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Lecturas de verano
Escribe Olivia Sudjic en su fantástico ensayo 'Expuesta': “Como la mayoría de la gente, leo no solo para encontrar diferencia, sino también comunión. Para sentir que mi vida interior y la del autor se han fundido brevemente”... “Es una sensación convincente que puede hacer que desees buscar a la autora del libro para decirle 'a mí también'. En cambio, hacemos dobleces en las páginas o subrayamos. Encontrarnos a nosotros mismos en otros, y a otros en nosotros mismos, mediante intermediación recuerda el consuelo de desconocidos: una suerte de corriente eléctrica de compañerismo entre gente que nunca se ha visto”.
Sonrío mientras miro la doblez que justo antes de llegar a este párrafo acabo de hacer en la página, y las numerosas frases subrayadas a lápiz que también he marcado pensando: “Sí, así es, a mí también, gracias por expresarlo tan bien, qué compañía”.
Olivia Sudjic publicó en 2019 la novela 'Una vida que no es mía'. La buena acogida de la misma, con las consiguientes presentaciones, charlas, actos promocionales, etc... la llevaron a experimentar un estado de ansiedad relacionado con la sensación de sentirse expuesta, juzgada, vulnerable, analizada... Una historia que me suena bastante, y sobre la que reflexiona en este ensayo sobre la epidemia de ansiedad actual, abarcando temas como el miedo, la subjetividad femenina, la voz narrativa, los espacios públicos y privados, el proceso creativo... Una joya que recomiendo con fervor, y que ha inaugurado mi temporada de lecturas de verano.
Lo hago por mí y por todas las que no pudieron. Pasear, estar presente, dejar constancia de mi existencia con mi cuerpo. En estos días le escribo un mensaje a la autora y le confieso las páginas subrayadas
Al igual que le sucede a la autora, leo no solo para meterme en la piel de la otredad, para explorar aquello que desconozco, sino también para sentirme acompañada, menos bicho raro, para saber que lo que me pasa ya le pasó a un montón de gente antes, y así voy creando una comunidad, una familia elegida de autores a los que recurro cuando me siento perdida.
En estos días de calor he sentido el frío y el viento en mi piel de la mano de Amy Liptrot, que me llevó a ver las autoras boreales o “alegres danzarinas” en el cielo limpio y alejado de la luz del hombre de las Orcadas escocesas. 'En islas extremas' es un viaje hacia la naturaleza salvaje pero también hacia los vacíos interiores en el que encuentro una conversación y una mano amiga.
Sueño con volver a Venecia y apoyarme en la balaustrada del Palacio Venier a mirar el Gran Canal gracias a la historia de las tres mujeres que ocuparon esta residencia: Luisa Casati, Doris Castlerose y Peggy Guggenheim. Y lo hago, me transporto hasta allí gracias a la prosa envolvente de Judith Mackrell en 'El palazzo inacabado'.
Como me quedo con más ganas, vuelvo a recurrir a un viejo amigo de mi estantería, Javier Reverte y su 'Suite italiana', que suelo releer cada verano. Y entonces, desde Venecia acabo en Trieste, recitando o casi gritando versos de Rilke desde el Castillo de Duino y los Acantilados del Ángel. Y me siento viva.
Como adivinarán por estas lecturas tengo alma de flâneuse, de mujer paseante, y Anna María Iglesia me enseñó en su fantástico libro 'La revolución de las flâneuses', que este término designa a la mujer que ejerce su derecho a ocupar el espacio, a ocupar la ciudad que no fue creada para ella. Así que lo hago por mí y por todas las que no pudieron. Pasear, estar presente, dejar constancia de mi existencia con mi cuerpo. En estos días le escribo un mensaje a la autora y le confieso las páginas subrayadas y las dobleces en las hojas. “A mi también”.
Durante este año (curso) he ansiado tanto el silencio y tenido que apagar tanto ruido en mi cabeza, que la vuelta de voces amigas me recuerda quien soy y me hace querer decir: venid, entrad, conversemos, gracias, gracias por devolverme a mi ser, gracias por traer de vuelta a la vida
Mi querida Remedios Zafra vuelve a iluminarme siempre, y en su ensayo 'El informe' siento que me repite con su voz dulce y su mirada intensa: hay que poner la vida en el centro, Laura, la vida. En nuestra última conversación charlamos sobre Simone Weil y sobre párpados que necesitan cerrarse y descansar. “No podemos cambiar la vida si no amamos la vida”, escribe. Subrayo, y doblo la página.
Mi última sonrisa la provoca la reedición de 'Tomates Verdes Fritos' por parte de Capitan Swing que sostengo en mis manos. Cuando Fannie Flag la escribió a finales de los ochenta fue rechazada por veinte editores diferentes. ¿Quién iba a estar interesado en una novela que habla sobre amistad entre mujeres, lesbianismo, menopausia, edadismo, violencia de género, es decir, esas cosas de mujeres?
Cuando finalmente se editó, estuvo 36 semanas en la lista de los libros más vendidos de The New York Times, recibió una nominación al Pulitzer y se adaptó a la gran pantalla siendo una de las películas más taquilleras del año y consiguiendo dos nominaciones a los Óscar. Estar ahora leyendo los párrafos de esta nueva edición me sabe a pequeña y dulce venganza. Me imagino que miro a Fannie a los ojos y sonreímos de forma cómplice, como solo las que arrastramos una historia común sabemos hacer.
Durante este año (curso) he ansiado tanto el silencio y tenido que apagar tanto ruido en mi cabeza, que la vuelta de voces amigas me recuerda quien soy y me hace querer decir: venid, entrad, conversemos, gracias, gracias por devolverme a mi ser, gracias por traer de vuelta a la vida.
Feliz verano, amigos lectores. Nos volvemos a encontrar en septiembre.
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