Tomás de Perrate: “Cuando empiezas a cantar a los 35, no te basta una palmadita en la espalda”
El cantaor, descendiente de una gran dinastía flamenca y poseedor de una notable personalidad, lanza su disco ‘Tres golpes’ y es solicitado por los más variados artistas
Es el gran deseado del momento. Tomás de Perrate, natural de Utrera (Sevilla), 58 años cumplidos el pasado mes de junio, es descendiente de una familia de rancio abolengo flamenco, emparentado con Manuel Torre, María La Perrata, Juan Peña El Lebrijano, Gaspar de Utrera, Miguel Funi, Bambino o David Dorantes, entre otros grandes, pero lleva mucho tiempo demostrando que esas raíces de las que se siente orgulloso no le impiden volar libremente. En estas semanas, de hecho, actuará con artistas tan diversos como Ana Morales, David Coria o Raúl Cantizano, entre otros, mientras continúa con su carrera en solitario, en la que ha grabado un disco, Tres golpes, tan genuino y singular como él mismo.
Dicho álbum, producido por Raül Refree bajo la dirección artística de Pedro G. Romero, supone el regreso de Perrate tras once años de silencio discográfico. Y lo hace llevando a cabo un trabajo entre la arqueología musical y la creatividad, pues tiene mucho de viaje imaginario en el tiempo. “Es todo, completamente, una fantasía mía”, subraya. “Ahí me pongo en la piel de un gitano estibador del siglo XVI, que descargando barcos se dio cuenta de que traía un potencial cantaor. Él traía sus seguiriyas, sus tonás, sus soleares, y se dio cuenta de que se podía mimetizar con la música ambiente que encontró en esta ciudad, e hizo suya la chacona, se juntó con los negros, hizo de la folía su vida… También es un homenaje a los que se supone que inventaron el flamenco, entre los que probablemente había gente de mi familia”.
Claro que esa ensoñación marinera venía precedida de una larga afición. “Yo siempre he sido hiperaficionado a la música clásica, sobre todo, a la del Siglo de Oro, y especialmente a la proveniente de la guitarra”, comenta Perrate. “Pedro G. Romero me invitó a escuchar la chacona del compositor Juan Arañés y me animó a ir investigando como una simple invitación, sin ánimo de nada. Cuando veo que todo eso está en 6x8 y 3x4, compases que domino a la perfección, me pongo a abordarlos y los tengo en la punta de la lengua. Coincidió con que estaba aprendiendo a autoeditarme, grabé una maqueta y ahí apareció Refree para redondear el trabajo”.
Degeneración flamenca
El propio título del disco, Tres golpes, remite a un fandango callejero de Los Gaiteros de San Jacinto, un grupo colombiano en la tradición de la música africana que llevaron los esclavos y tantos libertos de la zona del Pacífico. Dicha pieza marca la dirección de un repertorio que, en palabras de Romero, se aproxima “a formas que pudieron haber estado en el venero del flamenco, pero que, por alguna razón, se perdieron”, afirma.
“Me refiero a la chacona, la jácara o la folía que Tomás hace, no con la coartada historicista, sino, más bien, imaginando qué hubiera pasado con estas formas si hubiesen atravesado los dos siglos de metamorfosis -algunos lo llamaban ”degeneración“- que significa el flamenco”, prosigue el director artístico. “Finalmente, y a partir de ese mismo sentido, hay formas nuevas para tonás, romances, seguiriyas y seguidillas, un nuevo sonido, táctil, algo que se puede tocar, palpar, pesar”.
Fue el legendario crítico Manuel Acal quien, allá por los últimos años 90, lo escuchó cantar brevemente en una fiesta familiar y advirtió que, a pesar de que aquel vástago de los Perrate estaba “verde, muy verde, es un diamante de muchos quilates”. En 2002, le concedieron el Giraldillo Revelación por su participación en el espectáculo Campiña. Poco después, el siempre avispado Ricardo Pachón, productor entre otros de La leyenda del tiempo de Camarón, lo convenció para grabar un disco titulado Perraterías, al que siguió Infundio en 2011. Rápidamente, se convirtió en un nombre insoslayable, seguido por igual por los ortodoxos y por los modernos afines a las músicas de raíz. Ahora, tras la aventura de Tres golpes, se siente tentado a ensayar una segunda parte de Tres golpes en el que quiere remontarse a los orígenes africanos del flamenco, pero apenas está en proceso de documentación.
Línea de autodescubrimiento
Mientras da forma a ese proyecto, Perrate sigue viviendo su momento dulce y dejándose querer. “No es que sea mi año, pero han pasado veinte años desde que me dieron el Giraldillo, y desde que empecé a cantar he ido manteniendo una línea de trabajo y de autodescubrimiento que, en cierto modo, no ha trazado una línea clara a los ojos de los demás profesionales, o de la prensa”, comenta el cantaor. “No hace mucho preguntaba algún periodista ¿Quién quiere ser Tomás de Perrate?, y no se dan cuenta de que soy así, lo que hago es así, no es que haya estado divagando. Mi naturaleza me lleva del flamenco más fundamentalista a derroteros imprevisibles, como mi idea de descubrirme a la idea de la improvisación, o juntarme con gente del contemporáneo”.
“Son afinidades que yo tengo, pero que no sabes si las puedes realizar hasta que no te metes y cogen su cauce”, concluye el utrerano. Pero no solo se trata de curiosidad, sino también de una notable ausencia de frenos, barreras o tabúes. “Mi familia ha sido en general muy abierta, gente muy liberal y muy especial. Eso, por un lado. Por otro, está el hecho de que yo he empezado a cantar muy tarde, con 35 años. Y a esa edad no te conformas con que alguien te dé una palmadita en la espalda y te diga qué bien lo haces; también necesitas saber qué es eso que te impulsa a cantar. Y es una forma de agradecerle al universo este potencial de voz que me ha dado tan maravilloso, porque tengo metales, tengo energía, no me canso de cantar y creo que tengo un sentido del tempo maravilloso”.
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