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El virrey de Andalucía

Antonio Manuel Rodríguez Ramos

Profesor Derecho Civil Universidad de Córdoba y Patrono de la Fundación Blas Infante —

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Imaginen que el Presidente del Gobierno utilizara en su próxima convocatoria un escudo del Estado omitiendo la corona, las columnas, el lema o las representaciones del Reino de Navarra o de Granada. O que recibiera a otro Jefe de Gobierno luciendo una bandera del Estado a la que hubiera añadido una nueva franja de color, o sonando de fondo el himno oficial pero con una letra compuesta por un equipo de publicidad que ha cobrado dinero público por ello. Seguro que le caerían chuzos de punta por parte de la oposición y de sus medios afines. Ahora imaginen que, ante el escándalo, la excusa del Presidente fuera que nunca quiso suplantar los símbolos oficiales del Estado, sino que lo ha hecho a modo de marca o logotipo del Gobierno. El ruido en las redes sociales se escucharía más allá de la galaxia. Pues precisamente eso es lo que ha hecho Juan Manuel Moreno Bonilla, sin asidero normativo alguno, quitando el lema institucional y añadiendo una Corona y laureles como si se tratara del Virrey de Andalucía.

Tampoco escogió la mejor fecha para sacar al mercado político su nueva imagen corporativa. Al presidente de la Junta se le ocurrió comparecer alterando el escudo diseñado por Blas Infante en la víspera del 80 aniversario de la infame sentencia del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, aún no declarada nula, que lo condenó cuatro años después de su asesinato “como incurso en un caso de responsabilidad política de carácter grave a la sanción de 2.000 pesetas, librándose para notificar esta resolución a la viuda del inculpado, por sí y en representación de sus hijos menores orden al Juez Instructor Provincial de Sevilla”. La ocurrencia del Presidente de la Junta, además de contravenir la ley, ofende a la memoria de Blas Infante y del pueblo andaluz.

Para colmo, ante la carencia de argumentos legales, el equipo asesor de Juanma Moreno alegó que basaron el diseño de este “logotipo gubernativo” en las Medallas de Andalucía que se llevan entregando desde 1985, igualmente condenables y por las mismas razones. No hay peor escarnio para el Presidente de la Junta de Andalucía y sus socios de Gobierno, obsesionados con devastar toda huella del pasado socialista, que justificar esta metedura de pata con la que en su día cometió el PSOE con las medallas. Con un matiz de consideración: el uso de estas insignias está regulado por decreto y, en ningún momento, suplantan la función del único escudo que existe. De manera que quien lleva esa medalla no representa institucionalmente a Andalucía, ni el Presidente de la Junta tiene la obligación de llevar esa medalla para representar institucionalmente a Andalucía. Sin embargo, el escudo sí.

El vigente Estatuto de Autonomía de Andalucía, aprobado por Ley Orgánica 2/2007, de 19 de marzo, en el Título Preliminar y en su Artículo 3, especifica: “Andalucía tiene escudo propio, aprobado por ley de su Parlamento, de acuerdo con lo publicado por la Junta Liberalista de Andalucía en 1933”.

Como es sabido, el escudo de Andalucía fue diseñado por Blas Infante tomando como referencia el de la ciudad de Cádiz, la más antigua de Occidente, propuesto en la Asamblea de Ronda de 1918 y aprobado en la Asamblea de Córdoba de 1919. Blas Infante sólo cambió la estética ruda del Hércules por la de un adonis que dominaba la fiereza de los leones con la belleza como símbolo de la memoria resiliente y milenaria del pueblo andaluz. Desde entonces se vino usando por los Centros Andaluces, revistas y carteles de toda índole hasta el comienzo de la dictadura, volviendo a recuperarse en las calles por el pueblo andaluz y regularse en el primer Estatuto de Autonomía de 1981 en el que se establecía en su art. 6º.2: “Andalucía tiene himno y escudo propios que serán aprobados, definitivamente, por Ley del Parlamento de Andalucía”.

Fue la referida Ley 3/1982 de 21 de diciembre, reguladora del himno y del escudo como símbolos históricos de Andalucía, aprobada por unanimidad, donde quedó establecido en su art. 1 de la siguiente forma: “Andalucía tiene escudo propio, que se describe teniendo en cuenta los acuerdos de la Asamblea de Ronda de 1918, como el compuesto por la figura de un Hércules prominente entre dos columnas, expresión de la fuerza eternamente joven del espíritu, sujetando y domando a dos leones que representan la fuerza de los instintos animales, con una inscripción a los pies de una leyenda que dice: «Andalucía por sí, para España y la Humanidad», sobre el fondo de una bandera andaluza. Cierra las dos columnas un arco de medio punto con las palabras latinas «Dominator Hércules Fundator», también sobre el fondo de la bandera andaluza” .En su artículo 2 aparece el gráfico que en su momento realizara Andrés Martínez de León, sin que en ningún momento aparezcan laureles ni corona alguna.

La Ley 6/2006 sobre el Gobierno de Andalucía habilita al Presidente de la Junta en su artículo 15 su “derecho inherente” a “utilizar la bandera y el escudo de Andalucía como distintivo” cuando represente a la Comunidad en el ejercicio de su cargo, sin que ello implique la facultad exorbitante de modificarlo unilateralmente, añadiendo y quitando elementos a su antojo.

