de ellos localizados en Sevilla. “Analizamos cómo los humanos se comportan con los robots -explica Pedro Frau- se tiene una percepción muy negativa o muy entusiasta de estos sistemas”. “Esas son las dos caras que estudiamos”, añade Emilia Gómez.

Después, con su investigación, determinan los requisitos que debe tener la regulación europea para así poder maximizar las oportunidades de la Inteligencia Artificial y minimizar sus riesgos para los derechos fundamentales, la libertad de opinión o de discriminación. “Evaluamos que estos sistemas sean fiables -explica Gómez- es como una especie de auditoría”.

Hace tres años no había nada en el JRC dedicado a la Inteligencia Artificial. “De golpe hay como una especie de carrera porque se cree que va a ser una herramienta de poder -señala- pero las personas deben estar primero porque deben confiar en estas tecnologías”. Su equipo también hace un seguimiento de las inversiones para determinar el potencial y las carencias.

“La mujer de negro” de las herramientas fiscales

El germen del JRC en Sevilla es un grupo de una veintena de investigadores que se estableció en 1994 en la ciudad andaluza para analizar tecnologías emergentes. Poco a poco se fueron reconduciendo sus funciones y en la actualidad acoge a 400 expertos que hacen trabajos de investigación cuantitativa para las decisiones de la Unión Europea.

Es como un gran laboratorio de las futuras políticas. “Tratamos de prever lo que va a llegar y anticiparnos”, explica Ana Agúndez, responsable de un equipo integrado por 28 técnicos en la unidad de análisis de la política fiscal. Las crisis como la provocada por la pandemia funcionan como catalizadores.

Es conocida entre sus colegas como “la mujer de negro”. Participó en el equipo que examinó el plan de ajuste de Portugal durante el terremoto de la deuda soberana. Trabaja con Adrián Hernández, que se encarga de convertir las políticas fiscales de los países en ecuaciones. Ella después las pasa al lenguaje de los burócratas.

En Sevilla se hizo el análisis de las herramientas fiscales de protección relacionadas con la Covid-19, como el mecanismo de reemplazo del salario. El modelo te dice a cuánta gente le va a beneficiar, cómo les va a proteger y cómo va a contrarrestar un incremento de la desigualdad sin esas políticas en pie.

La desigualdad, el cambio climático, el envejecimiento o la migración son temas con mucha carga política que requieren de un trabajo técnico neutral. En el caso de España, se aportó la evidencia sobre el ingreso mínimo vital

De hecho, este equipo fue el primero que identificó las rentas a las que iba a impactar más el parón económico. En ese ejercicio de medir los efectos socioeconómicos de las políticas fiscales también se analiza el impuesto sobre la energía. “Hay que hacer las cuentas antes de que se proponga algo concreto”, explica Hernández.

La desigualdad, el cambio climático, el envejecimiento o la migración son temas con mucha carga política, que requieren de un trabajo técnico neutral. En el caso concreto de España, se aportó la evidencia empírica sobre el ingreso mínimo vital y el soporte fiscal a las familias con hijos. Se determinó que los hogares más pobres recibían menos prestaciones que las rentas más altas.

Todo lo que se hace en Sevilla tiene que servir en toda Europa. El reto consiste en lograr un equilibrio entre los datos que manejan los técnicos y las prioridades políticas. “Nuestros modelos son muy amplios -señala Agúdez- capturan perfectamente la situación de cada país. La riqueza está en la diversidad”.

Investigación económica relevante

La guerra en Ucrania pone ahora de relieve la necesidad, por ejemplo, de regular las criptomonedas para evitar que sean una vía para esquivar las sanciones. Se trabajaba ya antes en cómo combatir la evasión fiscal en la economía digital. “El mundo cambia rápido -señala Emilia Gómez- tarde o temprano hay que hacer frente a los problemas que plantean”.

Los investigadores del JRC de Sevilla se coordinan con el Ispra (Italia), Petten (Países Bajos), Karlsruhe (Alemania), Geel (Bélgica) y la sede central en Bruselas. El plan de la Comisión Europea es construir un nuevo edificio permanente en la capital de Andalucía, concretamente en el solar donde estaba el Pabellón del Descubrimiento. El próximo 7 de abril se elegirá el diseño arquitectónico que le dará vida.

El centro en Sevilla se encuentra entre las 30 principales instituciones de investigación económica más relevantes del mundo, al nivel de la Reserva Federal de Nueva York, el Banco Mundial o las universidades de Stanford, Princeton, Oxford y Sciences Po. La sede permanente en Sevilla es una apuesta de Bruselas por las regiones de la periferia.

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