Chaves Nogales, el hombre que vio el pasado y el presente… y lo contó como nadie

Alejandro Luque

16 de diciembre de 2020 06:00 h

0

Con la celebración este miércoles del Día de la Lectura en Andalucía dedicada a Manuel Chaves Nogales culmina un año que podría llamarse de consagración del escritor y periodista sevillano, si no fuera porque ya era un clásico indiscutible. Un clásico, eso sí, cuya producción – y también leyenda– han venido “haciéndose” durante los últimos 30 años, y cuya última edición de la Obra completa veía la luz hace menos de un mes en el sello Libros del Asteroide.

Se dice que ha venido haciéndose, porque durante mucho tiempo Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) era conocido apenas como autor de una biografía, Juan Belmonte, matador de toros, y un libro sobre Sevilla, La Ciudad. “Chaves Nogales no existía cuando empecé a estudiarlo”, afirma María Isabel Cintas, máxima autoridad en esta figura, exagerando solo un poco. “Ahora parece que le conocía todo el mundo, pero cuando arranqué mi tesis solo estaban esos libros primeros, el hilo del que fui tirando hasta hoy, ya que mis últimos trabajos sobre él los publiqué antes de la pandemia”.

Para la catedrática de Lengua castellana y literatura, que este martes invitará a su lectura desde la web del Centro Andaluz de las Letras (CAL), el Chaves Nogales que dormía en el olvido y que ella ayudaría a revelar “no es que estuviera escondido en un cajón y yo lo encontrara. Estaba disperso en periódicos, y ha sido un trabajo complicado y arduo encontrarlo. Y el periodista se fue conformando ante mí”, recuerda. Poco a poco irían viendo la luz títulos que hoy son lectura obligada para quien quiera conocer el tiempo de Chaves Nogales, desde el visionario La agonía de Francia hasta El maestro Juan Martínez que estaba allí, Lo que ha quedado del Imperio de los Zares o La defensa de Madrid, sin olvidar una novela de guerra civil que se leía como historia viva, A sangre y fuego.        

“Hoy es un clásico, desde luego. Está totalmente asimilado, sobre todo para los periodistas, y también en el ámbito académico se le trata con mucho respeto y simpatía. Lo bueno de él es que ve el pasado y el presente, y además es muy fácil de leer: desde los 12 años en adelante”, añade Cintas. No en vano, el propio CAL ha publicado un cuaderno didáctico para estudiantes sobre la figura de Chaves Nogales, bajo el cuidado de Juan Antonio Rodríguez Tous.

Un faro de sentido común

Con esta idea coincide al cien por cien Ignacio F. Garmendia, responsable de la reciente edición de la Obra completa de Chaves Nogales. “El rescate de Chaves Nogales tiene muchos hitos, no podemos pretender descubrir a nadie que hoy está más que descubierto”, admite. “Y al mismo tiempo, no hay nada más peligroso que dar a un autor por consabido. Creo que el sentido de esta nueva edición es, además de poner a disposición del lector algunos textos inéditos, poner de manifiesto que, aunque existe una obra narrativa y otra periodística, la una es tan buena como la otra”, subraya.

“Chaves Nogales es bueno en todas y cada una de sus páginas, incluso sus artículos de juventud poseen un gran interés”, prosigue Garmendia. “Y no puede estar más vigente. Ahora que vuelven esas pulsiones frentistas que vemos cada día en la política, el discurso conciliador de este autor es un faro de sentido común. Esa lucidez de no dejarse llevar por los extremismos es profundamente moral, como cuando dice que todas las dictaduras son malas, incluso la del proletariado. Es de los primeros en ver que lo que hay en Rusia es una dictadura y no un paraíso, cuando la mayoría de sus compañeros solo tenían palabras elogiosas para la Revolución de Octubre. Y eso sin ser el clásico anticomunista, sino una persona que sabe ver y no se calla”.

Para Garmendia, “la obra del sevillano te limpia la cabeza, te protege de esas ensoñaciones que pueden llegar a ser tóxicas. Esa lucidez, esa clarividencia, están muy divulgadas, pero no se ponen tan de manifiesto los valores de su escritura: la ironía, la gracia, esa capacidad analítica impresionante que tiene, y que en mi opinión son su mejor conservante, lo que hace perdurable esta obra. Un escritor no tiene que tener siempre razón para que lo sigamos leyendo, pero mientras que otros han envejecido muy mal, a él lo mantiene vivo esa frescura, ese humor que se manifiesta incluso en la Alemania nazi, pocos meses después del ascenso al poder de Hitler”.

Hacedor de periódico    

Por su parte, el propio CAL ha organizado una exposición itinerante, comisariada por la periodista Charo Ramos, así como una publicación especial con firmas como Felipe Benítez Reyes, Anna Caballé, Xavier Pericay o Juan Bonilla. Los principales escenarios de la vida del autor (Sevilla, Córdoba, Madrid, París y Londres) articulan la citada muestra, que incluye como curiosidad las primeras ediciones de las dos obras maestras que Chaves no pudo publicar en España: A sangre y fuego, publicada por Ercilla en Santiago de Chile en 1937, y La agonía de Francia, que vio la luz en 1941 en Montevideo.

“El ambiente de la Sevilla en la que despega su carrera, escribiendo para El Liberal y El Noticiero Sevillano, se recrea con piezas de colecciones particulares sevillanas, como las postales que Chaves escribe a lápiz a su madre desde todos los países y lugares a los que viaja ‘para hacer información’ y que firma siempre como Manolo”, explica Ramos. “Pero además de reivindicar su calidad literaria, yo quería poner el foco en sus aportaciones como responsable y hacedor de periódicos. De ahí que haya numerosos ejemplares del diario Ahora que puso en marcha y convirtió en la cabecera más interesante de la Segunda República, y para el que realizó trabajos tan importantes como su célebre entrevista a Goebbels, incluida en la muestra”.

También se analiza su relación con los intelectuales, a los que supo atraer como colaboradores bien remunerados a las páginas de Ahora (Valle-Inclán, Baroja, Unamuno, Madariaga, Maeztu, Gaziel o su discípula Josefina Carabias), y su compromiso con la opinión, como prueba el editorial Frente a la subversión del 21 de julio de 1936, donde Chaves anticipa ideas que volcará meses después en el célebre prólogo de A sangre y fuego. “De este burgués, liberal y demócrata recordamos también su amistad con Manuel Azaña, que tantas veces evocaría años después Josefina Carabias”.

“Asimismo”, concluye Ramos, “pueden verse algunas ediciones en lengua extranjera que prueban el interés internacional que concitó la obra de Chaves Nogales y la rapidez con que se tradujo: And in the distance a light; Juan Belmonte, killer of bulls en la controvertida versión de Leslie Charteris, o As ruinas do império russo. También se incluye una significativa muestra de la colaboración de Chaves con el semanario francés Voilà, como la traducción a cargo de Joseph Peyré de La vie de Belmonte, o su célebre reportaje sobre la Semana Santa de Sevilla, ilustrado con fotografías de Robert Capa”, apostilla.