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El Gobierno se forra
En una de sus primeras intervenciones en el marco de la campaña para ser elegido líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo ha alertado de que “el Gobierno está forrándose” con la subida de precios de la electricidad y los combustibles. El desprecio del líder de la oposición por la verdad es tan manifiesto que causa pereza intentar rebatir su burda patraña: sabe muy bien el señor Feijóo que la mayor parte de esos ingresos fiscales los reciben las Comunidades Autónomas, entre ellas la que todavía preside él mismo, porque aún siendo tributos estatales su recaudación va a las haciendas regionales en el 100% en un caso y en casi el 60% en otro. En conclusión, si alguien se está forrando es el señor Feijóo en mayor medida que el Gobierno.
Pero, más allá del chascarrillo, como denominó el Presidente del Gobierno la afirmación del aspirante a sustituirle, a mi juicio hay dimensiones de las palabras de Feijóo que merecen un comentario más detallado. En primer lugar, la elección del término “forrarse” que, con independencia de la entonación con la fue pronunciado, esconde una intención clarísima de colocar al Gobierno en el punto de mira de la indignación de una sociedad agobiada por los incrementos de precios que se vienen viviendo en los últimos meses. Mientras usted, probo ciudadano, encuentra cada día cómo le sube el precio de la gasolina, del gas y de la electricidad, amén de otros productos en la alimentación y otros servicios, este Gobierno se enriquece a su costa. Además, ese Gobierno se resiste a bajar los impuestos, como si los ingresos fiscales fueran beneficios que obtiene el Gobierno, y no ingresos necesarios para acometer los gastos, no del gobierno, sino del estado. Así, el mensaje de Feijóo coincide con el simultáneo de Ayuso sobre el destino de los 20.000 millones de euros del Plan de Igualdad. Es el mismo esquema: presentar el gasto público, cuando se dirige hacia las políticas sociales especialmente, como una especie de atraco a la ciudadanía, fruto de un gobierno manirroto y derrochador que atraca los bolsillos de los contribuyentes.
Esa disociación entre el Estado democrático y la ciudadanía es el germen de nuevas disociaciones: entre la libertad individual y el cumplimiento de la ley, entre mi propiedad privada y los bienes públicos, entre mis necesidades y los derechos de los otros
Las palabras del “centrado y moderado” Feijóo encierran, pues, toda una declaración de intenciones, tanto en la forma como en el fondo. En la forma, porque se utiliza ese lenguaje de política tabernaria que forma parte de la rancia tradición de la derecha española, que conecta con la incorrección política de sus socios y vecinos por la extrema derecha, y que busca, sobre todo, deslegitimar al gobernante cuando no es de los suyos. En el fondo, porque lo que Feijóo dice viene a establecer un abismo entre el Estado y la ciudadanía, entre el Gobierno (sus impuestos y sus gastos) y las necesidades de la gente que, de esa manera, sentirá cada vez más que no obtiene respuesta de los poderes públicos y la buscará por otros medios. Esa disociación entre el Estado democrático y la ciudadanía es el germen de nuevas disociaciones: entre la libertad individual y el cumplimiento de la ley, entre mi propiedad privada y los bienes públicos, entre mis necesidades y los derechos de los otros. Me estoy refiriendo, claro está, a la generación de un clima social y referencial en el que lo individual prevalece sobre lo común, y en el que la solidaridad no es un ejercicio permanente y estructurado de contribución a la equidad social, sino una anécdota para blanquear el egoísmo rampante que nos inunda.
En esa mezcla de acracia y liberalismo económico que late detrás de las palabras del dirigente popular, el Estado debe de limitarse al mínimo para dejar al libre juego de la oferta y la demanda la producción y distribución, no solo de bienes de consumo, sino también de los servicios que sirven para garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales como la salud, la educación o la protección social. Si a todo esto le añadimos la “feliz” coincidencia con el recién estrenado pacto de gobierno de coalición entre PP y Vox, no debe de quedar ninguna duda de los derroteros por los que el “nuevo” PP va a navegar en los próximos meses. Derecha liberal en lo económico y conservadora en lo social, más extrema derecha populista despreciativa del respeto a la diferencia y a la discrepancia, dispuestas ambas a limitar y reconducir el denominado “consenso progre” hacia un nuevo orden político, económico, social y cultural. ¿Es esa la España que queremos?
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