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Populismo de derecha
Los resultados electorales en Cataluña, a pesar de lo arriesgado que resulta extrapolar sus consecuencias a otros territorios, parecían dibujar un nuevo escenario en las derechas españolas, con el PP amenazado por primera vez por un partido de su mismo espectro ideológico. Las encuestas publicadas en las últimas semanas parecen confirmar este resultado, con más fuerza aún. La división de la derecha parece ya un hecho, pendiente sólo de confirmar en las próximas citas electorales.
A diferencia de muchas personas que se alegran, pensando que el fenómeno tendrá el mismo efecto que la tan manida división de las izquierdas, no puedo dejar de preocuparme por lo que esto puede acarrear. Hasta ahora, el PP, dominante en el eje más conservador de todo el espectro ideológico, tenía como principal competidor al PSOE, lo que le llevaba a suavizar muchos de sus mensajes tratando de captar a votantes socialistas. Nunca vimos a la dirigencia popular defender en mítines la necesidad de recortar la libertad de expresión o de imponer tasas judiciales que limitan el acceso a la justicia de las personas más pobres.
Ahora, sin embargo, esa situación ha cambiado y PP y Ciudadanos compiten por ver quién propone la reforma más dura de la prisión permanente revisable, se muestra más intransigente con el independentismo catalán o promete la rebaja fiscal más potente. De esta manera, los partidos que, según las encuestas, podrían disputarse el primer y segundo puesto en unas elecciones generales practican el populismo punitivo, el populismo españolista y el populismo impositivo sin ningún tipo de pudor.
Esto se produce además en un contexto especialmente difícil para el ejercicio de nuestros derechos fundamentales, los mismos que hemos tardado tanto en conquistar. Nunca como hasta ahora se ha visto tan amenazada la libertad de expresión. Tuiteras y raperos pueden terminar en prisión por hacer un fotomontaje que moleste a la jerarquía eclesiástica o a la Casa Real. En nuestros días, se retiran obras de arte de sus exposiciones y se imponen multas desproporcionadas por ejercer el legítimo derecho de manifestación.
En un escenario así, la lucha entre las derechas no puede tener más que consecuencias nocivas para nuestro país. Defender el recrudecimiento de las penas previstas en el Derecho Penal en uno de los países con menor índice de comisión de delitos y hacerlo al calor de asesinatos machistas execrables como el de Diana Quer, aprovechando la conmoción social, dice mucho de los dirigentes de ambos partidos.
Utilizar el conflicto catalán, en el que tantos sentimientos se mezclan, para proclamar un populismo españolista heredado de la España Una, Grande y Libre, denota una absoluta falta de responsabilidad en un momento en el que la ciudadanía catalana, pero también española, es rehén de la incompetencia de sus dirigentes.
En una época en la que la incipiente recuperación económica no se está traduciendo en reducción de los índices de desigualdad, sino todo lo contrario, la lucha por ver quién propone la mayor rebaja de impuestos es una muestra más de que avanzamos hacia la política de la insolidaridad, del sueño americano a la española, de la idea de que quien triunfa es porque lo merece. Y todo ello sucede mientras desmantelamos los servicios públicos fundamentales y dejamos en la estacada a los y las pensionistas. Populismo de derechas. Agárrense que vienen curvas.
Esperanza Gómez es diputada de Podemos en el Parlamento de Andalucía.
Los resultados electorales en Cataluña, a pesar de lo arriesgado que resulta extrapolar sus consecuencias a otros territorios, parecían dibujar un nuevo escenario en las derechas españolas, con el PP amenazado por primera vez por un partido de su mismo espectro ideológico. Las encuestas publicadas en las últimas semanas parecen confirmar este resultado, con más fuerza aún. La división de la derecha parece ya un hecho, pendiente sólo de confirmar en las próximas citas electorales.
A diferencia de muchas personas que se alegran, pensando que el fenómeno tendrá el mismo efecto que la tan manida división de las izquierdas, no puedo dejar de preocuparme por lo que esto puede acarrear. Hasta ahora, el PP, dominante en el eje más conservador de todo el espectro ideológico, tenía como principal competidor al PSOE, lo que le llevaba a suavizar muchos de sus mensajes tratando de captar a votantes socialistas. Nunca vimos a la dirigencia popular defender en mítines la necesidad de recortar la libertad de expresión o de imponer tasas judiciales que limitan el acceso a la justicia de las personas más pobres.