Después de un siglo viviendo en la misma casa, su hogar empieza a convertirse en una pesadilla. Esa es la realidad que padecen Jacobo Pérez y otras 25 familias que están con el corazón en un puño en la corrala situada en el barrio de Bola de Oro, en Granada capital, en la ladera del Puntal de Vacares. Los vecinos de la última corrala granadina están así porque, desde hace dos años, dos obras amenazan su tranquilidad y, sobre todo, su futuro. Tal y como están planteadas, y de acuerdo con la información que han recopilado y a la que ha tenido acceso elDiario.es Andalucía, van a quedar encajonados entre un foso y una construcción que invade parte de la corrala. Algo difícil de sobrellevar para un grupo de familias humildes que tienen que medir mucho sus pasos para no tener que afrontar grandes gastos en juicios. Han pedido ayuda al Ayuntamiento de Granada, pero desde este dicen que no tienen margen para actuar.
Aunque los problemas se han acrecentado en los últimos tiempos, lo cierto es que el origen de todo está en 2004. Entre ese año y 2005, se realizó una permuta del suelo que hay frente a las viviendas de esta corrala para que se permitiese la construcción de un inmueble, pasando de ser un suelo de uso público a uno privado. Dicha modificación se hizo durante el mandato de José Torres Hurtado como alcalde de Granada por el Partido Popular. En un principio, el cambio de titularidad del suelo atrajo la atención de varias constructoras que, sin embargo, se encontraron con que el terreno en cuestión no era lo suficientemente amplio para sus intereses. Un problema que quedó resuelto en 2020.
En plena pandemia de la COVID-19, el Ayuntamiento de Granada, con el PP ocupando de nuevo la cartera de Urbanismo, realizó un estudio de detalle para cambiar los límites del solar, permitir la construcción de 15 viviendas y abrir una calle peatonal y otra de acceso a cocheras. Un cambio que es el que ha generado los problemas que hoy tienen los vecinos de esta corrala de Bola de Oro. Primero, porque dio pie a que una promotora sí se animase a construir en el lugar; y segundo, porque se redujo el espacio destinado a la calle peatonal, que en un principio debía ser de un ancho mínimo de 6 metros y que ahora apenas llegará a los 3. Esta reducción de espacio generará un foso entre las viviendas de la corrala y las nuevas que se puedan construir, encajonando a los vecinos que llevan más de cien años viviendo en este lugar.
Cuando la corrala se levantó a principios del pasado siglo en lo que se conoce como Puntal de Vacares, las casas tenían una vista privilegiada del río Genil, la Catedral de Granada, parte del barrio del Realejo y la colina que lo sustenta. No había nada que interfiriese en la estampa porque bajo esta ladera en la que se asienta la corrala, solo había dos pequeñas casas y un carmen que no tapaba la visión. Ahora, con el proyecto que se está construyendo, la imagen que tienen estas 25 familias será la del muro que tendrá el inmueble de 15 viviendas. Un muro que dejará un foso de 3 metros de ancho y 2,5 de alto que será, además de angosto, peligroso para quienes vivan en la zona porque imposibilitará también el acceso a vehículos de emergencia si hiciese falta. Al respecto, desde el Ayuntamiento recuerdan que, aunque el Plan General de Ordenación Urbana establece en 6 metros el ancho mínimo de una calle peatonal, el plan especial de Bola de Oro contempla que sí pueda reducirse ese tamaño a la mitad.
Conversaciones con el Ayuntamiento
“Aquí viven personas muy mayores. Mi propia madre tiene 90 años y lo que nos quieren hacer es encerrarnos”, lamenta Jacobo Pérez. Él es quien acompaña a elDiario.es Andalucía en su visita a una corrala que es tan bonita y singular que da pena asumir en qué situación se puede quedar si todas las obras prosperan. Precisamente porque, como dice Jacobo, son personas “humildes”, no se ven con las fuerzas suficientes para poder luchar contra la empresa que quiere construir y que está aprovechándose de los cambios normativos. “Nosotros estamos hablando con el Ayuntamiento de Granada y debemos decir que nos sentimos escuchados y que se han reunido con nosotros, pero no se está haciendo mucho para ayudarnos”. La promotora de esta construcción, con la que este medio ha tratado de contactar sin éxito, se llama Via-ble y, paradójicamente, su propio nombre ha resultado ser todo lo contrario para la vida de los afectados.
