- El autor dibuja un mapa peninsular desde “confines” como Gibraltar, Ceuta o Melilla y analiza claves actuales en una entrevista con eldiario.es Andalucía
Hay lugares propensos a estropear los mapas. Espacios que cuartean la convivencia y, al cabo, describen un país que se imagina frontera y está cicatrizado por refriegas históricas. Como España. Porque todas las lindes son arbitrarias, según cuenta en el libro Lugares fuera de sitio el escritor y periodista Sergio del Molino.
“Intento dibujar un mapa peninsular a través de los bordes”, dice el autor en una entrevista con eldiario.es Andalucía. Convertirse en una especie de arqueólogo literario que excava estas fronteras poliédricas que amplifican conflictos y perpetúan el anacronismo de los confines cartográficos.
Y, acaso por esa compleja relación con la política que advierte Del Molino, es capaz de atravesar la realidad con los trazos de “un desclasado”. Como las fronteras entre Cataluña y España: “un anacronismo absurdo a la vez en consonancia con los tiempos”. Los líderes políticos actuales: “fotogénicos, televisivos, oportunistas y cortoplacistas”. O Franco: “si al final acaba en La Almudena, ya es descojonante”.
Sergio del Molino (Madrid, 1979) ganó por unanimidad el Premio Espasa 2018 con Lugares fuera de sitio. La obra es una reflexión histórica sazonada con la experiencia íntima para cuestionar todo límite, toda barrera posible. Una meditación desde los confines de España que resumen y dilatan los dilemas nacionales: Gibraltar, Ceuta, Melilla, Andorra, Olivenza, Llívia o Rihonor de Castilla. Enclaves con la molesta vocación de viciar la armonía de los mapas.
Visita espacios fronterizos, confines de este país. ¿Qué mapa acaba construyendo con Lugares fuera de sitio?Lugares fuera de sitio
Intento dibujar un mapa peninsular a través de los bordes. Lugares pequeños, pueblos, espacios donde los conflictos no se pueden eludir. Donde todo el mundo se siente concernido por la rareza geográfica y geopolítica del lugar y eso les ha convertido en laboratorios de convivencia en muchos aspectos.
Me siento como una especie de… coges una cata y a partir de ahí haces una teoría de la totalidad. No se puede extrapolar a conflictos nacionales pero sí dar una visión mucho más ecuménica y patriotista constitucional que las peleas étnicas en las que estamos metidos hoy en España.
Casi una labor de arqueólogo con eso de las catas.
Sí, arqueólogo literario, de paseante que ve cosas que pueden inspirar. Para oxigenarte y ver España desde comunidades que tradicionalmente están fuera, como Gibraltar, o se han sentido marginadas e invisibilizadas en el conjunto del país.
Como en Melilla, donde presentó el libro junto a esa valla que separa sueños y esperanzas.esa valla
Melilla es un lugar desconocido. Una rareza donde la presión de la frontera marca la vida. Esto ha creado una sociedad muy compleja en poco espacio que no puede reducirse a una caricatura. Desde la península no somos capaces de aplicar el microscopio para ver esa realidad y lo que sufre esa población.
Nadie ve desfilar cientos de inmigrantes provocándole indiferencia. La primera sociedad civil que se rebela, sufre y llama la atención sobre lo que está sucediendo es la de Melilla. Que no pueden soportar que eso esté pasando en la puerta de sus casas. Y son los primeros que asisten, que van a ayudar a los migrantes, que denuncian, que hacen fotos y hacen visible lo que ocurre.
¿Escenifica conflictos de frontera cada vez más actuales, más crudos?
Sí, porque la frontera es una invención muy moderna. La frontera como la entendemos ahora no tiene 100 años. El hecho de crear muros para contener a los bárbaros es algo muy reciente. Y lo hemos naturalizado de una forma brutal. Como la sofisticación de la frontera hasta extremos orwellianos.
Cuando los controles aeroportuarios después de los atentados de 2001 en Nueva York empezaron a ponerse muy duros, pensaba que la gente iba a rechazarlos. Que habría una revuelta y no se iban a someter a esa serie de humillaciones. Y no han hecho más que crecer y las aceptamos con una docilidad increíble. Aunque sean retóricas, porque si un terrorista quiere pasar, va a pasar. Pero a ti te humillan. Esa docilidad ha cambiado la vida de estas comunidades erigidas en torno a las fronteras.
