30 años del Maestranza: el sueño que puso a Sevilla en el mapa de los teatros europeos
Como todas las celebraciones de los últimos meses, el 30 aniversario del Teatro de la Maestranza de Sevilla va a verse condicionado por las restricciones de aforo y las medidas sanitarias derivadas de la pandemia de la Covid-19. Se espera, sin embargo, que nada empañe una efeméride que remite a uno de los mayores hitos de la cultura andaluza, decisivo para colocar a la capital hispalense en el mapa de espacios escénicos de Europa y obtener su distinción como Ciudad de la Música de la Unesco. La primera del mundo, en 2006.
Fue un 2 de mayo de 1991 cuando se inauguró un teatro que, como se dice popularmente, lo tenía todo para triunfar. Una ubicación privilegiada, entre la Plaza de Toros, la Torre del Oro, el Arenal y el río, así como unas características técnicas excepcionales, habían permitido albergar las mejores expectativas. Pero el sueño del Maestranza había empezado a incubarse mucho antes, en 1985, cuando la Diputación Provincial de Sevilla que presidía Ángel del Pino adquirió el solar donde apenas se mantenían en pie las ruinas del antiguo cuartel de la Maestranza de Artillería.
El proyecto corrió a cargo de los arquitectos sevillanos Aurelio del Pozo y Luis Marín, responsables entre otras obras de los pabellones de recepción en antigua fábrica de Pickman en la Isla de La Cartuja, oficiando como aparejador Manuel Saavedra López, de la empresa Cubiertas y MZOV. El coste de la infraestructura fue de 1.600 millones de pesetas (algo menos de diez millones de euros), y contó con la implicación de Diputación, Ayuntamiento y Junta de Andalucía.
Con la Expo en camino
De lo que nadie tenía dudas era de que Sevilla necesitaba un teatro a la altura de su prestigio, y más considerando que la Expo 92 estaba a la vuelta de la esquina. Con más de 150 óperas con argumentos ambientados en la ciudad, entre ellas dos de Mozart y la única que escribió Beethoven, los sevillanos no contaban con un teatro de la ópera desde que el viejo Teatro de San Fernando fuera derribado en 1973. “El hecho de que muchos grandes hayan contextualizado sus obras en esta ciudad es sin duda una singularidad y un patrimonio del que a veces no somos conscientes”, señala el director del Maestranza, Javier Menéndez.
Ramón María Serrera, catedrático de Historia, crítico musical de ABC durante muchos años y socio número uno de la Sociedad Sevillana de Amigos de la Ópera, recuerda que “de joven, con 14 o 15 años, yo había asistido a las temporadas de zarzuela del Teatro de San Fernando, que eran maravillosas, y escuché a todos los grandes cantantes, desde Enrico Tamberlick a Julián Gallarre. Pero lo derribaron y Sevilla se quedó sin espacio musical, a excepción de algunas cosas que programaba el Lope de Vega, o lo que se hacía al aire libre en el Parque de María Luisa. El Maestranza vino a llenar lo que ya era un vacío casi total”.
Las obras comenzaron en 1987. La sala principal, cilíndrica y con una capacidad para 1.800 espectadores, iba a ser cubierta con una cúpula de 47,20 metros y una boca de escena de 18,9 por 9,5 metros. En el periodo 2005-2007, con objeto de sintonizar el espacio con los formatos propios del circuito de grandes teatros, se hizo una reforma que duplicó el tamaño del escenario, que pasó de 800 metros cuadrados a 1600, e incluyó una sala de ensayos exclusiva para la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), que tiene su sede en el teatro. Esta obra costó 10.300.000 euros, que corrieron a cargo del Ayuntamiento, la Diputación, la Junta y el Ministerio de Cultura.
Una acústica privilegiada
El gran momento del Maestranza fue la Expo 92, pero el reto vino después. “Cuando terminó aquel verano, el teatro se quedó vacío. Lo hicimos notar en los medios, y los políticos se asustaron”, subraya Serrera. “El gran acierto entonces fue trasladar a la ROSS, que dirigía el maestro Šutej, al teatro. Y dos años después se nombró a José Luis Castro, que venía con la experiencia de dirigir el Lope, para hacerse cargo el Maestranza. Ahí empezó el despegue, creíamos que tras la Expo todo iba a venirse abajo y en cambio vinieron cosas maravillosas, desde Franco Zeffirelli a Werner Herzog”. Además, desde el año 1996 el teatro también es sede del Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza, participando en todas las producciones líricas y sinfónico-corales.
