¿Una Utopía en Sanlúcar de Barrameda?
¿Un nuevo caso como el de la Corrala Utopía? Distinto escenario, pero similares circunstancias. Ahora son familias de Sanlúcar de Barrameda las que han tenido que dar el paso de ocupar viviendas vacías para dar cobijo a su gente. En total son 86 en toda la localidad gaditana, pero concretamente en el barrio de Bonanza son once las viviendas que ha sido tomadas pacíficamente por personas que buscan un lugar digno para vivir.
Están dejados de la mano de Dios. Sólo los periodistas acuden casi a diario para ver en qué condiciones se encuentran. La policía se personó el primer día que vieron movimiento en la zona para tomar sus datos, pero nunca más volvieron. También se dio un paseo por allí Antonio Prats, portavoz del PA en el Ayuntamiento sanluqueño, que les prometió todo tipo de ayudas. El viento de Poniente se llevó las promesas.
Ya llevan casi dos meses viviendo allí y se están organizando para que aquello no sea un caos. Mientras que los políticos se recriminan unos a otros la situación, ellos sientan las bases para que la estancia sea lo más cómoda posible. Todo lo cómodo que puede ser sin luz ni agua. Realmente sólo gozan de ese privilegio en una de las viviendas, que viene a ser el cuartel general, donde se cocina para todos y donde se asean los más pequeños, a los que no les puede faltar el agua caliente.
Un barrio de gente humilde y honrada ha acogido de buen grado a estas familias que han tenido que romper con la legalidad de un alquiler y de unos pagos religiosos a las empresas de luz y agua. Ahora, al otro lado de la línea, son algo más felices, pero sólo un poco. Suplican unas mejores condiciones y que alguien acuda en su rescate. No quieren vivir gratis, sólo disponer de alguna ventaja por ser familias desfavorecidas en el aspecto económico. “Queremos pagar un alquiler social”, subraya Diana Rondán.
“Necesitábamos un techo y hemos entrado”
La primera persona que entró en las viviendas fue Manuela Silva, que en el momento del reportaje se encuentra de guardia “por si llega algún periodista, las demás se han ido a descansar un poco a la playa”. “Me encuentro aquí porque estoy desahuciada de una casa de alquiler que tenía y me vi en la calle con mis dos hijos y mi nieta de quince meses. Yo veía que esto estaba cerrado desde hace ocho o diez años, se me cruzaron los cables vi que la puerta estaba entreabierta y entré porque no quería verme en la calle. A la semana de estar dentro, se me unieron otras personas hasta que hemos ocupado once viviendas. No ha sido algo organizado ni nadie nos ha obligado. Nosotros necesitábamos un techo y hemos entrado. Aquí no ha aparecido nadie, ni de los bancos, ni de la promotora, esto está sin dueño. Nadie se ha preocupado por nosotros. Si seguimos así ya nos imaginamos pasando aquí el invierno”.
Son los testimonios de estas pesonas las que tienen un auténtico valor en esta historia. Hay que destacar la aportación del SAT, el Sindicato Andaluz de Trabajadores de Sanlúcar, porque no se han quedado únicamente en lanzar un comunicado lamentando la situación de estas familias y cargando las culpas a los políticos, los bancos y al sistema financiero. Ellos se han preocupado en llevar camas, colchones y en ofrecer asesoramiento legal.
Por lo demás, el alcalde socialista Víctor Mora responsabiliza a la Consejería de Vivienda, de IU, de la situación y critica su escaso interés para poner soluciones. Paralelamente, la secretaria general del PSOE de Cádiz, Irene García carga contra el PP por formar parte de una supuesta estrategia de IU para usar el sufrimiento de las familias.
Ajenas a esta guerra, pero conscientes de que pueden exigir una mayor implicación a nivel político, las familias esperan soluciones. “Se comprometieron en el pleno a ayudarnos, pero nosotros no tenemos ayuda de nadie. Dijeron que hablarían con el banco para que nos dieran luz y agua, pero todavía estamos esperando. Nosotros no somos una prioridad para el Ayuntamiento, no les interesamos. Que hagan viviendas de protección oficial para ayudar a la gente, para los más necesitados. Que cojan ejemplo de Marinaleda, donde cada año hacen algunos para ayudar al pueblo”, señala Michael Rojo, uno de los vecinos de la zona.
Un “favor” a los bancos
Considera este hombre que “este Ayuntamiento es de izquierdas y debería notarse. Nosotros lo que hemos encontrado es un techo, pero no un hogar. El plan de futuro es intentar llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento, con la Junta de Andalucía o con quien sea para no estar aquí de balde. Estamos dispuestos a pagar. Nosotros no somos yonquis ni tenemos un BMW aparcado en la puerta, como se ha dicho por ahí. Nosotros no tenemos ni bicicleta. Esto es un calvario, con las mujeres llorando cada día. Lo que tienen que hacer es dejarse de excusas y cumplir con lo prometido”.
Hay momentos para la reivindicación, para la alegría y también para las lágrimas, como explica Regla Gómez, otra de las afectadas: “Nosotros estábamos viviendo un infierno y no veíamos salida por ningún lado. Yo estaba con una mano delante y otra detrás. Yo me vi necesitada y no me arrepiento de este paso que he dado. Si me echan de aquí haré lo mismo en otro lado porque necesito un sitio para mi familia. Que los políticos tengan un poco de compasión y que vean lo que nosotros estamos haciendo por nuestros hijos”.
Regla cree que están haciéndole “un favor a los bancos porque si los pisos están cerrados se estropean. Cuando nosotros llegamos esto estaba fatal. Unas veces cantamos, otras reímos y otras lloramos. Aquí no hay peleas ni escándalos, sólo el ruído de los niño. El año que viene tienen que salir tres niños de comunión de aquí, sería algo muy bonito”. Ilusiones de futuro para un grupo humano que se aferra a un presente bajo un techo. Que no es poco.