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Francisca González, toda una vida esperando para rescatar los restos de su padre del Valle de los Caídos

Los restos de Juan González fueron trasladados al Valle de los Caídos en 1959.

Néstor Cenizo

6 de diciembre de 2021 20:38 h

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Francisca González, vecina de Arriate (Málaga), está bien de salud pero hay algo que le duele más allá de los achaques de la edad y que tiene que ver con la desesperación. A sus 85 años ha hecho muchas cosas pero le queda, dice, la más importante: recuperar los restos de su padre, guardados de manera ignominiosa en una caja a medio millar de kilómetros. Tras la reciente paralización de las obras de exhumación del Valle de los Caídos, teme no llegar a tiempo: “No sé si podré recuperarlo antes de morirme”. Es una de las pocas descendientes directas en primer grado (hijos o hijas) de víctimas enterradas en Cuelgamuros.

A Juan González, el franquismo lo sacó de su pueblo para llevarlo al frente. Lo detuvieron el 9 de febrero de 1937, cuando la juía a Málaga (o la desbandá). Y aunque luego lo soltaron, poco después lo llamó a filas. En su reclutamiento forzoso pudo tener que ver que dos de sus hermanos fueran republicanos, o que alguien del pueblo se librase así de ser él el alistado o, seguro, que Juan y su mujer no pudieran encontrar los papeles del casamiento, porque habían ardido en la quema de la Iglesia. Así que, a pesar de la niña, a Juan lo mandaron a pegar tiros y de un tiro en Montemayor (Córdoba) murió.  

Durante años, la madre de Francisca buscó a su marido en las fosas comunes de Jerez, a cuyo hospital él fue a parar antes de morir. La mujer murió sin encontrarlo y guardándole el duelo. Pero Francisca y sus hijos recogieron el testigo, y dieron con el documento que consignaba que su padre fue trasladado al Valle el 4 de marzo de 1959. Habían pasado 75 años desde que le perdieron la pista.

La paralización por orden judicial

Desde entonces toda la ilusión de Francisca está puesta en recuperar los restos de su padre. Se hizo pruebas de ADN y obtuvo la resolución del Ministerio de Justicia que declara que fue víctima del franquismo dos veces (en vida y ya muerto). Hizo lo que se le pidió. Pero el 18 de noviembre, un auto del juzgado contencioso-administrativo 10 de Madrid paralizó la primera fase de las obras para exhumar e identificar las víctimas inhumadas en la cripta de la Basílica de la Santa Cruz. Estimó así la solicitud de la Asociación por la Reconciliación y la Verdad Histórica, que recurrió la licencia de obras concedida por el ayuntamiento de San Lorenzo del Escorial.

Francisca llegó a visitar el Valle de los Caídos, aunque ahora no sabe muy bien para qué. Fue en febrero de 2019. Apoyándose en sus hijos y linterna en mano, le hicieron pasar por escaleras sin iluminación hasta desembocar en una estancia lúgubre. “Aquello era para verlo: un montón de cajas amontonadas, las de abajo estropeadas porque les ha estado cayendo el agua. El salón lo habían desalojado porque se estaba rompiendo el muro. Había una habitación con la puerta medio abierta, con los huesos que llegaban hasta el techo”, recuerda. “Me preguntaron cuándo se lo habían llevado, les contesté, y me pusieron en el centro: 'Ahí arriba está su padre'. Es lo más cerca que he estado de él”.

Aunque regresó con el cuerpo malo y pasó varias noches sin dormir, se quedó con la idea de que pronto recuperaría los restos de su padre. Pero pasaron todavía dos años y medio antes de que Patrimonio estuviese listo. Cuando todo parecía arrancar, y nada más empezar (el pasado septiembre), los trabajos pararon por orden judicial. La jueza, con la oposición de la abogacía del Estado y el ayuntamiento, adoptó esta medida cautelar mientras examina el fondo de la demanda principal. La demandante, la Asociación por la Reconciliación y la Verdad Histórica, cree que “el derecho a la intimidad” de los fallecidos y de sus familias, así como su “sagrado reposo eterno”, se verían vulnerados por las obras y que se necesita un Plan Especial para acometerlas, y no una simple licencia.

“Hasta con Dios me estoy rebelando un poquito”

80 familiares han solicitado recuperar los restos de sus allegados de Cuelgamuros, y muchos han fallecido esperando. Francisca González conserva con mimo las decenas de cartas que su padre envió del frente y una foto: se ve a su padre con el uniforme. Sujeta la foto que le envió su mujer, posando con su hija Francisca, que entonces tenía nueve meses. Esta vez ella dice que prefiere no salir en la foto. Le basta con que su denuncia se oiga.

En este tiempo, sí fue posible sacar al dictador. González lo celebra, pero inmediatamente añade: “A Franco lo han sacado y sus familiares saben dónde está porque lo han puesto donde han querido, pero yo al mío no. ¿En qué cabeza cabe?”.

Está harta, amargada y desilusionada. Con quienes “ponen en palos en las ruedas”, pero también con los políticos porque pensaba que todo iría más ligero. “Alguna vez digo que no le han puesto los reaños, y que esto son cosas electorales para ganar votos. El voto mío va para la izquierda, lo tengo claro, pero a veces pienso que son todos iguales”, cuenta. “¿Cuántos años llevamos de democracia y no han hecho nada?”, se pregunta, antes de apuntar más alto: “Hasta con Dios me estoy rebelando un poquito”.

“Esto no es cualquier cosa: con 85 años que tengo y que todavía esté luchando por esto...”, dice. “A ver si les da vergüenza a alguien tenernos sufriendo así. Porque yo no me quiero morir hasta que no tenga aquí a mi padre”. Le ha reservado un lugar junto a su madre en Arriate, de donde lo sacaron a la fuerza y a donde sigue sin poder volver.

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