El fenómeno de los festivales no es nuevo pero sí la proyección que han logrado en la última década. De contarse con los dedos de las manos a superar los dos centenares solo en Andalucía y casi un millar en España. El sector de la música ha encontrado en los conciertos al aire libre y en directo una salida a la crisis pero la sobreexposición puede pasar factura. No sería la primera vez, cuenta Tali Carretero, codirector del Monkey Week (Sevilla). “Al igual que la burbuja inmobiliaria, nosotros también vivimos nuestra particular burbuja en la década del dos mil”.
Se produjo un boom de festivales, se hincharon los cachés de los artistas y finalmente “llegó el zasca”. “Con la crisis llegaron los primeros guantazos y desaparecieron muchos eventos. Hoy vivimos una segunda burbuja, no hay público para tanto festival”, concluye Carretero. “Si seguimos así nos cargamos la escena musical y no será positivo ni para los artistas ni para los promotores”, advierte Rafael Benítez, director general de AlRumbo (Chipiona, Cádiz).
Lo cierto es que hoy no hay provincia andaluza en la que no se programan festivales. Especialmente en los meses de verano, con una agenda casi completa durante los fines de semana. Desde los festivales “boutique”, de pequeño formato y para un público “más maduro”, hasta los macrofestivales como Alrumbo con un presupuesto que pocas empresas andaluzas igualan: tres millones ochocientos mil euros. Es el festival más importante de cuantos se celebran en Andalucía y uno de los principales a nivel nacional. El año pasado pasaron por Chipiona (Cádiz) una media de 50.000 personas por día, 150.000 durante todo el festival.
“La clave del éxito es un compendio de circunstancias”, explica Rafael Benítez. “os organizadores somos gente que venimos de la música, empatizamos con los jóvenes, ofrecemos buen producto a buen precio y no hemos sido ni exigentes ni hemos tenido prisa por ganar dinero. Nuestro objetivo ha sido crear marca e introducirnos en el mercado”. Y lo han logrado. Este año las primeras entradas han salido a la venta en 29 euros y podrán llegar a los 65 euros a medida que se acerque la fecha del festival. A cambio, un cartel de sesenta artistas -entre los confirmados este verano The Prodigy y Vetusta Morla-.
En la organización de Alrumbo trabajan todo el año una veintena de personas, una cifra que llega a los 1.200 empleados durante los cuatro días de julio en los que se celebran los conciertos. “Este proyecto lo levantamos en 2010 sin ayudas ni marcas patrocinadoras”, solo con la venta de entradas y las consumiciones en barra. El año pasado tuvieron la primera colaboración con un presupuesto mínimo. “Este año, gracias al ruido mediático generado y a los resultados obtenidos, las marcas se están interesando”, aseguran los organizadores. Una apuesta a caballo ganador.
“Esto es una empresa”
Lamentablemente la falta de apoyo institucional y patrocinios es una queja repetida entre los organizadores de los festivales. Entre otros motivos porque no todos gozan de presupuestos como Alrumbo y la competencia es dura. El Monkey Week, por ejemplo, que hasta ahora se celebraba en el Puerto de Santa María y que este año se traslada a Sevilla, se creó hace siete años y “solo hace dos que empezamos a equilibrar la balanza”, apunta su codirector, Tali Carretero. “Mucho dinero te llega al final del festival por lo que te ves obligado a adelantarlo. Los promotores musicales saben de negociar con los bancos”, añade el responsable del Monkey.
“Esto es una empresa y sale adelante asumiendo mucho riesgo, pones un capital y no sabes si saldrá bien o no”, asevera Lucía Jiménez, responsable de comunicación de GlobalMusic360, organizadora, entre otros, del festival Interestelar (Sevilla), Granada Sound y Cabo de Plata (Zahara de los Atunes, Cádiz). “En nuestro caso no vivimos solo de los festivales. Nuestra empresa organiza también el servicio logístico con autobuses oficiales a otros festivales, ciclos de conciertos, llevamos la representación de grupos... Para vivir de la música o estás muy especializado en un ámbito o tienes que tocar varios palos”.
Y la diversificación de los organizadores de festivales se repite también entre los propios artistas que se reparten el verano de festival en festival. “Hay luchas encarnizadas por tener a determinadas bandas en un festival”, asegura Carretero. “Tienen que darse varias circunstancias: que el artista tenga la fecha libre, que no esté de gira, que le guste tu festival, que se fíe”... y para eso es fundamental la rapidez en la elección y buen predicamento.
Algunas contrataciones se hacen incluso con más de un año de antelación. Luego queda compensar lo invertido con la afluencia de público y en eso juega un papel fundamental el escenario y el espíritu del evento. Desde festivales abiertos a familias enteras, a todo tipo de público con ofertas artísticas o talleres, como el Interestelar (Sevilla) o los que se celebran en la playa y dirigidos a un público más joven como el propio Alrumbo o Cabo de Plata, en Zahara de los Atunes. “Es gente que destina sus vacaciones de verano a un plan musical y ese plan son los festivales. Por eso la mayor parte de los festivales que se celebran en la playa incluyen camping”, apunta Lucía Jiménez.
Se trata en definitiva de una nueva forma de hacer turismo. Una semana de playa y conciertos por poco dinero. Según el anuario de Estadísticas culturales elaborado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en 2014 se celebraron solo en Andalucía 118 festivales, 885 en toda España. La cifra se superó abiertamente el año pasado y éste volverá a batir récords. La cuestión es cuántos de ellos volverán en 2016 o se quedarán por el camino.