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La doctrina que se mira en el espejo de la derecha
La gente que nos dedicamos a la educación y a la enseñanza en España estamos sufriendo el mayor ataque a nuestra dignidad, a nuestro trabajo y a nuestra ética docente como jamás hemos conocido en el periodo democrático actual.
Las acusaciones por parte de la ultraderecha, y de parte del PP, de que en los centros educativos lo que hacemos es “adoctrinar” a nuestro alumnado es el mayor escarnio que he conocido en casi 30 años dedicados a esta profesión. Es una bajeza política que esconde la espuria pretensión de confundir a la sociedad para precisamente convertir los centros educativos en lugares donde perpetuar el modelo de un totalitarismo dogmático muy cercano al antiguo nacional-catolicismo y a los actuales postulados populistas del trumpismo.
Adoctrinar llaman a construir una sociedad donde se entienda que hombres y mujeres son y tienen que ser iguales, adoctrinar llaman a defender la libertad del individuo en un sentido amplio, adoctrinar llaman a educar en libertad sexual y respeto a cualquier opción y diversidad, adoctrinar se llama a explicar que la libertad religiosa es un derecho sin prevalencia de ninguna de ellas, adoctrinar se llama a explicar qué es y qué supone un Estado aconfesional, adoctrinar es explicar la violencia de género, sus formas y sus leyes, adoctrinar es explicar el cambio climático y el desarrollo sostenible, adoctrinar es explicar el franquismo como un modelo dictatorial que supuso la ruptura de un régimen democrático... adoctrinar es todo aquello que forme una sociedad democrática en su sentido amplio y esto últimamente les molesta y están dispuestos a combatirlo incluso en sus obedientes tribunales.
La acusación de todo y toda la que habla de adoctrinamiento en los centros educativos es un insulto a toda la gente que nos dedicamos a la honrosa labor de socializar, educar y enseñar al alumnado para convertirlo en seres formados, preparados y capaces para una sociedad tecnológica, diversa y democrática. Nos dedicamos a la honrosa labor de dar instrumentos válidos a todas esas familias sin recursos, ni medios, de que sus hijos e hijas tengan más y mejores posibilidades que sus padres y madres, progresar como sociedad que se llama, nos dedicamos a hacer una sociedad mejor, más justa y más cohesionada, una sociedad intelectualmente avanzada, de mente abierta, de espíritu crítico y acorde a los tiempos que nos tocan vivir.
Conscientes de la importancia de la educación en la inculcación de sus preceptos y dogmas, lo que está en juego es educar de forma democrática y plural o de acuerdo a los corsés de la España de la Enciclopedia Álvarez
No nos equivoquemos, aquellas denuncias hace años de organizaciones católicas a docentes o el debate del pin parental eran la antesala cocinada de lo que la derecha se traía entre manos para el sistema educativo español. Conscientes de la importancia de la educación en la inculcación de sus preceptos y dogmas, lo que está en juego es educar de forma democrática y plural o de acuerdo a los corsés de la España de la Enciclopedia Álvarez donde el obispo de Valladolid plasmaba su nihil obstat. De ahí que la crítica la suframos el profesorado y los centros educativos públicos.
El futuro y la construcción de una sociedad más avanzada y mejor depende del diseño y de la convicción de la población en su sistema educativo y, sobre todo, en el reconocimiento, en la confianza del país en sus docentes y en la adopción de medidas que trasladen el prestigio de su profesorado al resto de la sociedad, cuestión que está demostrada que es clave en los sistemas educativos más avanzados de Europa. Es por ello que no es casual, y mucho menos inocente, el desprestigio al que se somete al profesorado y al sistema educativo español, y cómo esta cuestión toma mucha más virulencia cuando gobierna la izquierda. El asalto al poder de la derecha, como si fuesen tiempos apocalípticos para la izquierda, parece meter prisa en la necesidad de una involución católico-conservadora en el sistema educativo y en los cambios de paradigmas democráticos, hasta ahora aceptados por todas las fuerzas políticas democráticas. Hay que convencer con tiempo a la sociedad para cuando lleguemos al poder, es la estrategia conservadora.
La marrullería y las malas artes forman parte de la estrategia de la derecha que vira y nos prepara hacia un sistema educativo poco democrático, esta vez apuntándonos a los docentes como culpables y como seres indeseables que le comen el coco a los niños y a las niñas en los colegios. Cuánto me recuerda a lo que hizo el fascismo con los maestros de la II República Española.
La gente que nos dedicamos a la educación y a la enseñanza en España estamos sufriendo el mayor ataque a nuestra dignidad, a nuestro trabajo y a nuestra ética docente como jamás hemos conocido en el periodo democrático actual.
Las acusaciones por parte de la ultraderecha, y de parte del PP, de que en los centros educativos lo que hacemos es “adoctrinar” a nuestro alumnado es el mayor escarnio que he conocido en casi 30 años dedicados a esta profesión. Es una bajeza política que esconde la espuria pretensión de confundir a la sociedad para precisamente convertir los centros educativos en lugares donde perpetuar el modelo de un totalitarismo dogmático muy cercano al antiguo nacional-catolicismo y a los actuales postulados populistas del trumpismo.