Razones para aplaudir o repudiar la flamencura del 'Motomami' de Rosalía
Más allá de su indiscutible proyección popular, la figura de la cantante Rosalía viene suscitando desde sus comienzos encendidos debates en torno a su condición de flamenca. ¿Es valiosa como cantaora o se trata de un fake? Las opiniones siempre han estado divididas, y lo siguen estando tras la inclusión de unas Bulerías en su último y sonado disco, Motomami.
ElDiario.es Andalucía ha pedido a algunos expertos que valoren esta pieza y, de manera general, el elemento flamenco en la música de la artista de Sant Esteve Sesroviras, y las primeras reacciones han sido dispares.
Carga pop
Así, Carmen Arjona, doctora en Flamenco por la Universidad de Sevilla, asegura: “para mí Rosalía no tiene solvencia flamenca, ya sea respecto a sus canciones o a ella misma. Se halla en territorios musicales más diversos y heterogéneos, no en el flamenco”.
“No cabe duda de que bebe del flamenco y se nutre de él, incorpora compases, ritmos y armonías que le vienen bien, pero todas las músicas se nutren unas de otras”, añade. “Su carga pop es tan fuerte que el flamenco queda relegado, no es protagonista. Yo como aficionada agradezco a Miles Davis que grabara su soleá, pero nadie dijo nunca que eso fuera flamenco”.
Según la estudiosa, “he visto vídeos que explican las Bulerías de Rosalía, señalan en qué se ha basado, qué la inspira, y me parece estupendo y enriquecedor para ella, pero no para el flamenco. Ella tiene un espacio muy importante y digno, avalado por millones de seguidores. Y es indiscutible que tiene una voz interesante y una buena musicalidad. Pero el flamenco está en otra línea creativa y estética, aunque merece evolucionar y crecer como ha hecho siempre. Pero a quienes lo amamos nos importa mantener esa esencia estética, y también ética”.
Momento cumbre
La Rosalía flamenca cuenta también con acérrimos y acreditados defensores, como José Luis Ortiz Nuevo, fundador de la Bienal de Sevilla y gran divulgador de lo jondo; el musicólogo Faustino Núñez, profesor de la artista en el Taller de Músics de Barcelona en 2014 y 2015; o Juan Vergillos, premio Nacional de Flamencología 2017. Para este último, el tema Bulerías, cuarto del disco Motomami de Rosalía consiste, como su nombre muy bien señala, en unas bulerías tradicionales, donde el soporte rítmico lo aportan las palmas, que están en sordina. El tema transcurre en el modo flamenco cambiando hacia el final de la pieza a mayor, es decir, a lo que en el flamenco se llama bulería de Cádiz. En concreto, la melodía de este cante es un tema tradicional popularizado por La Perla de Cádiz, que también interpretó en su momento con gran éxito Camarón“, explica.
“Rosalía lo interpreta con una voz deliciosa, dulce, melosa, y plena de compás, como no podía ser de otra manera en alguien que se inició en el mundo de lo jondo profesional cantando para el baile. La letra la firma Rosalía y es autorreferencial: se reivindica como cantaora de flamenco y hace referencia a clásicos de este arte como Caracol, La Niña de los Peines o José Mercé mezclándola con otros referentes de otras músicas, del rap, del reguetón o de la música experimental. El crítico Carlos Marcos dijo en El País que ‘es una lástima que la canción se llame ‘Bulerías’ arrebatándole identidad a uno de los momentos cumbres del disco’. Estoy totalmente de acuerdo con que es uno de los momentos cumbres del disco, pero no sé a qué obedece el otro comentario: teniendo en cuenta que todo el sector del flamenco sabe que estas son unas bulerías de La Perla, lo que le arrebataría la identidad es que el tema se llamase de otra manera. Por supuesto que no: Rosalía es una mujer inteligente y sabe, es consciente, lo que es de la tradición jonda y lo que no. Por eso es el único tema del disco en el que aparece en los créditos la atribución tradicional”.
La cofradía de 'Rosaliantes'
Entre los detractores más beligerantes está Manuel Martín Martín, crítico del diario El Mundo. “Rosalía es una artista sobrevalorada –asevera– a la que han entronizado al Olimpo de los dioses de lo jondo sin ser innovadora, porque no conoce el cante de La Paquera, La Perla o Camarón ni en la carpeta de los discos, y porque no ataja los estilos, sino que los susurra, los ganguea, y lo que emite surge liviano, empalagoso, sin transmisión, con lo que estamos ante un producto comercial muy bien elaborado por quienes obvian que el arte es estética y no afinar la puntería del propósito individual hacia la vaciedad de la nada”.
Para este analista de lo jondo, la cantante “no llega a la almendrilla de la naturaleza del flamenco, ignora la lenta cristalización de los estilos, su poso de sabiduría no dispone de sedimentos, tampoco alcanza a dar una visión trascendente de lo que propone, y cuando lanza la vocecita de mentirijillas al viento aparece envuelta en una liviandad tan tenue y tan huera que es la antítesis de un profundo sentimiento”.
Martín Martín señala como la fallida prueba de fuego de Rosalía su actuación en la Bienal de Sevilla 2018: “Era su gran oportunidad de demostrar que es cantaora, pero quedó al descubierto validando un cante trampa, una mentira en la vorágine de un engaño que parece verdad. ¿Y por qué? Pues porque es un objeto a vender, un producto bien colocado en el mercado, pero no para cantar flamenco. Es, por tanto, un hípster más de la subcultura urbana, asociada a lo vintage, a lo alternativo, adicta a la música indie y una figura de barro que está al cabo de las últimas novedades tecnológicas y que gestiona el pack completo de las redes sociales como un profesional”.
Más duro, si cabe, se muestra otro veterano de la crítica flamenca, Manuel Bohórquez, director del portal Expoflamenco y conocido detractor de la estrella catalana, a quien tacha de “rosalianta”. “No esperaba nada flamenco de Rosalía en Motomami. Espero, eso sí, una antología, en vista de que José Mercé ha aparcado el proyecto. O sea, anunciada antología del cante del siglo XXI. La muchacha de Barcelona tendría que hacer la del siglo XXII, tirando por lo bajini”, ironiza.
“La bulería de su último disco es una tomadura de pelo. De entrada, la letra es horrible, sin métrica. Si la cantara en vivo en un escenario, sin trucos, sería insoportable. Es un remedo infantil y sin ningún valor artístico”, sentencia Bohórquez. “Siempre he sospechado que Rosalía sabía que cantaba menos que un grillo mojado, pero que se hacía la tonta. Ahora estoy seguro: no solo desafina y da ojana por un tubo, sino que, sabiéndolo, se recochinea incluso en las letras. En lo suyo será buena, pero sigue sin aportar nada serio en lo que al cante se refiere. Quiere dar a entender que investiga, en connivencia con algunos críticos de la cofradía de rosaliantes. Pero hacer un remedo de la Perla de Cádiz no es investigación”.
Por lo demás, se trata de uno de los muchos motivos de controversia que rodean a una creadora que ha logrado fidelizar tanto a sus fans como a sus detractores, y que parece capaz de suscitar todo tipo de emociones, salvo la indiferencia.
25