“Turismo petrolero” o cómo la rebaja de gasolina ha multiplicado la visita de los portugueses a Ayamonte
“A este paso, podré irme a trabajar a cualquier sitio en Portugal sin problemas de que me entiendan”. Juanma se toma con humor que, prácticamente, ocho de cada diez clientes que llegan a la gasolinera en la que trabaja en Ayamonte tienen matrícula portuguesa en sus coches. Es un paisaje al que está acostumbrado desde hace años, debido a la diferencia de precio del combustible con el país vecino (incluso el IVA, que es del 23 % en Portugal). Pero desde el pasado viernes, el número de portugueses en su estación de servicio se ha disparado.
De entrada, hay que explicar que desde esa gasolinera a la frontera de España con Portugal no hay más que tres minutos en coche. Tradicionalmente, los portugueses han formado parte de su paisaje laboral porque, por ejemplo, hace un año había unos 50 céntimos de diferencia en el litro solo con cruzar la frontera. Ahora se suma el premio de los 20 céntimos por litro que se reporte.
Un puente que era un enigma
La relación de Ayamonte con Portugal está más que enraizada, y eso que en el pueblo había más que temor a que se diluyese a principios de años 90. Hasta entonces, el transbordador que unía su puerto con el de Vila Real de Santo Antonio (que sigue funcionando) era el nexo entre ambos, pero la apertura del puente internacional sobre el Guadiana hizo temer que los conductores entrasen en suelo español al norte del pueblo y siguiesen adelante, en busca de Isla Cristina o Lepe como pueblos de referencia. Pero no fue así. Los lazos no solo no se rompieron, sino que se fortalecieron. Y ahora, el “turismo petrolero”, como lo llama Juanma, llena no solo las gasolineras, sino parte pueblo.
Con más de 20.000 habitantes, Ayamonte dispone de gasolineras en varios puntos de su casco urbano, e incluso en las afueras. En concreto siete. Fátima, empleada de banca en Altura, ya tenía costumbre de repostar en Ayamonte cada semana. Este martes llenó hasta arriba el depósito de su Volkswagen Golf. “Me ha costado 93,20 euros, aunque me han devuelto casi 15. Si sumamos las cuatro semanas del mes, son 60 euros, y con eso hago la compra aquí al lado”, explica señalando un conocido centro comercial pegado a la gasolinera.
"Me ha costado 93,20 euros, aunque me han devuelto casi 15. Si sumamos las cuatro semanas del mes, son 60 euros, y con eso hago la compra aquí al lado", explica señalando un conocido centro comercial pegado a la gasolinera
Y no es un comentario baladí. Cada portugués que haga lo que hace ella se puede dejar en el pueblo más de 150 euros cada vez que cruce la frontera, y eso se nota en la economía de Ayamonte en el que se dice que el río no le separa de Portugal, sino que le une.
Hace solo unos segundos que Fátima se ha marchado cuando llegan dos furgonetas idénticas, serigrafiadas con la marca de empresa de transportes más que conocida. Ramón conduce una de ellas: “Repostamos una vez al día en Ayamonte, porque agotamos el depósito cada día, de lunes a sábados. Los sábados venimos aquí al terminar la jornada, llenamos y ya empezamos el lunes de cero”. Cada semana, cada furgoneta se lleva unos 350 euros de gasoil, que en su país serían casi 450.
Ahora, el ahorro de 20 céntimos por litro multiplica la idea de mantener esa forma de trabajar. Ramón y su compañero recorren cada día Altura, Montgordo, Vila Nova de Gacela o Castro Marín. Al terminar la jornada, acuden a repostar. Recuerda este transportista portugués que, curiosamente, “todo el mundo cree que Ayamonte está pegado a Vila Real, pero en realidad limita con Castro Marín”, y es así. De hecho, los tres pueblos forman la Eurociudad del Guadiana, y comparten fiestas y tradiciones. Hasta los Reyes Magos de Ayamonte reparten regalos al otro lado de la frontera, algo inédito en el resto del país luso.
“Lo que se ahorran en gasolina se lo gastan en comer”
Si las matrículas portuguesas mandan en las gasolineras, en las calles céntricas del pueblo el portugués es el idioma que manda. Ayamonte ha sabido acoger a los visitantes de su pueblo vecino desde siempre, no es raro ver en las tiendas banderas portuguesas, camisetas de Cristiano Ronaldo o el gallo típico del país luso (Gallo de Barcelos).
Nacho está recogiendo las mesas exteriores del bar en el que trabaja en el paseo de La Ribera, con el Guadiana a la vista y el puerto deportivo. Este martes, el frío no ha dejado que mucha gente se siente en la plaza, pero sí explica que “desde el viernes, los veinte céntimos han traído a mucha más gente a repostar al pueblo. Siempre se nota, pero ahora mucho más”. Además, el portugués “es una persona acostumbrada a comer, y muy bien, a la que no le importa gastarse en un restaurante el doble o el triple de lo que se ahorre echando gasolina”.
Visto el panorama, en el pueblo ha caído como agua de mayo el descuento de los veinte céntimos, pero saben perfectamente que, cuando se deje de aplicar, la economía local no se resentirá. Son muchos años en los que esa relación ha ido creciendo, y hasta en un bar del pueblo hay un cuadro dedicado por Carlos Cano a la familia del hombre en el que inspiró para escribir ‘María la portuguesa’. Ayamonte no es Portugal, ni lo pretende, pero ha sabido hacer de la necesidad virtud.
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