Pero es sin duda el art. 3 de la Ley 3/82 el que establece las situaciones en las que debe utilizarse el escudo institucional de Andalucía, el único establecido legalmente, en particular en “los distintivos usados por las autoridades de la Comunidad Autónoma (art. 3.6) y ”en los objetos de uso Oficial en los que por su carácter representativo, deban figurar las insignias de Andalucía“ (art. 3.7), como el atril desde donde realiza las comparecencias el Presidente de la Junta de Andalucía. Incluso el art. 9 de la misma ley establece la protección penal del escudo ”en idénticos términos a los que se acuerden las leyes estatales para los símbolos del Estado“.

Así pues, para no dejar dudas sobre lo ocurrido:

  1. Nadie ha cambiado el escudo de Andalucía. Para hacerlo tendrían que modificar la ley 3/82 y el propio Estatuto de Andalucía, lo que precisaría de la convocatoria de un referéndum al tratarse de una nacionalidad histórica con el máximo rango autonómico.
  2. No existe un pretendido escudo de la presidencia. Para eso tendría que existir una norma que lo ampare. El escudo coronado, laureado y sin lema, carece de cualquier relevancia jurídica a efectos representativos.
  3. El uso del escudo institucional es obligatorio. No existiendo otro símbolo representativo amparado por la ley, el Presidente de la Junta sólo puede utilizar el único que existe.
  4. No se puede confundir libertad de expresión con el incumplimiento de un deber institucional. El Presidente de la Junta de Andalucía puede ponerse en la solapa el distintivo que tenga a bien, sea el escudo de su partido, equipo de fútbol o el de su cofradía, pero en ningún caso con el objeto de suplantar el escudo institucional de Andalucía cuando ejerza como representante del pueblo andaluz.
  5. Cualquier alteración del escudo es ilegal. Si el único escudo con el que comparece a efectos institucionales carece de refrendo normativo y consiste en una alteración del único regulado, estaría vulnerando la ley 3/82, poco importa a estos efectos lo que se le añada o se le quite.

Las banderas, los escudos o los himnos no tienen la culpa del significado que otros les imputan para atacarlos. Representan valores y por esa razón son empleados por las personas que creemos en ellos. Yo estoy atravesado por mil líneas identitarias y muchas de ellas están representadas por símbolos en los que creo: el color morado del feminismo; el verde del ecologismo; el blanco del pacifismo… Y uno de ellos es la arbonaida, el bellísimo nombre de origen árabo andalusí con el que se designa la bandera de Andalucía, “albulayda”, diminutivo de mi tierra, mi país. Mi bandera no excluye a nadie porque, como decía Blas Infante, en Andalucía no hay extranjeros. Y sus lemas son pacifistas, esperanzadores, revolucionarios y universalistas. Al cambiar el escudo en sus comparecencias, el Presidente de la Junta pretende adulterar estos valores. Degradar nuestro rango de “nacionalidad histórica”, reclamado en las calles y conseguido en las urnas, por el de una mera “Región del Reino de España”. Y no quiero creer que sea una concesión a la ultraderecha de quienes parasitan para gobernar, herederos ideológicos de quienes asesinaron a Blas Infante y niegan la propia existencia de Andalucía. Los mismos que querían abolir las comunidades autónomas pero se presentan a sus elecciones, cobran sus sueldos, votan en contra de renunciar a las dietas, y forman parte de los consejos de los “chiringuitos” que pretendían eliminar como Canal Sur.

Creo que Moreno Bonilla debería pedir perdón y rectificar de inmediato. Se ha equivocado. No sólo por arrogarse estas ínfulas de grandeza, sino por abandonar el espacio “andalucista” moderado que pretendía ocupar tras el susanismo, alejándose del frentismo radical de sus compañeros de partido en Madrid, con la intención de convertirse en el Núñez Feijóo andaluz y en el Clavero Arévalo del siglo XXI. Sólo que a él, patrono como el Presidente de la Junta de la Fundación Blas Infante, jamás se le habría pasado por la cabeza traicionar su memoria, ni vulnerar la ley, para convertirse en Virrey de un pueblo que sólo pone coronas en los entierros.

Imaginen que el Presidente del Gobierno utilizara en su próxima convocatoria un escudo del Estado omitiendo la corona, las columnas, el lema o las representaciones del Reino de Navarra o de Granada. O que recibiera a otro Jefe de Gobierno luciendo una bandera del Estado a la que hubiera añadido una nueva franja de color, o sonando de fondo el himno oficial pero con una letra compuesta por un equipo de publicidad que ha cobrado dinero público por ello. Seguro que le caerían chuzos de punta por parte de la oposición y de sus medios afines. Ahora imaginen que, ante el escándalo, la excusa del Presidente fuera que nunca quiso suplantar los símbolos oficiales del Estado, sino que lo ha hecho a modo de marca o logotipo del Gobierno. El ruido en las redes sociales se escucharía más allá de la galaxia. Pues precisamente eso es lo que ha hecho Juan Manuel Moreno Bonilla, sin asidero normativo alguno, quitando el lema institucional y añadiendo una Corona y laureles como si se tratara del Virrey de Andalucía.

Tampoco escogió la mejor fecha para sacar al mercado político su nueva imagen corporativa. Al presidente de la Junta se le ocurrió comparecer alterando el escudo diseñado por Blas Infante en la víspera del 80 aniversario de la infame sentencia del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, aún no declarada nula, que lo condenó cuatro años después de su asesinato “como incurso en un caso de responsabilidad política de carácter grave a la sanción de 2.000 pesetas, librándose para notificar esta resolución a la viuda del inculpado, por sí y en representación de sus hijos menores orden al Juez Instructor Provincial de Sevilla”. La ocurrencia del Presidente de la Junta, además de contravenir la ley, ofende a la memoria de Blas Infante y del pueblo andaluz.