Uno de los secretos del Maestranza es su acústica variable, que le permite acoger muy distintos espectáculos, desde óperas hasta conciertos de música clásica y recitales, pasando por flamenco, ballet y zarzuelas. “No es el típico teatro normal de herradura, sino que posee una estructura anfiteatral. Se hizo muy bien, con influencia de algunos teatros alemanes y también del festival Wagner. Y, aunque la estética no sea de 10, tiene una acústica sensacional, una visibilidad óptima te sientes donde te sientes y un entorno privilegiado”, comenta Serrera.
Por su parte, el director del Coliseo indica que para lograr esa acústica fueron determinantes los estudios realizados por el profesor Lotha Cremer, “donde se buscó el tiempo ideal de reverberación y las condiciones óptimas de recepción del sonido directo y reflejado para una construcción que contaría con un volumen próximo a los 20.000 metros cúbicos”.
Grandes nombres
Los números son contundentes: 202 títulos de ópera, 80 compañías de danza, más de 80.000 artistas, 4 millones de espectadores. Desde la inauguración del Maestranza, que contó con la presencia de la reina Sofía, han desfilado por su escenario un número tal de figuras de todas las disciplinas que tal vez cabría abreviar preguntándose quién de los grandes no ha pasado por allí: cantantes de ópera como Montserrat Caballé, Pavarotti, Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Juan Diego Flórez, Jonas Kaufmann, Cecilia Bartoli o Philippe Jaroussky; directores de orquesta como Claudio Abbado, Lorin Maazel, Daniel Barenboim o Riccardo Muti; instrumentistas como Rostropovich, Isaac Stern, María João Pires, Grigory Sokolov, Lang Lang, Narciso Yepes o Jordi Savall, entre muchos otros; compositores batuta en mano para interpretar su música como Ennio Morricone, Krzysztof Penderecki o Philip Glass.
También han conocido las tablas del Maestranza bailarines como Mikhail Baryshnikov, Tamara Rojo, Julio Bocca o Ángel Corella, y directores escénicos como Giancarlo del Mónaco, Franco Zeffirelli o Werner Herzog. Por otro lado, como dice el director del teatro, “aunque el Maestranza lleva en su ADN el sello de la lírica, de la danza y la música sinfónica, ha sabido abrirse a una enorme variedad de disciplinas”, lo que ha permitido que en sus archivos figuren estrellas del jazz como Herbie Hancock, Keith Jarrett, Wayne Shorter, Nina Simone o Chick Corea, o flamencos como Paco de Lucía, Mario Maya, Enrique Morente, Manolo Sanlúcar, María Pagés, Israel Galván, Eva Yerbabuena, a los que se han sumado referentes de la canción como Ute Lemper, Caetano Veloso o Chavela Vargas, entre muchos otros.
Asimismo, son numerosas las óperas de producción propia llevadas a cabo por el coliseo sevillano: El barbero de Sevilla de Rossini, Don Giovanni y Las bodas de Fígaro de Mozart, Fidelio de Beethoven, Tannhäuser de Wagner, Turandot de Puccini, El Cid de Massenet, La sonnambula de Bellini, Alahor en Granada de Donizetti, El dictador de Krenek o Così fan tutte de Mozart, muchas de las cuales se han llevado a escena en otros teatros de España, Europa y América tras su estreno sevillano.
Gala exclusiva
Ahora, con motivo del 30 aniversario, el Maestranza ha acogido este fin de semana (18.00 horas) una gala lírica con dirección musical de Juanjo Mena, que reunirá, en exclusiva para la ocasión, a las mejores voces españolas del momento, como Carlos Álvarez, Simón Orfila, José Bros, Airam Hernández, Rocío Ignacio, Leonor Bonilla y Ainhoa Arteta.
Para Menéndez, “un teatro con 30 años no está ni en la adolescencia, apenas está en su fase infantil. Con la tradición que acumula el Maestranza, no me cabe duda de que seguirá estando entre los grandes centros culturales de este país por mucho tiempo. Su porvenir es portentoso”.
“Fui optimista en su momento con el porvenir del Maestranza”, concluye Ramón María Serrera, “y lo sigo siendo con el futuro. A pesar de la pandemia y de la crisis económica, el teatro está en buenas manos y están por venir muy buenos tiempos para él”.
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