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ENTREVISTA | Margarita Sánchez Romero

“La desigualdad de la prehistoria te permite luchar contra la desigualdad de hoy”

La ciencia trata de dar respuestas a todo y para ello basa su éxito en la investigación y el desarrollo de técnicas que nos permitan avanzar como sociedad. Sin embargo, en las tertulias rara vez aparece pese a que su divulgación es muy necesaria. Precisamente por ello existe Famelab, organizado por la Fecyt, un concurso que consiste a grandes rasgos en acercar la ciencia a la sociedad a través de monólogos divulgativos con humor.

El próximo 24 de mayo, una profesora de arqueología de la Universidad de Granada, Margarita Sánchez Romero (Madrid, 1971), será una de las candidatas a ganar la prueba a nivel nacional que se celebra en la capital para representar a España en la fase final de junio en Reino Unido donde competiría con científicos de diferentes partes del planeta. La docente ha logrado meterse en el bolsillo a público y crítica por su capacidad de sumar ciencia, humor y feminismo en el monólogo con el que ha conseguido superar las semifinales.

Sánchez Romero, además de profesora desde 2006 de arqueología, es una arqueóloga destacada que basa buena parte de su trayectoria en la necesidad de investigar el pasado de la humanidad relacionándolo con el papel de las mujeres en la prehistoria. No en vano ha sido directora del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y de Género de la Universidad de Granada hasta 2010 y entre esa fecha y 2012 ocupó el mismo cargo en Bienes Culturales de la Consejería de Cultura. Debido al tema de su monólogo en particular y sus estudios de género en general ha sido protagonista también de una encendida crítica por parte de Arturo Pérez Reverte.

Madrileña aunque se siente de Antequera, la entrevistamos para acercarnos a la figura de una mujer que deja claro que la ciencia y la igualdad deben ir de la mano y que con humor todo es más sencillo.

¿Cómo surgió la iniciativa de presentarse al Famelab?

La iniciativa surge de Carlos Centeno que trabaja en la oficina de gestión de la comunicación de la Universidad de Granada. Yo había trabajado ya con ellos pues me gusta mucho el tema de la divulgación ya que creo que es un tema fundamental de la parte final del proceso de investigación. Si no comunicamos, no sirve de nada lo que hacemos. Generar conocimiento por generar conocimiento no tiene ningún sentido. Yo había colaborado ya con ellos por lo que Carlos vio la convocatoria y me escribió un e-mail diciéndome que me presentara.

Fui reticente al principio porque no me veía. No pensaba que sería capaz de hacer una cosa chistosa. Lo hice por no decirles que no. Cuando no conoces las dinámicas de funcionamiento de una cosa así estás un poco perdido... Así empezó todo. Sí que es verdad que el Famelab en España lleva haciéndose cinco años aunque tiene más tradición con carácter internacional pero en la parte de ciencias humanas, que es a la que yo me dedico, no tenía conocimiento que se hubiese hecho nada.

¿Qué supone haberse clasificado para la final?

Ha sido una auténtica sorpresa. Está siendo una experiencia increíble porque estoy descubriendo el mundo de la divulgación científica a esos niveles. Como digo, las ciencias experimentales sí que llevan trabajando muchos años y creo además que la gente de este ámbito está más convencida de que tiene que explicar lo que hace. Utilizan conceptos raros, fórmulas... Están muy convencidos de que tienen que trasladar a la ciudadanía lo que hacen.

En las humanidades nos da la impresión de que como nosotros hacemos un discurso histórico, contamos un cuento, no hace falta explicarlo y eso no es verdad. Hace falta explicarlo porque hay mucha carga de creación de estereotipos. Así que en ese sentido fue muy emocionante ya que me eligieran para la semifinal y actuar en un teatro que estaba llenísimo, compartiendo con otros compañeros y compañeras de la semifinal todo un día de trabajo... nos hemos reído muchísimo.

¿Por qué escogió para sus monólogos la igualdad entre hombres y mujeres?

Porque es el tema al que llevo dedicándome 20 años. Mi investigación fundamental es sobre las mujeres y sobre los individuos infantiles pero sobre todo sobre las mujeres en las sociedades de la prehistoria. ¿Por qué? Porque nosotros hacemos unos discursos de la prehistoria que están muy masculinizados. Hemos puesto determinadas tecnologías por delante de otras.

Nada más hay que ver que cuando divides la historia lo haces en Edad de Piedra, del Bronce, del Cobre... estás poniendo el acento en una serie de tecnologías que además tiene que ver con lo que sucedió en el siglo XIX cuando surge la arqueología como disciplina científica, con la revolución industrial... Entonces la arqueología surge en ese ámbito en el que hay unos hombres de la élite que conforman una arqueología que se preocupa por determinados temas y no por otros. Ponen por delante el conocimiento tecnológico que tiene que ver con la metalurgia al que tiene que ver por ejemplo con el cocinado. Porque a ellos no les interesa el cocinado. Así que esas cosas las hemos ido arrastrando. Y yo creo, junto con otras muchas compañeras, que la sociedades la explican tanto procesos tecnológicos como la metalurgia como procesos tecnológicos como el cocinado. Porque son procesos técnicos que tienen que ver con materias primas, con unas prácticas técnicas, que tienen que ver con unas cuestiones sociales. ¿Qué hay más social que el alimento?

