'Upon entry', una hora de pesadilla en el aeropuerto de Nueva York
En un momento de Upon entry (La llegada), Elena (interpretada de forma soberbia por Bruna Cusí) se muestra dispuesta a bailar. La han vencido, y cualquier espectador probablemente sienta compasión y rabia tras haber asistido a un interrogatorio absurdo, cruel y extenuante en una frontera aeroportuaria de Estados Unidos. Upon Entry, el debut como directores de Alberto Rojas y Juan Sebastián Vásquez, es una película cruda y directa que pone el broche a la sección oficial del Festival de Málaga. Deja un amargo (y estupendo) sabor de boca y no sería una sorpresa que lograse algún premio, como mínimo para Cusí y Alberto Ammann, que interpreta a Diego.
Upon entry es un puñetazo contra algo parecido a la banalidad del mal: el abuso de poder de los funcionarios fronterizos, cuya supuesta profesionalidad es la cobertura burocrática de la tortura psicológica y la humillación. “Queríamos plasmar el terror de cruzar una frontera, y cómo de dónde vienes y dónde te crías te puede formar tu carácter”, comenta Vásquez.
La película de Vásquez y Rojas, ambos venezolanos residentes en Barcelona y coguionistas, condensa en una hora decenas de historias vividas por personas normales y corrientes en cuchitriles aduaneros, siempre en nombre de la seguridad nacional. El espectador asiste a la vejación maquinal de dos personas a manos de dos personas, que tan solo cumplen su trabajo.
No hay nada inventado o exagerado, explican los directores, que para escribir el guion echaron mano de decenas de vivencias cercanas. La escena del baile está escrita a partir de la experiencia de la pareja de Vásquez. “Quisimos plasmar este horror a través de experiencias personales nuestras y del entorno. Y era fácil llegar a historias que habían pasado por esto”. Hay incluso un programa de televisión, Patrulla de fronteras USA, con material suficiente para una serie.
Un retrato de la absurdidad
En Upon entry, los agentes (Ben Temple y Laura Gómez) escudriñan en los pliegues de una pareja que quiere trabajar y vivir en Estados Unidos, en busca de alguna irregularidad. “Esta entrevista tiene la última palabra”, les dicen para marcar el terreno y allanar la humillación. En esa habitación sin conexión al exterior no hay límite a la tortura psicológica. Hay una deshumanización del que está al otro lado de la mesa: el funcionario puede preguntar por la frecuencia de las relaciones sexuales, exponer sus flaquezas, minar la confianza de la pareja, destruirla. “¿Está usted nervioso?”, pregunta la agente de fronteras del Aeropuerto de Newark, como si eso fuese indicio de algo. “Sí”, admite Diego, que tiene que explicar lo obvio: ¿Quién no se altera en semejante trago?
“Una vez que los superas sientes que ha pasado muchísimo tiempo. Son cuatro horas, pero sientes que te ha cambiado la vida, y se producen lesiones psicológicas que se tendrían que cuantificar”, comenta Vásquez: “Este es el retrato de la absurdidad de estos procesos. Sacuden, revuelven todo para ver qué encuentran. Te acaba de cambiar la vida, pero para el otro es un día más en la oficina”.
Sidney Lumet como inspiración
Upon entry es una película de apariencia pequeña (17 días de rodaje sin apenas exteriores, 74 minutos de duración -60 de interrogatorio- y cuatro actores principales) que se levanta sobre un duelo de dos contra dos cuya intensidad va in crescendo hasta la cima.
Amman, que interpreta a un venezolano que aspira al sueño americano, compone un personaje asustado y huidizo, lo que acrecienta las sospechas. Su carácter es el reflejo de quien lleva tiempo huyendo y ya no tiene donde volver. “No soy venezolano, lo he tenido más fácil porque soy argentino y dentro de Latinoamérica se nos mira un poco mejor, sobre todo si eres blanquito. Pero no dejo de ver la realidad de la región de dónde vengo”, explica Ammann. En cambio Elena tiene el “privilegio” de ser una mujer europea. Tampoco es demasiado en el aeropuerto de Nueva York.
A la película la elevan unos diálogos afilados que no caen nunca en la impostura. Sidney Lumet (Doce hombres sin piedad) es una de las inspiraciones confesadas. “Había un arte en esas escenas de policía-expolicía o padre-hijo. Tenían principio y fin. Sabía dónde clavar la cámara. Iba al grano, pero no traicionaba los sentimientos de los personajes”, comenta Rojas.
Upon entry es una película artesanal, supuestamente pequeña, pero universal cuando habla del miedo, del poder o de la esperanza. Premiada ya en varios festivales internacionales, no sería extraño que se llevase también algo de Málaga.
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