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El 'pin parental' ha muerto. Cinco ideas

El consejero Imbroda

José Ignacio García

Diputado de Adelante Andalucía —

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En el Parlamento de Andalucía se confirmó que el veto parental o censura escolar no se aplicará en Andalucía. Fue un debate duro pero con final feliz.  En este artículo no voy a volver a argumentar contra la censura escolar, ya se ha hablado mucho (y muy bien) de este asunto por parte de especialistas y docentes; pero sí quiero plantear algunas lecciones que tenemos que sacar de estos últimos meses llenos de polémica y de alguna victoria.

Querían implantar la censura escolar. El consejero Imbroda se sorprendía en el pleno de este debate, asegurando que era estéril e innecesario. Afirmaba sin despeinarse que había temas mucho más urgentes de los que hablar. Como si en el acuerdo para los presupuestos Ciudadanos y el PP no hubieran firmado que iban a aplicar lo que llaman “pin parental”. Como si quisiera que olvidáramos los dos meses de dimes y diretes, de titubeos, de cuestionar al profesorado y de criminalizar la educación en valores. ¿Por qué? Porque tenían que aprobar el Presupuesto de 2020 y tenían que contentar a Vox. Lo peligroso es que aunque hoy hayan cedido, “miente que algo queda”.

No han cambiado de opinión. Para bien o para mal la política es una cuestión de correlación de fuerzas. Si ayer Cs y el PP afirmaban que no apoyarían la censura escolar no es porque les hayamos convencido de que es una barbaridad antidemocrática. Si el Gobierno ha cedido y roto su pacto es porque saben que sería lo último que hiciera el Sr. Imbroda como consejero.

La oposición unánime y tajante de la marea verde, de sindicatos, ampas, asociaciones de todo tipo, el movimiento feminista, los movimientos sociales, los colectivos y los miles de docentes son los que han impedido que lleven a cabo la medida. Se han dado cuenta que, de seguir por ese camino, se enfrentaban a una huelga general educativa y a incendiar los más de siete mil centros educativos de nuestra tierra. Si no implantan el veto parental es porque no pueden.

La movilización ha servido y como muestra un botón. Cuando hace unas semanas se difundió la noticia, que luego resultó ser falsa, de que un profesor había sido denunciado por un padre por proyectar el documental de Ana Orantes en un IES, al día siguiente había decenas de IES proyectándolo, había manifiestos de docentes en muchos institutos, hubo concentraciones espontáneas y multitud de comunicados de organizaciones y sindicatos. Eso y no otra cosa es lo que ha paralizado el veto parental: la movilización de la comunidad educativa.

Vox no va a conformarse. Sería ingenuo pensar que la ultraderecha sólo quería esto. Para ellos el pin solo era un medio para cumplir dos objetivos. El primero, poner en duda consensos sociales que hasta hace poco eran incuestionables. El segundo, meterle el miedo en el cuerpo a los y las docentes.

Lo que busca la extrema derecha es poner en cuestión al profesorado, minar su moral y criminalizarlos para conseguir que se autocensuren. Que no lleven a cabo actividades de igualdad, de feminismo, de cultura de paz, de prevención de la LGTBOIfobia, del Día de Andalucía o de memoria histórica para no meterse en líos.

Dejar de educar en valores, dejar de celebrar el 8M o el 25N, dejar de hablar de actualidad en clase o de solucionar conflictos desde una perspectiva feminista y de cultura de paz para evitar problemas, denuncias o salir en las fake news sería la victoria de los neofascistas de Vox. Eso sería igual o peor que si hubieran conseguido aplicar su veto parental.

No basta con oponerse a la censura escolar. Hemos conseguido una gran victoria, pero la lucha no termina. La educación en valores tiene enormes carencias en nuestro sistema educativo y en muchas ocasiones se saca hacia adelante a pesar de la administración. Tenemos que ponernos frente a cualquier intento de retroceder, pero sin idealizar lo que hoy tenemos porque requiere muchos cambios.

Es hora de avanzar. Hay que poner en marcha una educación con mirada feminista transversal, que se oponga al heteropatriarcado, que deconstruya las masculinidades, que huya del individualismo de la sociedad neoliberal, que ponga lo colectivo por encima de lo individual, que ponga en valor la cooperación como la herramienta más útil para ser felices en un mundo que prima la competición, que eduque en un desarrollo afectivo sano y que dé herramientas para construir un mundo más justo. La educación no debe ser un espejo de la sociedad, sino un motor de transformación.

Celebremos. Esta victoria es de la comunidad educativa y de los movimientos sociales. Y ver a los neofascistas rabiar en sus escaños merece la pena. Ya sufrimos un Gobierno conservador con un plan que empobrece Andalucía. Pero de vez en cuando toca disfrutar. Brindemos, sonriamos y disfrutemos de nuestras pequeñas victorias. Esta vez ellos no han pasado.

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