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Toreros negros, negras flamencas: el rastro de los esclavos y la negritud en la historia de España

María Martínez en el Majesty's Teathre. The Illustrated London News. British Newspaper Archive. |

Juan Miguel Baquero

Mujeres negras de Sevilla. Flamencas. Y toreros negros. Son parte de la historia oculta, silenciada, del rastro de los esclavos que sigue aportando pistas de la época apenas se rasca en el relato de la negritud. Pero fueron protagonistas de un tiempo “que se conoce poco”, como dice el investigador y escritor Jesús Cosano, autor del libro Las Negras de la Inmaculada.

“Es tremendo. Cuando empiezas a profundizar ves lo cerca que está todo, la cantidad de negros que había entonces… Es sorprendente. Aparecen continuamente cosas que se han ido perdiendo”, explica Cosano. La obra transcurre entre finales del siglo XVI y principios del XVII.

En quince relatos, el autor traza “la importancia que tuvieron los negros en los inicios del toreo y el flamenco”. Como Polonia La Cimarrona, que escapó de sus amos, la cantaora Leonor Rico y una actriz con Guantes de Ámbar por nombre artístico.

Y La Marqués, o Juan Coplilla, enterrados en la iglesia de un barrio sevillano “lleno de negros”: San Bernardo. O Elena de Céspedes, la “cirujana, mulata, hija de negra y blanco”. También aquel torero negro de Cádiz llamado Cándido.

Las Negras de la Inmaculada (Aconcagua Libros, 2019) es la segunda entrega de la colección ‘Los invisibles’. Una serie literaria que arrancó con Hechos y cosas de los negros de Sevilla. Y que tendrá próximos capítulos: “Estoy preparando dos volúmenes más contemporáneos, más cercanos, también sobre los negreros, que tampoco se conocen, y de los españoles en África, los traficantes de esclavos”, adelanta Jesús Cosano en conversación con eldiario.es Andalucía.

Los primeros toreros, negros

Los capítulos del libro se apoyan en dos acontecimientos destacados de la sociedad española de esos tiempos: por una parte, las controversias y las luchas fratricidas entre los defensores de la pureza de la Inmaculada y los que decían que no. Entre toda esta gente sobresalen los negros sevillanos.

En estos episodios históricos aparecen “las constantes celebraciones y fiestas de placer que las cortes de los Austrias celebraban por toda España”. Y ahí destaca “el protagonismo que tuvieron los negros en la gran fiesta que Sevilla estaba preparando para celebrar que Roma había aprobado ese dogma”.

En los relatos destaca “la importancia que tuvieron los negros en los inicios del toreo”, contado en el libro con “contundentes imágenes y documentos que lo acreditan”. En el toreo primitivo y en los inicios del toreo a pie. “Y aparecen también negros y mulatos siendo algunos de los que protagonizaron los inicios del flamenco en España”.

Porque Las Negras de la Inmaculada toma Sevilla como centro neurálgico de la narración. De ahí parte, y en esa ciudad cierra capítulo. Pero los episodios transcurren por muchas ciudades. Desde Tenerife a Valencia, Málaga o Cádiz, de Madrid a Valladolid, Monforte de Lemos o Galicia entera… Y América: Honduras, Santo Domingo, Colombia.

Las mujeres, protagonistas

“Las protagonistas de Las Negras de la Inmaculada son las mujeres”, dice Jesús Cosano. Actrices, cantaoras, bailarinas. Y cirujanas y “negras pioneras en la sanidad y el establecimiento de los primeros hospitales en América”. Caso de Elena de Céspedes: “la primera cirujana conocida de Europa, mulata, hija de negra y blanco, que era de Granada y estuvo viviendo en muchos sitios de Andalucía, desde Jerez a pueblos de Sevilla, y acabó en Madrid, donde se casó con otra mujer: era lesbiana”, cuenta Cosano.

En libro está trufado de personajes como Guantes de Ámbar, nombre artístico, una actriz. O Polonia la Cimarrona, “que se escapó de sus propietarios y acabó en Colombia combatiendo a los españoles”. Y Leonor Rico, “una negra portuguesa que cantaba, tocaba la guitarra y bailaba, que actuaba con otros negros en los carros que se contrataban para el Corpus y en fiestas no religiosas”. Durante más de 20 años, “haciendo disfrutar a los sevillanos”.

Sevilla, como ejemplo de aquellos años de esclavitud. Como rastro primario de la negritud perdida en el silencio de una parte de la historia. El conocido como ‘barrio de los toreros’ guarda así la historia de cómo “a la vuelta de los toreros de su recorrido por la España de los Austrias son recibidos por todo el barrio, la mayoría negros”.

“Porque el barrio de San Bernardo estaba lleno de negros”, cuenta Jesús Cosano. Y en la iglesia de San Bernardo hay enterrados “muchos negros”. Como una mujer centenaria, La Marqués, negra esclava, “una negra venerable” en aquel rincón entonces extramuros de la ciudad. O Juan Coplilla, “que así se llamaba, y también está enterrado” en el mismo recinto religioso “junto a muchos más”.

Y es que el rastro aparece en cualquier rincón. Caso de la calle Conde Negro en homenaje al apodo que tenía Juan de Valladolid, “al que los reyes le hicieron responsable de las trifulcas y problemas que hubiera entonces en aquella zona”. Era uno de los “varios corrales de los negros”“ repartidos por Sevilla. O la leyenda que da nombre a la más conocida calle de Sevilla: La Sierpes.

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