Y sin embargo, no consideramos que eso sea una parte importante de las sociedades. Pasa con eso y pasa con las prácticas de cuidados de individuos infantiles, con el ámbito de todo lo que denominamos doméstico porque traemos el término a la actualidad y hoy lo doméstico tiene un claro carácter peyorativo. Eso luego se refleja en el hecho de que cuando vas a un museo esas cosas luego no están allí. Luego una niña va a un museo y no se ve y la sitúa inmediatamente en una posición de desigualdad ante su compañero que sí que se está viendo. Eso me parece una situación muy injusta y que hay que desmontarla a través de la investigación.

Últimamente se habla de los límites del humor ¿hay que aplicarlos en un tema como el del feminismo?

Hay que trabajarlo mucho. Todo se puede decir bien. Toda crítica se puede hacer si se hace pensada sin intención de insultos. Los límites están en el buen gusto y en las fronteras que tú te pongas de defender una posición sin atacar otra. Hay personas que son bordes y dicen “yo soy muy sincera”. No perdona, tú no eres sincera, tú eres borde, yo soy sincero y no necesito atacar a nadie para contar algo.

Yo me he pensado mucho qué decir, cómo decirlo... Tienes que darle muchas vueltas para ver de qué manera dices cosas que son verdad sin perder las buenas maneras. Los límites del humor se los tiene que poner uno y sobre todo los límites del humor en muy pocas ocasiones deben estar judicializados. Es la propia sociedad la que tiene que afear tanto determinados discursos que la gente termine por no hacerlos.

Es profesora de arqueología desde el año 2006 ¿cómo ha visto la evolución de la igualdad entre hombres y mujeres en su alumnado?

Creo que se están dando pasos importantes. Claro, las últimas generaciones sí que las veo más comprometidas. Veo unas chicas que vienen a estudiar que están cada vez más seguras de sí mismas. No creo que en general haya cambiado la percepción por parte de la sociedad pero yo creo que sí que estamos haciendo mujeres más asertivas, más seguras de sí mismas y con menos prejuicios y menos perjuicios a la hora de decir “aquí estoy yo”. Cada vez las chicas tienen menos reparos en decir “yo soy feminista, yo lucho por mis derechos o esto no me gusta”. Porque además el concepto feminista está siempre muy demonizado pero tú te encuentras que muchas veces la gente en la calle te dice “no soy machista ni feminista” cuando en realidad no son dos términos opuestos.

Muchas mujeres durante mucho tiempo han tenido reticencias a confirmar que viven situaciones de desigualdad y machismo porque en la sociedad en la que vivimos es una sociedad machista. Así que eso que antes costaba tanto salir a denunciarlo ahora ya no cuesta tanto y en ese sentido creo que la prensa ha hecho mucho por darle valor a testimonios de mujeres que denuncian que han sufrido.

Además de profesora, su labor como divulgadora científica es amplia ¿cree que hay que fomentar más la divulgación?

Hace falta mucha más. Por dos cosas. Porque obviamente nosotros necesitamos explicar a qué dedicamos el dinero que recibimos y a qué dedicamos nuestro tiempo. Y segundo, porque necesitamos que la gente entienda la necesidad de la investigación en todos los ámbitos. Porque entendemos que la gente crea en tiempos de crisis que no es tan necesaria pero tenemos que hacer ver que la investigación es la clave de todos los procesos. La que nos va a hacer múltiples aplicaciones de todo tipo. Desde elementos más sociales, como por ejemplo la desigualdad de la prehistoria te permite luchar contra la de hoy en día. Si la sociedad no lo comprende y no ve su importancia entenderá que la investigación es secundaria.

Pese a que ha ostentado altos cargos tanto en el Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y de Género de la UGR como directora de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, a lo largo de su trayectoria ¿ha padecido el llamado techo de cristal?

Sí. Recuerdo que cuando era directora general estaba en algunas reuniones con empresarios, constructores, arquitectos... todo en masculino, no estoy utilizando el genérico; sabían que era una mujer y siempre que entraba al despacho había algún comentario del tipo “ay, qué jovencita eres” como para situarte en tu lugar.

Ese tipo de cosas son los comentarios que demuestran que el micromachismo está ahí y que se siguen utilizando determinados argumentos para colocar a las mujeres en el sitio en que algunas personas creen que deben estar. Eso existe. De hecho, nosotros en el Instituto Universitario lo que hacemos es investigación sobre mujeres.