Y en toda esta arbitrariedad fronteriza incluso hay lugares, dicen, con vocación de estropear la armonía de los mapas.
Sí, hay una teoría de que estos lugares son errores que hay que corregir. La retórica de Marruecos dice que hay que corregir Ceuta y Melilla y deben reintegrarse a este país. España piensa que Gibraltar, y Portugal que Olivenza tiene que volver a su Estado. Si no, piensan que están incompletos. Eso es absurdo. Quien quiere que los mapas sean armónicos está manifestando una visión étnica y trasnochada de la política y la configuración de una comunidad. La historia nos ha hecho así. Y hay que aceptarlo sin necesidad de cambiar cromos y andar jugando con los territorios.
¿España es una frontera?
España tradicionalmente se ha configurado como una frontera. Ya desde tiempos del Imperio Romano, Hispania era un finis terrae, el fin del mundo, un lugar ignoto donde al final cuando llegabas a Galicia los barcos se caían. Ahí se acababa el mundo. Y esa noción de frontera prevalece. Aunque es un mito, pero los mitos tienen un poder enorme en cómo las sociedades se ven a sí mismas. Y cuando España se convierte en un imperio esa noción de frontera la traslada a América. España empieza a configurarse siempre como una cosa inacabada, siempre en construcción, siempre frontera.
¿Y para qué sirven fronteras como la creada entre Catalunya y España?
Para empeorarnos la vida. Para complicarla. Es un delirio que no termino de entender. Es muy evidente que levantar esa frontera solo puede conducir a un país peor, más crispado. No tiene ningún sentido querer levantar una nación étnica, que es lo que se busca, donde prevalezca una lengua y una cultura sobre las demás, construir un Estado nación como se hacía en el siglo XIX. Es un anacronismo absurdo pero a la vez va en consonancia con los tiempos. El proceso de Cataluña se enmarca dentro de una tendencia mundial mucho más grande de cuestionamiento del consenso democrático básico que había auspiciado la construcción de la Unión Europea y que ahora se está desmoronando por todas partes.
En una humanidad atravesada por fronteras poliédricas, en tiempos de mundialización del odio donde florecen perfiles políticos como Trump, Bolsonaro o Salvini, ¿qué significa esta deriva?
Estamos viendo brotes de las singularidades étnicas y de unos populismos muy violentos que intentan catalizar un enfado legítimo contra la democracia liberal que no ha sabido imponerse, crear un espacio lo suficientemente fuerte para que no sea atacado por las fuerzas que lo quieren destruir. Y ahora mismo estamos totalmente indefensos. No tenemos capacidad de oponernos a unas fuerzas que son capaces de movilizar y entusiasmar a mucha gente. Es un momento muy peligroso. La comparación con los años 30 es lo más cercano y recurrente, pero no creo que estemos en la antesala de un mundo totalitario.
¿Cree que las derechas españolas están asumiendo esta deriva?
Nunca me canso de subrayar que España es el único país de Europa occidental que no tiene un movimiento fuerte de extrema derecha. Y no ha surgido en 40 años. Por mucho que digan algunos que el PP tal… no es un partido fascista. Los partidos fascistas son fuerzas muy marginales.
¿Vox?
El hecho de que Vox surja y pueda entre en el Parlamento andaluz, o luego en las generales, ¿eso significa que hemos dejado de ser la excepción y que está surgiendo aquí como en Francia, Alemania, Italia o Reino Unido un movimiento nacionalista de extrema derecha? Pues tengo mis dudas. Creo que el fermento, el caldo, sí que está pero falta un catalizador.
Lo que me tranquiliza por ahora es que Vox no es capaz de movilizar, si existe, a una masa crítica de extrema derecha. Puedes dar una demostración de fuerza y dar un poco de miedo, pero no tienen discurso, es muy chabacano, el tipo este entrando a caballo en Andalucía diciendo tontadas… Cuando los partidos de extrema derecha han triunfado en otros países no es porque han dicho estas tonterías sino porque han reunido un líder muy carismático que ha sido capaz de hacerse entender por una gran masa de gente que estaba hasta los huevos de muchas cosas.
¿Pero ve caldo para volcar en esa cazuela?
Si encuentran un líder carismático que sabe dirigirse a todas las masas con la misma fuerza que el Frente Nacional (de Marine Le Pen, en Francia), tendremos un problema.
Hablando de líderes, en los cuatro partidos con mayor representación parlamentaria (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) hay una suerte de nueva generación política ¿Qué le parecen Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera?
