“Bambino no era grande, era único”: así acabó la movida con el rey de las salas de fiestas y las gasolineras
Pudo haber sido sacerdote, futbolista o peluquero. Pero Miguel Vargas Jiménez (Utrera, 1940-1999) había nacido para ser una estrella de la música, y eso fue durante una buena parte de su vida. Alguien que, viniendo de un entorno flamenco, revolucionó este arte y llenó con él las salas de fiestas, que ejerció una influencia enorme sobre otros astros como Peret o Raphael, y que, como suele ocurrir a menudo, cayó en el olvido después de su muerte. Un olvido del que pretende ahora rescatarlo el documental Algo salvaje, dirigido por el cineasta sevillano Paco Ortiz, presentado en la Seminci de Valladolid y que pronto podrá verse en el Festival de Cine Europeo de Sevilla (Seff).
“¿Por qué un filme sobre Bambino? Habría que preguntar por qué no se ha hecho antes”, afirma el director. “Julio Valdeón escribió un artículo en el que decía que en otro país un personaje así tendría un colegio, una avenida y unos premios de la música con su nombre. Pero estamos en España y aquí las cosas son como son”.
Ortiz habla de un artista que dio sus primeros pasos en la profesión en el legendario tablao El Duende, de Pastora Imperio, junto al Lebrijano o Rocío Jurado; que se forjó trabajando en el tablao de Manolo Caracol, al que tocaron gigantes como Paco de Lucía o Paco Cepero y fue cabeza de carteles en los que aparecía un entonces joven Camarón. Y que con el tiempo sería banda sonora de Pedro Almodóvar, besado por Ava Gadner y homenajeado por Joaquín Sabina.
Superventas de gasolinera
De la primera etapa de su vida, aquella en la que Miguel Vargas era un chaval de Utrera aficionado al flamenco, se habla solo lo justo en la película. El foco se pone, por el contrario, en el tiempo que arranca cuando llega a Madrid con una mano delante y otra detrás y “como el gusano de seda que se convierte en mariposa, él se vuelve algo así como una estrella del rock, el número uno”, comenta Ortiz. Es ese momento en que Miguel se trasmuta en Bambino.
Para el productor José Carlos de Isla, de Sarao Films, son muchos los atributos que hicieron de él una celebridad diferente: “Para empezar, era alguien que cantaba y bailaba a la vez, lo que no era frecuente entre los cantaores de la época. Además, era un torbellino de interpretación en cada tema. Aunque las canciones no eran de su autoría, se le considera un creador, porque todo lo llevaba a su estilo, lo pasaba por su filtro y lo convertía en algo distinto y mejorado. Por eso, en la cinta Los del Río hablan de uno de sus temas: ‘Eso no era de Armando Manzanero, era de Bambino’”.
Y a él se le atribuyen de hecho los grandes éxitos que hizo populares, entre los 180 que grabó a lo largo de su vida, y que le hicieron ser el superventas de las gasolineras: La pared, Procuro olvidarte, Se me va, Soy lo prohibido, Cantiñas de Utrera, No me des guerra, El poeta lloró, Compasión, Cuando nadie te quiera… Ortiz asiente: “Bambino no era grande, era único. Ha tenido imitadores, pero no herederos, porque nadie puede cantar como él”.
Aspectos controvertidos
Por otro lado, el proyecto no rehúye los aspectos más controvertidos de la biografía del personaje. “Le gustaba mucho la noche, vivía de hecho en ella, y a eso se sumaba una ambigüedad sexual que escandalizaba a muchos. Es más, en sus canciones con frecuencia no se sabe si la letra va dirigida a un hombre, a una mujer o ambos”, dice De Isla. “También abordamos el asunto de cierto desengaño amoroso con una prima suya, lo que según todos los indicios lo marcó para siempre. Bambino será así el cantor de las historias desgarradoras de amor. No hay ninguna superficial, todo en él es profundo y doloroso”.
Ortiz, conocido por su trabajo en filmes como Miguel Poveda, Acariciando el aire. Matilde Coral o Se prohíbe el cante, ha querido introducir algunas píldoras de ficción en el rodaje para apoyar el relato, ya que Bambino no se prodigó demasiado en la televisión. “Era un poco esquivo con los medios, porque tartamudeaba, y eso lo tenía acomplejado”, apunta De Isla.
Para encarnar al joven Bambino han escogido a un sobrino nieto suyo, Miguel Clavijo, “que es clavado al personaje”, mientras que para el artista adulto han contado con el actor Luis Alberto Domínguez. La voz en off corre a cargo de Carlos Herrera, y entre los entrevistados destacan el cantaor José Mercé, el músico Enrique Bunbury, el fotógrafo Alberto García-Alix, los cineastas Gonzalo García Pelayo y Pilar Távora, artistas como Los del Río, Manuel de Angustias o Antonio Carmona, el actor Máximo Valverde, el artista gráfico Nazario, el autor y periodista musical Luis Troquel, el periodista y empresario Justo Molinero o el productor musical Ricardo Pachón.
El declive
Después de reinar durante dos décadas, el ocaso de Bambino llegó con la democracia. Se habla de la movida como la ola que barrió todo el orden establecido en el mundo de las artes. “Cambió el modelo de consumo”, asiente Ortiz. “Bambino era muy caro de ver, se había hecho el amo de las salas de fiestas en las que tenías que comprar una botella de whisky, pero esos ambientes no son del gusto de la juventud. Y el declive coincide con su pérdida de facultades, de un notable deterioro físico e incluso vocal”, afirma. Ese Bambino en franca decadencia dejó los escenarios, volvió a ser Miguel Vargas Jiménez y regresó a su pueblo para pasar sus últimos años de vida allí.
“El salvaje del título se refiere a que Bambino nunca estuvo domesticado por los usos de la época, por ejemplo se negaba a cantar en playback. Era un artista para ver de cerca, no para actuar en el Vicente Calderón. Necesitaba transmitir su desgarro en las distancias cortas. Y es salvaje también porque, viniendo del epicentro ortodoxo del flamenco gitano, como era Utrera, desarrolló su carrera en las antípodas de esa corriente”.
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