Enchufados al futuro
La modernidad del 92 llegó a Andalucía sobre los raíles del AVE. Si hubo un símbolo que marcó un antes y un después fue ese tren de alta velocidad con el que te plantabas en Madrid en apenas dos horas y media. Y todo eso sin el engorro de desplazarse al extrarradio, facturar la maleta ni pasar el control de seguridad. La hazaña, sin embargo, no fue fácil.
Uno de los principales reto era ofrecer una red de alta tensión que alimentara un tren que llegaba a ponerse, en algunos tramos, a 300 km/h. Mucha era la energía que hacía falta para alcanzar esa inaudita velocidad punta. Los ingenieros y técnicos de Sevillana de Electricidad (hoy en día, Endesa) pusieron en marchas un sistema que controlaba en todo momento la flamante red de alta tensión y medía sus niveles de variación en todo momento. Eso permitió que el AVE transportara a 720.000 personas durante los seis meses que duró la Exposición Universal sin ningún tipo de problema.
Otro de los grandes desafíos era abastecer de energía un recinto altamente tecnologizado, en el que la actividad era incesante y que, en apenas seis meses, recibió 42 millones de visitas. A la Isla de la Cartuja se le suministraron 144 millones de kwh, con dos picos, en julio y agosto, de más de 25 millones de kwh cada uno. Para que toda aquella energía llegara a la Expo hubo que tirar de tecnología punta como la fibra óptica o la conmutación digital. Innovaciones como la fibra óptica, que hoy nos parecen moneda común de nuestros hogares, eran vistos entonces como tecnologías futuristas, que aportaban una mayor seguridad y confidencialidad a la hora de intercambiar datos.
Sevillana de Electricidad instaló para los eventos de 1992 un total de 270 kilómetros de cables de fibra óptica. La mayoría de ellos correspondían a uniones entre las instalaciones de la Expo y el resto de la red de Sevilla. Fueron las propias redes eléctricas las que facilitaron el montaje de la fibra óptica, que hoy en día nos permite navegar por internet a velocidad punta y que sigue empleándose en el parque tecnológico de La Cartuja.
El 92 supuso también el comienzo del famoso apagón analógico. Al menos en las centrales de conmutación, ya que las digitales permitían un amplio abanico de ventajas que incluían desde el teléfono único a servicios interactivos, pasando por el correo o la mensajería de voz. No sólo se instalaron dos en Sevilla (Santiponce y edificio central), sino que se aprovechó para hacer lo propio en las provincias de Cádiz, Málaga y Córdoba.
La empresa eléctrica tuvo además un protagonismo especial con su Pabellón de la Energía, que compartía protagonismo en la Plaza del Futuro, con los pabellones de la Telecomunicación, el Medio Ambiente y el Universo, y que fue uno de los más populares de la Expo 92 con sus dos millones de visitas. En su interior se hacían realidades retos energéticos como la energía solar, los coches eléctricos o los robot antropomorfos. El legado de la Expo se perpetuó más allá de la Isla de la Cartuja.