Un proyecto europeo plantea eliminar balsas de fosfoyesos como las de Huelva tratando los residuos como una mina
Las marismas pegadas a Huelva capital mantienen desde hace más de 50 años un paisaje de balsas de residuos químicas de fosfoyesos producto de años y años de vertidos sin control, sobre todo, por parte de Fertiberia. Un paisaje químico para el que ya en 2017 se avanzó una posible solución en el marco de la Unión Europea, para tratar varios puntos similares con el mismo método: tratarlos como una mina a cielo abierto hasta eliminarlos.
La solución parecen tenerla en sus manos dos personas que, de momento, no han conseguido que nadie les abra las puertas, pero que han demostrado en laboratorio que su idea podría ser factible. Son el profesor Luis Esquivias, catedrático de Física de la Materia Condensada de la Universidad de Sevilla y socio fundador de Captura CO2; y el doctor Víctor Morales Flórez, profesor titular de Física de la Materia Condensada y coautor de la patente.
Ambos trabajan al amparo de FIC-Fighters, una iniciativa financiada por la UE que tiene como objetivo crear modelos económicos sostenibles para gestionar los residuos que amenazan nuestro patrimonio natural y cultural.
Una solución “factible”
Este proyecto quiere involucrar a actores locales, industrias, autoridades, pymes, centros de I+D y universidades, bajo los principios de la economía circular. En esencia, Víctor Morales explica que se propone una solución de reciclado y sostenible al problema de los residuos de los fosfoyesos. Se trata de un proyecto importante, con más de 10 millones de inversión y 27 socios europeos, con vistas a solucionar el problema en seis balsas de fosfoyesos de Europa.
Desde la Universidad de Sevilla se lidera una de las tareas más importantes pero, aunque a pocos kilómetros de este centro universitario está una de las mayores balsas de residuos de fosfoyesos del mundo, no ha entrado aún en el proyecto. Fuentes de Fertiberia, por su parte, defienden que la empresa ha comenzado a desarrollar su propio programa de tapado de los residuos.
Una posibilidad de regeneración
El objetivo general de FIC-Fighters es coger el residuo contaminado y convertirlo en algo con una segunda vida, teniendo en cuenta el condicionante del nivel de contaminación que pueda tener: “Puede que no se pueda hacer la pared de la habitación de un bebé, pero sí una carretera o una presa”, resume Víctor Morales. Baterías, embalajes, construcción y edificación, detergentes y fertilizantes son algunas de las posibles salidas.
La empresa Captura CO2 ya presentó en Huelva sus primeros avances en 2017. Acudió el entonces alcalde, Gabriel Cruz (PSOE). Sus responsables indicaron ese día en la Casa Colón, en el corazón de la ciudad, que se podrían transformar 120 millones de toneladas de residuos en casi 70 millones de toneladas de calcita y en alrededor de 100 toneladas de sulfato de sodio, dos componentes con numerosas aplicaciones.
Hasta podía ser rentable, porque se obtendría un valor comercial superior a los 24.000 millones de euros, según los primeros cálculos que se realizaron sobre un período de 30 años, en los que se estima que puede desarrollarse la restauración. Son esos mismos 30 años que Fertiberia defendía que estarían atascadas las carreteras por los camiones llevando residuos desde Huelva a un vertedero, por lo que optó por enterrarlos.
Los encargados de la idea han conseguido encontrar la clave en la disolución del fosfoyeso en una solución de sosa, que se precipitaría en su mayor parte en cal apagada y daría como líquido resultante una solución de sulfato de sodio.
Un proceso de evaporación terminaría por crear sulfato sódico anhidro (Na2SO4; CAS 7757-82-6). La cal apagada reacciona con el CO2 y da como resultado calcita o carbonato cálcico, y con todo el proceso se reducen costes e impacto medioambiental.
“Lo hemos intentado todo, pero no contestaron”
Víctor Morales lamenta que para poner en marcha la iniciativa “lo hemos intentado todo, nos pusimos en contacto con Fertiberia, hemos tenido reuniones con la Junta de Andalucía… Les dijimos que habíamos conseguido resultados positivos en laboratorio, y que contasen con nosotros ante la ausencia de respuesta por parte de la empresa”, pero jo lo consiguiero.
Explica que, desde que se diese un hipotético permiso para empezar, “se conseguirían resultados en unos tres o cuatro años”. Cita, gráficamente, que “en ese lapso se comenzarían a ver las balsas más reducidas desde la autopista”. Para entenderlo, “hay que ver los fosfoyesos como una mina a cielo abierto”, a la que se puede sacar rendimiento, con 220 millones de toneladas de material.