Jacobo Pérez enseña las pegatinas que han elaborado para adornar las calles al paso de la maquinaria de construcción de esta empresa y que, jugando con su denominación, rezan que la situación es “in-viable”. “Nosotros también tenemos un buen departamento de marketing”, dice este vecino de forma irónica. Lo dice así porque, asegura, los empresarios que están detrás de esta promotora son “familias muy importantes de Granada” por lo que los afectados sospechan que la normativa se ha cambiado para favorecerles. “Vivimos en un país en el que los negocios se hacen con el dinero por delante”, lamenta Jacobo. “Parece mentira que con todos los problemas que se han visto en España con el ladrillo, estemos ahora nosotros en esta situación”.
Porque las molestias no están solo en la construcción que tienen delante de sus casas, sino en la que se está ejecutando en el ala oeste de la corrala. Junto a esta, también se está construyendo un gran bloque de edificios que está llevando la paciencia de los vecinos al límite. La promotora también es Via-ble y acumula al menos cinco litigios por cómo se están ejecutando las obras. Lo más grave es que han invadido parte de la propiedad de la corrala. Según denuncian los afectados, y se puede apreciar en una visita en persona, la última casa que está junto a esta nueva construcción ha quedado en parte “embutida” y las pilastras que sostienen el corredor de acceso a la vivienda también se han “integrado” con la estructura de este nuevo inmueble. “Nos tememos que, como la corrala está construida de forma antigua, si se produce un terremoto de cierta intensidad, se puedan venir abajo las estructuras al estar integradas”, asegura Jacobo Pérez.
“Las obras las están cambiando casi cada día porque se encuentran con problemas a menudo y tienen que reorientar el proyecto”. Como estos problemas llevaron al Ayuntamiento de Granada a paralizar la construcción durante un tiempo, ahora que se han retomado los trabajos, van a marchas forzadas hasta el punto de que han llegado a empezar a trabajar a las cinco de la mañana, según denuncian los vecinos. “Avisamos al Ayuntamiento y desde que lo hicimos están empezando a las siete, pero no descartamos que vuelvan a las andadas”. Por lo que este segundo inmueble, además de invadir parte de la propiedad de la corrala, también está causando molestias por los horarios y la maquinaria que se utiliza. Un segundo inmueble que constata el acoso que está sufriendo la corrala. “Estamos valorando si acudir a un juzgado para denunciarla, pero tememos que tengamos que invertir mucho dinero para nada, ya que los jueces, según nos dicen, no suelen derribar construcciones que ya están levantadas”. En este caso, la “invasión” de la corrala es una realidad porque los muros ya están levantados.
Sin “margen” para actuar
La ristra de problemas derivados de estas obras casi parece interminable. Otro de ellos es que la maquinaria ha accedido a la zona haciendo uso del parque urbano que hay justo debajo de la ladera sin contar con permisos para ello. Al respecto, desde el Ayuntamiento de Granada confirman que se le ha abierto un expediente sancionador por este motivo. Sobre todo lo demás, el Consistorio se muestra más templado. El concejal de Urbanismo, Miguel Ángel Fernández Madrid, asegura a este medio que son “problemas particulares” en los que el Gobierno municipal “tiene poco margen de actuación”. Recuerda que la normativa avala a la promotora y que los conflictos privados solo se pueden resolver judicialmente. “Nuestra única posibilidad es mediar y pedirle a la promotora que tome en consideración las quejas de los vecinos, pero no tiene ninguna obligación de hacerlo”. Fernández Madrid recuerda que cuando las parcelas y los estudios se modificaron no estaban ellos en el cargo.
Con todo, Jacobo Pérez y el resto de afectados de la corrala no van a dejar de insistir para que se les haga caso. “Somos familias humildes y por eso quieren aprovecharse de nosotros”. Sin embargo, no van a ceder un milímetro en sus pretensiones. “Ya hemos asumido que van a construir, pero al menos que lo hagan correctamente y se respete la legalidad”. Lo cierto es que el grado de tensión es elevado entre los vecinos y la promotora, por lo que todos desean que la situación se calme. “Esperemos que algún día no salte una chispa y acabe ocurriendo una desgracia”, sentencia Jacobo Pérez.