Están por hacer. Tienen un grave defecto: una pulsión por el oportunismo político muy acentuada. Y esto se antepone a los proyectos políticos. Igual no son los líderes más adecuados para un momento donde todos están obligados a entenderse. No están dispuestos. Son muy fotogénicos, muy televisivos, muy oportunistas y cortoplacistas. Necesitamos alguien con una visión de Estado más generosa. Durante un segundo lo vi en Pedro Sánchez, pero se esfumó enseguida.
Con el 20N reciente y la anomalía de España con el fascismo, ¿cómo vive la polémica en torno a Franco?anomalía de España con el fascismo
Me pasa como con los toros y la Iglesia católica: quienes hacen que siga existiendo en el siglo XXI son sus opositores. Los franquistas están en sus romerías y cogen fortaleza por la atención mediática que reciben. Pero son políticamente irrelevantes.
Y lo que ha pasado ahora… ha sido un error político muy grave andar meneando el cadáver de Franco. Porque el PSOE ha gobernado mucho tiempo, y lo podía haber hecho en los 80, hace mucho. ¿Por qué precisamente ahora? ¿Por qué hay prisa? Podía esperar a una mayoría más grande, a tener todo más atado, y no improvisar provocando como efecto rebote una exaltación indeseada. Es que si al final de todo esto Franco acaba en La Almudena, ya es descojonante.
Es la prueba de que hay cosas que es mejor dejarlas porque se mueren ellas solas. Si las azuzas constantemente rebrotan y siempre están ahí.
La Transición selló el denominado ‘Pacto del Olvido’ con el estandarte de la Ley de Amnistía. Y el país dejó cosas por hacer. ¿Qué piensa de la denominada Memoria Histórica?
Es una necesidad. La Transición fue un momento muy delicado que se ha denostado mucho pero se hizo por gente muy sensata, con inteligencia política y que tenía muy presente la memoria de la guerra civil. Y que sabía que jugaba con gasolina y fuego. Estaban configurando un Estado encima de un polvorín y milagrosamente salió todo bien, creo que ni ellos saben cómo. Fue una chiripa de la historia.
Una vez pasado ese conflicto llega una nueva generación, con una sociedad democrática asentada y madura que exige saber. Y ahí no se entiende la tibieza en la respuesta del Estado y que esto solo lo haya entendido una parte pequeña de España. Es una rémora grave que arrastramos.
Me da pena mucha gente que se está muriendo sin poder ver reconocido algo tan elemental como enterrar a su padre. Eso es muy grave. No entiendo cómo puede nadie oponerse y por qué. Luego, más allá, el debate de la Memoria Histórica es mucho más complicado y tiene otros recovecos y otras cosas que podemos cuestionar. Pero hay una reparación elemental que debería suscitar el consenso de toda la sociedad española y no lo provoca. Eso sí que es muy inquietante.
Usted tiene una compleja relación con la política. ¿Qué le representa mejor: “apolítico de acción”, nihilismo inmovilista o “extremocentrista”?
[Ríe] ¡Eso porque son insultos que me dirigen! Resulta difícil encasillarme. Y recibo insultos contrapuestos. Ante un mismo artículo unos me dicen ‘rojo de mierda’ y otros ‘menudo facha eres’. Me considero de izquierdas pero de una forma cada vez más naif. Vengo de una tradición política marxista pero no me siento identificado con ninguna fuerza política. Y no voto. Reivindico el abstencionismo de la misma forma que la marginalidad de los lugares de los que hablo. Una muestra de libertad y madurez democrática de una sociedad es el derecho a quedarte al margen.
Acaba como una frontera. ¿Por eso escapa por los límites, por los bordes del mapa, por los Lugares fuera de sitio?Lugares fuera de sitio
Claro, política y literariamente me han interesado siempre mucho los bordes. Porque yo me siento un desclasado. Yo mismo me siento un lugar fuera de sitio. Alguien que siempre se ha sentido desubicado, desde la infancia. Crecí en un entorno de barrio con el que me costaba conectar, identificarme con el ambiente y las expectativas. Y cuando he crecido también me encuentro desubicado. Pero ahora soy adulto y lo llevo bien y me parece una suerte porque te forja una identidad. En la adolescencia era una putada. Siempre tengo querencia, también en mi narrativa, a buscar temas marginales, y personajes y lugares que no suelen aparecer en el centro del relato.