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Entrevista

Manuel Liñán, coreógrafo: “La homofobia existe en el flamenco porque existe en el mundo”

Liñán ha sido premiado con el Max del público

Alejandro Luque

Granada —

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Manuel Liñán recuerda que el origen de ‘¡Viva!’, su último espectáculo, se remonta a su más temprana infancia, cuando a escondidas se vestía con la falda de su madre, se ponía flores en el pelo y se maquillaba. Hasta que este bailaor y coreógrafo granadino de 40 años decidió convertir el recuerdo en propuesta escénica; aunque no esperaba que fuera a convertirse en una de las sensaciones de la temporada en el ámbito flamenco, o que fuera a conquistar el premio Max del Público.

“Todo nace de un anhelo”, explica. “Pretender recuperar algo que se convirtió en privado por miedo a las represalias familiares, sociales o artísticas. Y reivindicar el derecho a elegir cualquier prenda o movimiento que a uno se le antoje, sin necesidad de preguntarse a cada momento si es de hombre o de mujer. Esa es la razón por la que, donde unos ven una propuesta transgresora, yo digo que es regresora: es volver a aquel momento, desde el respeto, la formalidad y la seriedad con que siempre he entendido el travestismos”.

Siete bailaores sobre las tablas, con el atuendo y los movimientos que se atribuyen a las bailaoras. Así comenzó el desarrollo de un espectáculo que la compañía acogió desde el primer momento como algo especial. “Algunos de los bailaores habían tenido experiencias similares a la mía, y desde luego todos aceptaron entrar en el juego desde el minuto cero. Nos hemos reído y nos hemos emocionado mucho, tanto en escena como en peluquería, maquillaje... Lo más difícil para mí ha sido mantenerme en el papel de director, cuando en realidad lo que me pedía el cuerpo era hacer travesuras con ellos”, sonríe Liñán al recordar los ensayos.

Enmascararse para desnudarse

Estrenado en febrero del año pasado en Madrid, en los Teatros del Canal, ¡Viva! no es, evidentemente, el primer montaje en que un varón se viste de mujer. En la mente de todos los aficionados están esos personajes femeninos –los lorquianos especialmente– que han sido defendidos por bailaores. Lo singular en el trabajo de Manuel Liñán es que en este caso el elenco no representa a ningún personaje. “Queríamos mostrar a la sociedad que seguimos siendo nosotros, no representamos a nadie más. Hasta cierto punto nos enoja que nos sigan preguntando, ¿tú de qué te vistes, quién eres? Ante eso solo puedo responder una cosa: soy yo mismo. Con el travestismo he llegado al fondo de mi alma”, afirma.

En efecto, el creador granadino define la transformación a la que se someten los bailaores como “enmascararse para desnudarse”. Además de usar peluca, todos emplean en abundancia maquillaje y complementos, “porque nos encanta, es la manera de recuperar esos momentos tan íntimos”, asevera. Pero también hay un reto de fondo: cuestionar lo que las convenciones llaman ropa o baile “de mujer” y “de hombre”.

“Queríamos desafiar los roles”, prosigue Liñán. “Desde que empecé a bailar, me dejaron claro que había una forma de mujer y otra de hombre. Pero yo nunca he compartido esa distinción. Recuerdo que veía a mujeres que no cumplían esas normas estéticas, y me encantaban. Y siempre me costó mucho encajar esa separación por sexos: mi búsqueda, a lo largo de mi carrera, ha tenido mucho que ver con encontrar un lenguaje que no se encasillara en ninguna de las dos formas. Por supuesto, he tenido que aguantar críticas contra mi baile afeminado, amanerado o poco viril”.

La andadura de ¡Viva! ha sido hasta la fecha más que exitosa, especialmente en el Festival de Jerez, donde fue aclamada por crítica y público. ¿Significa esto que ya nadie se escandaliza por ver a hombres bailando vestidos de mujeres? “Eso nunca falta”, responde Liñán. “Hemos seguido viviendo ataques e insultos en redes sociales, nos dicen que lo que hacemos es una falta de respeto… Pero por otro lado ha habido una gran aceptación, no nos esperábamos que fuera tan buena”.

“El público no ha visto a hombres ni mujeres, sino a seres humanos bailando”, celebra. “Mi madre tenía mucho miedo antes del estreno, ¿cómo vais a hacer eso? Estaba muy nerviosa pero luego lo disfrutó un montón, se ha vuelto fanática del montaje. Y es curioso, cuando le pregunté si le había gustado el vestuario, me confesó que no recordaba qué llevábamos puesto. Es lo que más me gustó”.

Llegó la Covid-19

Cuando estalló la crisis de la Covid-19, Liñán y su compañía estaban a punto de viajar a Estados Unidos para realizar una gira que les llevaría hasta México, y el mismísimo New York Times les dedicó un amplio reportaje lleno de piropos. Y aunque la pieza especificaba la homosexualidad del creador, él asegura que el dato no tiene importancia: “Mis trabajos nunca han hablado de con quién me acuesto ni con quién no. De hecho, creo que la homosexualidad debería desligarse del travestismo, porque la orientación sexual no tiene nada que ver con la estética. Conozco a bailaores heteros a los que les habría encantado trabajar aquí. Ojalá algún día el hombre pueda vestirse con cualquier ropa en escena”.

Por último, sobre la vieja polémica de si hay homofobia o no en el flamenco, Liñán zanja el asunto con elegancia: “La hay, la hemos vivido. Pero no me gustaría responsabilizar al flamenco. El flamenco no es homófobo, pero hay gente homófoba, individuos, en él. La homofobia existe en el flamenco porque existe en el mundo, y nuestro arte no viva aislado de aquél”.

Una de las manifestaciones más sutiles es, según el bailaor, que los elogien como algo cómico. “Qué gracioso, qué aje, estáis sembrados”, les decían. “Pero no por travestirnos tenemos que caer en la comicidad. Claro que eso ha sido también desde siempre un refugio para el homosexual. Cuando yo era chico y en una fiesta me vestía de mujer, también me decían que era muy gracioso. Uno iba de Batman, otro de Superman, y yo con una falda de lunares. Pero yo iba en serio”, apostilla.

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