Maria Ressa, periodista filipina: “Tenemos que encontrar un nuevo contrato entre el poder y los periodistas”
Con cada ejecutado a balazos en las calles de Manila, o a cada nueva amenaza Facebook, la periodista filipina Maria Ressa se agarra más fuerte a sus principios. Estos son, dice, los de la libertad como ciudadana para ejercer su libertad de expresión, y su obligación como periodista para denunciar las prácticas del gobierno de Rodrigo Duterte, ya sean las miles de ejecuciones extrajudiciales bajo el pretexto de la llamada guerra contra las drogas, o las mentiras institucionales propagadas a golpe de troll.
Su agenda internacional y recoger algún que otro reconocimiento por su defensa de la libertad de prensa han hecho que, un par de días antes de mantener esta entrevista, se enterase en París de que su Gobierno pretende acusarla a ella y a su medio, Rappler, de un presunto delito de evasión fiscal, por el que podría ser condenada a diez años de prisión.
La advertencia del Gobierno filipino ha puesto en guardia a los medios internacionales. Si finalmente presenta la acusación, y todo hace indicar que sí, el Gobierno completaría una serie de siete casos contra Rappler, un portal independiente de noticias especialmente crítico con Duterte.
Ressa estuvo en Málaga para recoger el premio el Premio Internacional Libertad de Prensa, concedido por la cátedra Unesco de Comunicación de la Universidad de Málaga, por su contribución a la defensa de las libertades públicas en Filipinas. “No nos intimidarán, no tenemos otro negocio que Rappler. Somos periodistas, lo llevamos en la sangre y pusimos todo lo que tenemos en Rappler, así que seguiremos peleando”, dice.
El 10 de noviembre, el Departamento de Justicia anunció que tenía motivos para acusar a Rappler y a usted misma por evasión fiscal. ¿Esperaba esta acusación?
No esperaba una acusación porque creo que nos lleva a un nivel totalmente diferente: puede emitirse una orden de detención, puedo ir a la cárcel con una pena de diez años… Creo que hacer una acusación sobre una base tan endeble… Dicen que somos evasores porque nos clasifican en “vendedores de valores” [“dealers of securities”]. Obviamente somos periodistas, no brokers. Esperan que paguemos los impuestos como si vendiéramos y compráramos valores.
El hecho de que ni siquiera hagan la definición correctamente me demuestra que han maleado el imperio de la ley a un punto que se ha roto. Viola absolutamente mis derechos constitucionales porque no deberían estar arrastrando mi nombre y el de Rappler en un procedimiento penal sin ninguna prueba. No quieren ser cuestionados sobre la guerra contra las drogas, sobre las mentiras en las redes sociales que alienta el Gobierno, y la manera en que nuestro país está dirigido por la violencia, el miedo y estas mentiras.
¿Qué espera del proceso?
Tengo… Tenía fe en que todavía hay buenos hombres y buenas mujeres dentro del gobierno filipino y el sistema judicial. En el caso que llegó a la Corte de Apelaciones, el 75% de lo que pedíamos se nos dio. Es el caso en el que se nos dice que estamos influidos por extranjeros, y se devolvió a la agencia regulatoria. Creo que es un indicador. Pero creo que es muy difícil oponerse al presidente Duterte, el más poderoso que hemos tenido en décadas. Controla el Ejecutivo, el Legislativo, y antes del final de la legislatura habrá nombrado 13 de 15 magistrados del Tribunal Supremo. Será un poder judicial de Duterte. Así que están asustados, vinculados o corrompidos. ¡Y eso me asusta!
Usted ha dicho que pretenden ejercer la mayor intimidación posible. ¿Se siente intimidada?
Sabe, sería estúpida si… El Gobierno tiene unos poderes amplísimos, pero este es el momento en que tenemos que mantenernos firmes y decir: “El Gobierno está abusando de su poder”. Y ciertamente, si miras la guerra contra la droga, la Policía admite que 5.000 personas han muerto en tiroteos policiales, que son los más pobres entre los pobres. En julio de 2016 había una media de ocho cadáveres cada noche. Sin juicio. No sabes si son culpables, pero los están matando. Y el hecho de que los filipinos se lo cuestionen me preocupa. Human Rights Watch dice que ha habido decenas de miles de muertes en la guerra contra las drogas.
