El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
¿Imagináis un perfume hecho con bacterias que protege animales y plantas?
Las bacterias son capaces de producir volátiles, compuestos que por sus propiedades químicas se evaporan y propagan fácilmente, al igual que los ingredientes de los perfumes. La mezcla de volátiles emitidos por estos microorganismos en ocasiones llega a ser muy compleja, pudiendo contener compuestos cuya estructura es aún desconocida.
En los últimos años existe un interés creciente por desvelar cuál es la naturaleza y el papel biológico de estos compuestos microbianos. Se acumulan las pruebas que indican que los volátiles producidos por bacterias actúan a modo de lenguaje químico con el cual pueden comunicarse con otros microbios e incluso con organismos superiores. La principal ventaja de este modo de comunicación es que el mensaje puede llegar a receptores situados a gran distancia.
El efecto más reconocido de los volátiles bacterianos es el de promover el crecimiento de las plantas e incrementar su resistencia al ataque de patógenos, efectos que tienen aplicaciones obvias en el campo de la agricultura. Los volátiles bacterianos también pueden ser reconocidos por bacterias de la misma o distinta especie y provocar alteraciones en su comportamiento. Así, pueden alterar la movilidad bacteriana, la capacidad de formar comunidades adheridas a superficies o biopelículas, e incluso la capacidad de resistir antibióticos.
La modificación de una o de varias de estas propiedades, puede tener consecuencias importantes en la capacidad virulenta de bacterias patógenas. Por tanto, las bacterias no sólo son capaces de producir aromas, sino que además pueden “oler” las fragancias producidas por otros organismos y responder a ellas. Se desconoce la mayoría de los integrantes que componen el particular “sentido del olfato” de las bacterias.
Señales químicas
En el grupo “Genética de Infecciones Fitobacterianas” que lidera la Dra. Soto investigan genes bacterianos y señales químicas que controlan cuándo y cómo se mueven las bacterias sobre una superficie, y qué influencia tienen esos factores en la capacidad de infectar las plantas. Como modelo de estudio emplean una bacteria que vive en el suelo y que es capaz de interaccionar de forma beneficiosa con las raíces de las plantas, contribuyendo a su nutrición, y haciendo innecesaria la aplicación de fertilizantes.
Hace unos años, el grupo identificó un mutante de esta bacteria que presentaba una movilidad descontrolada sobre superficie y que era menos eficiente en la colonización de las raíces vegetales. Recientemente se ha comprobado que las características de este mutante están relacionadas con su capacidad de liberar mayor cantidad de compuestos volátiles, específicamente una serie de compuestos que pertenecen al mismo grupo químico que la acetona. Entre ellos, destaca uno que es conocido en la literatura científica por ser un insecticida natural producido por ciertas plantas, lo que las hace especialmente resistentes al ataque de insectos herbívoros.
Las investigaciones que se realizan en el grupo de la Dra. Soto intentan desvelar los efectos que causan esos volátiles en distintas bacterias y qué repercusión tienen en su capacidad para invadir las plantas. Además, quieren identificar cómo su bacteria de estudio es capaz de regular la producción de volátiles e identificar los componentes con los que “huelen” la presencia de los mismos. Estos conocimientos permitirán desarrollar aplicaciones biotecnológicas que permitan controlar la capacidad infectiva de las bacterias.
¿Imagináis la utilización de perfumes y/o ambientadores que además de ser naturales protegieran a plantas, animales y humanos de bacterias potencialmente nocivas?
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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
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