“Hay varios enfoques, hay que saber de qué tipo de contaminación hablamos, de metales pesados, tierras raras, radiactividad…, y de qué zona hablamos, porque en las tres primeros son fosfoyesos y en la cuarta hay varias mezclas de residuos”. Recuerda el experto que hace 10 años la entonces Mesa de Participación de los Fosfoyesos, cuya utilidad nunca quedó clara en Huelva, mostró intención de hacer “una cartografía de los riesgos de las distintas zonas, y no se ha hecho, y para ver a ciencia cierta el riesgo de contaminación hace falta hacer un estudio general”.
“Si ese material con ese riesgo se introduce en el proceso industrial diseñado, los contaminantes van a ir mezclados con otros productos, de modo que la ratio bajaría”, recuerda, y aboga por hacer un estudio para saber qué es lo que hay. El siguiente paso sería ver cómo queda en el producto final y qué usos tiene, pero todo pasa por una voluntad de Fertiberia que, vistos los precedentes, no parece que vaya a mostrar.
Marismas maltratadas desde 1965
En 1965 se instalaba en el Polo Químico de Huelva la empresa Fosfórico Español (FESA), dedicada a la producción de ácido fosfórico y sulfúrico. Unión de Explosivos Riotinto (ERT Abonos) y Ercros fueron algunos de sus propietarios, hasta que la compró Fertiberia, que se dedicó a la fabricación de ácido fosfórico. Su trabajo conllevaba la producción de un subproducto, el fosfoyeso, que procede de la fabricación de fertilizantes con contenidos variables de fosfato de hierro y otros puntuales de fosfatos de cobre.
En los años 1967 y 1968, el Gobierno de Franco le otorgó dos concesiones administrativas para ocupar una parcela en el margen derecho del río Tinto para colocar depósitos de decantación para el vertido de estos residuos químicos. En 1995, se inicia un proceso judicial tras la presentación por parte de Fertiberia del proyecto de reordenación de vertido de yesos, y después de poner en marcha la Junta de Andalucía el Plan Corrector de Vertidos Industriales de la entonces Consejería de Medio Ambiente.
Hicieron falta 12 años para que la Audiencia Nacional condenase a Fertiberia a dejar de verter, lo que fue ratificado por el Tribunal Supremo. Y hasta 2010 la empresa no dejó de verter residuos y fue por imperativo legal; es decir, porque un juzgado les obligó. Aquello fue el final de los vertidos pero no de las balsas.
Fin a los vertidos
Desde Fertiberia se apunta a que ya ha comenzado el proyecto 'Restore 20/30', y lo definen como “la restauración más ambiciosa realizada en un apilamiento de fosfoyesos a nivel mundial”, incluyendo en el tapado de los residuos el drenaje de toda el agua interna, una doble capa de impermeabilización formada por una primera capa de geomembrana y una segunda capa de arcilla compactada de 60 centímetros, el sellado perimetral con barreras impermeables que son también dobles en el caso de los canales mareales, un perímetro protegido mediante escollera contra mareas y tsunamis, una capa superior de tierra vegetal de 40 centímetros que permitirá la revegetación con plantas autóctonas y un sistema de control y seguimiento operativo durante las próximas décadas. Todo ello genera, afirma la compañía, 100 empleos directos e indirectos.
La empresa obtuvo en 2023 “todos los permisos necesarios, como la Declaración de Impacto Ambiental del Ministerio, el dictamen favorable del Consejo de Seguridad Nuclear, la Autorización Ambiental de la Junta” y la licencia de obras por parte del Ayuntamiento.
Aseguran las mismas fuentes que el año pasado ya pudieron completar “todas las tareas preliminares”, en las que incluyen “la formalización de contratos con decenas de proveedores locales, preparación de la zona y reforzamiento del equipo de especialistas y técnicos para garantizar el cumplimiento de los plazos establecidos”.
Entre otros trabajos, sostiene que se ha completado “más del 75 % de las barreras perimetrales y más del 50 % de los canales mareales completados”, así como la instalación “de 280.000 metros cuadrados de geomembrana, drenaje del talud e instalación de piezómetros para el control ambiental del proyecto”.
La empresa, que no se pronuncia sobre la iniciativa de los expertos que le propusieron la explotación de los residuos químicos y que se eliminaran del paraje natural donde se encuentran, sí dice que “el objetivo para los próximos dos años es completar más del 30 % del proyecto, alcanzar el 77 % en 2027 y finalizar la restauración por completo entre 2030 y 2033, cuando se iniciará la etapa de vigilancia y control”.
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