“Durante el fin de semana nuestros jóvenes consumen grandes cantidades de alcohol, unidas al tabaco, o los vapers, ahora que están de moda. Eso ya nos dice algo”. La frase es de Odile Fernández, licenciada en Medicina por la Universidad de Granada, médica de familia, experta en nutrición en cáncer por la UNED y autora de varios libros de divulgación científica en relación al cáncer, el ejercicio físico y la nutrición.
Coordinadora del área de nutrición de la Fundación Unidad de Apoyo a Pacientes Oncológicos (UAPO) España, ha sido parte del curso El envejecimiento activo como respuesta al gran reto demográfico: actualización científica y propuestas, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en su sede de Baeza (Jaén), donde ha puesto sobre la mesa, entre otras cosas, la “bomba de relojería” que hoy día supone la nutrición de nuestros jóvenes.
Con todo, lamenta la escasa calidad en la nutrición que tienen los adolescentes españoles, “a los que les pongo un 2 sobre 10”, y, como contrapunto, la que mantienen las personas de más edad como costumbre a lo largo de los años. “Nuestros mayores sí que tendrían una puntuación mucho más alta, porque todavía mantienen esa cultura de alimentación mediterránea”. Esto significa que siguen cogiendo una cuchara casi a diario, y eso es síntoma de salud.
Más al norte, peor
Además, “si hablamos de la globalidad dentro de España, a la gente de la Cuenca Mediterránea todavía les podríamos dar un notable, pero si nos vamos a zonas más al norte, sobre todo se ha visto que en el noroeste de España la alimentación es bastante deficitaria”.
Odile Fernández habla con conocimiento de causa, ya que hace 13 años fue diagnosticada de un cáncer de ovarios con metástasis que no le daba una esperanza de vida más allá de dos años, “porque tiene una supervivencia del 5% a cinco años y del 0% a diez”, pero ella decidió afrontarlo con algo más que medicina. “Decidí cambiar la consulta de atención primaria por lo que hago actualmente: me dedico a la divulgación científica sobre la relación que hay entre el cáncer, la alimentación y el estilo de vida a través de libros, charlas, conferencias, talleres y redes sociales”.
Desde esa forma de analizar las cosas, sentencia que “nuestros hijos, los jóvenes actuales, van a ser la primera generación que va a vivir menos que sus padres. La esperanza de vida no va a ir a más. Va a ir a menos gracias a esos malos hábitos que están empezando de tan pequeñitos. No solo alcohol y tabaco, como decía, sino también exceso de azúcar, de grasa…, y eso está haciendo que tengamos los niños más gordos de Europa, que tengamos niños con 8 años con la tensión alta, con el colesterol alto, que tengamos jóvenes con 30 años con infartos, diabéticos, que el diagnóstico de cáncer cada vez se adelante antes, por esos malos hábitos”.
¿Dónde cocinamos nuestros alimentos?
Y no solo se trata de lo que comemos, sino dónde lo comemos o incluso dónde lo calentamos: “Calentar un alimento en plástico genera el paso desde el plástico hasta el alimento de unas sustancias que se llaman disruptores endocrinos, como el bifenol A, que alteran nuestras hormonas, que están haciendo que haya una feminización de muchas especies en la naturaleza. El humano está haciendo que cada vez haya más problemas hormonales y endocrinológicos, tipo diabetes, obesidad, algunos cánceres hormonodependientes, como el de mama y el de próstata, o problemas de fertilidad. Si se fijan, cada vez a las parejas les cuesta más tener hijos”.
A eso se une síndromes de ovario poliquístico, más problemas de tiroides…, y tiene que ver con ese uso del plástico en la alimentación. “De esto en los últimos años empezamos a ser un poco conscientes y algunos tipos de polímeros como el bifenol A se han prohibido. Pero antes muchos niños españoles han sido alimentados con biberones de plástico que tenían bifenol A”.
Un cambio radical de vida por la salud
A Odile Fernández, para bien, el cáncer le cambió la vida. “Hice un cambio en mi alimentación bastante importante, práctica de ejercicio físico, gestión de las emociones y el estrés y, bueno, el cáncer desapareció”, y desde entonces ha sido madre de dos niños más “y pensé que todo lo que a mí me había ayudado a salvar un cáncer metastásico contra todo pronóstico había que compartirlo con los demás, y por eso empezaron mis libros, ese cambio en la orientación”.
Todo, con la idea de que “todo lo que yo había aprendido durante todos estos años no se perdiese y pudiese dar un poco de luz y de esperanza a otras personas con cáncer y cualquier otra patología”. Y es que “ahora vemos que el origen de la mayoría de las patologías (no solo del cáncer, sino de enfermedades cardíacas, depresión, Alzheimer o Parkinson) es el mismo: está en un mal funcionamiento de nuestra mitocondria derivado de una mala alimentación y estilo de vida”.
Todo lo que ha aprendido a lo largo de estos 13 años los ha reunido en ‘Mis recetas anticáncer’, un libro en el que, además de recetas de cocina, aborda otros los aspectos que guardan relación con la enfermedad, desde los utensilios apropiados para cocinar hasta la eficacia de las terapias alternativas o las posibilidades que brindan las plantas.