Pero en la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada que ahora mismo dirige Miguel Lorente ahí están hartos y hartas de encontrar supuestos de ese tipo. Sí es verdad que la gente intenta utilizar que eres mujer. “Qué jovencita eres para llevar esto para adelante”, me decían.

Esas cosas ocurren mucho y claro que hay techo de cristal. Quizá en lo público algo menos pero tampoco está resuelto. Desde luego en el mundo de lo privado es un cristal de 20 centímetros. No creas que es tan fácil y va a costar mucho terminar con él. La crisis lo que ha hecho ha sido empeorar muchas condiciones y justificar algunos pasos atrás. Se ha entendido que es una crisis económica pero no de valores y no se tendrían que haber producido algunas situaciones como que las mujeres sigan cobrando un 23% menos que los hombres. ¿Cómo es posible que nuestra sociedad pueda tener estos comportamientos?

¿Es el mundo de la arqueología un territorio machista?

Vivimos en una sociedad machista y por tanto el mundo de la arqueología o la ciencia tiene graves connotaciones machistas porque en el mundo patriarcal en que vivimos lo que hace es intentar sustentar una serie de valores, una serie de formas de funcionamiento que pasan porque esa relaciones entre mujeres y hombres desiguales se sigan manteniendo.

Hay situaciones de machismo y desigualdad en todos los ámbitos. Nadie te dice “no te voy a dar este puesto de trabajo porque eres una mujer” porque es delito pero hay otras formas mucho más sutiles. Pues claro, si el poder está en manos masculinas, el poder como toma de decisión normalmente se hace inter pares (entre iguales) y esa decisión está siempre en manos de los mismos. Sea el nivel que sea en el que estemos.

¿Qué nos puede enseñar la prehistoria sobre igualdad entre hombres y mujeres?

Lo que nos puede hacer es desmontar estereotipos. Desmontar una visión histórica de la prehistoria en la que hemos primado determinados valores en los que el género masculino es el protagonista. Todas esas cosas que hemos ido denominando domésticas y que las ponemos en un segundo plano en todo. Que además no se consideran dentro de la economía de nuestro país cuando sí debería hacerse. La ONU lleva reivindicando desde sus primeras reuniones sobre la mujer en la década de los 80 que esa economía que no se ve, que no es sumergida, sino que es ignorada... se debe ver. Las interpretaciones que hacemos no son en muchas ocasiones actualistas y lo que hacemos es transportar los modelos del presente a hace 5.000, 6.000, 10.000 años.

¿Qué papel juega y qué papel debería jugar la universidad en cuanto a la igualdad?

En el caso de la Universidad de Granada yo creo que es una de las más potentes en la lucha por la igualdad. Ahora mismo la Unidad de Igualdad acaba de sacar un protocolo contra el acoso que está siendo muy revolucionario. Poniendo su ojo en un tema que es muy espinoso y difícil de trabajar y haciendo acciones mucho más visibles como el calendaria que sacó y que fue una apuesta muy importante.

De aquello, me gustó hasta la polémica porque estoy segura que si se hubiese hecho un calendario sobre animales en extinción o sobre patrimonio en peligro no hubiera habido la polémica que se generó por hacer un calendario en el que marzo se llama marza. Creo que eso hay que hacérselo mirar y demuestra que nos queda mucho trabajo que hacer. Se está trabajando en muchos ámbitos y creo que podemos, aunque quede mucho por hacer, estar muy satisfechos con lo que está haciendo nuestra universidad.

¿En qué cree que está fallando la sociedad para que el feminismo aún sea necesario?

Falla en lo que siempre decimos: en la educación. Nuestro sistema sigue soportando modelos que fomentan la desigualdad. Seguimos intentando reproducir y que no se muevan determinados conceptos y actitudes. Cuando en un colegio tú diferencias a niños y niñas que son esponjas, fallamos en eso. ¿Qué es lo que estamos haciendo en la sociedad para que una niña de 6 años se sienta menos capaz que un compañero de clase en hacer cualquier cosa? Eso lo único que hace es avanzar. El éxito fácil y la cultura del mínimo esfuerzo hace que todo esto se produzca. Seguimos fallando en la educación y lo que es peor, desde niveles de primaria.

Y para acabar, ¿qué le diría a las futuras generaciones con respecto a la igualdad entre hombres y mujeres?

Que todo tiene que ver con el respeto al otro y con la capacidad de empatía. Tiene que ver con que con la persona que tengas al lado siempre puedes aprender y sentirte identificado. Yo por ejemplo en clase doy arqueología de género y doy historia de las mujeres y muchas veces estoy hablando de la sociedad patriarcal y estoy hablando de las actitudes machistas y cuando tengo chicos en clase se sienten interpelados.

Por eso tenemos que normalizar la capacidad de empatizar con el otro y de respetarlo. La clave está en que las chicas se sientan reforzadas. Trabajemos porque las niñas entiendan que ellas pueden porque si no, vamos a seguir manteniendo las mismas actitudes.