Estamos viendo esto delante de nuestros ojos. Nuestro país ya estuvo bajo la Ley Marcial en los 70, este es el momento en que tenemos que decir: “Mira, esto está cambiando, y si no lo paramos solo va a empeorar”. Sé que el Gobierno tiene mucho poder, y ha abusado de ello, pero continuaremos haciendo nuestras historias. Creo que es muy importante que los filipinos sigan sabiendo, enseñar lo que está pasando, mientras podamos.
¿Ha cambiado su manera de trabajar?
Estamos intentando que no, pero por supuesto es una distracción, y está consumiendo muchos recursos. Paso mucho tiempo combatiendo las acusaciones. Rappler es una startup. Estamos tratando de juntar la disciplina del periodismo con la tecnología y la comunidad. Nuestro cartel en el ascensor dice: “Construimos comunidades”. Y alimentamos a nuestra comunidad con las noticias y la información, que construyen comunidades de acción. Lo estábamos haciendo bien hasta que nuestro propio Gobierno nos atacó. Necesitamos enfocarnos más en la tecnología, pero el dinero que dedicaría a eso lo necesitamos para defendernos.
¿Espera que se emita una orden de arresto contra usted?
Es el siguiente paso, y debes prepararte para lo peor y esperar lo mejor. Creo que si el Gobierno lo hiciera sería realmente la muerte de la Democracia. No he hecho nada mal, sólo ser periodista. Así que si soy arrestada, lo pelearé por supuesto, pero supondrá otro hito hacia una dictadura.
Dice usted que Duterte es el presidente más poderoso en décadas. ¿Por qué le preocupa tanto Rappler?
No tengo ni idea. ¡Rappler es una startup! Empezamos en 2012, pero desde que llegó al poder ha amenazado a la mayor televisión, ABS-CBN, a la que ha amenazado con no renovar su franquicia, y ha amenazado el mayor periódico, The Phillipine Daily Enquirer, presentando demandas contra los dueños y nombrándolos después en un discurso ante la nación, por lo que decidieron vender. Después fue el turno de Rappler. Creo que somos el único medio digital de noticias, y el presidente sabe de nuestro poder porque cuando cubrimos su campaña, creo que le ayudamos a alcanzar audiencias a las que quería llegar.
¿Por qué ustedes?
Quizá la diferencia es que yo aguanté el pulso, no me voy a callar. Durante un año, recibimos muchos ataques anónimos en redes sociales, antes de que el presidente nos nombrara en su discurso sobre el estado de la nación en julio de 2017. Cuando nos nombró, respondí inmediatamente en Twitter y le dije: “Presidente, está equivocado. Somos 100% filipinos”. Y después de eso, vinieron los casos judiciales. Otras empresas periodísticas tienen otros negocios. Rappler no. Cuando mire dentro de una década, quiero saber que hicimos todo lo que pudimos en este momento, como periodistas, para proteger los derechos y las responsabilidades que tenemos bajo la Constitución.
Usted suele apelar a la responsabilidad de los funcionarios independientes para el mantenimiento de la democracia.
Sí. Sé que su conciencia les quema. Y sé que saben distinguir entre lo que es justo y lo que no. Y quiero que sean una luz, como los periodistas. Podemos elegir no hacer nuestras historias. Es fácil dar un paso atrás. ¿Pero a qué estaríamos renunciando? Quiero que los hombres y mujeres en el sistema judicial, que defienden nuestros derechos constitucionales, sean conscientes de que cuando eligen estar callados o cuando eligen ponerse del lado del Gobierno cuando va contra la Constitución, están contribuyendo a acabar con la Democracia.
Duterte retiró a Filipinas de la Corte Penal Internacional el pasado mes de abril. ¿Cree que hay posibilidades de una investigación internacional? retiró a Filipinas de la Corte Penal Internacional
Creo que todavía se está intentando, y puede ayudar. Sé que nuestro gobierno estaba muy preocupado por estas investigaciones de la CPI. Ha sido condenado por todas las ONG internacionales sobre derechos humanos. No se puede admitir que has matado 5.000 personas con impunidad, y nadie ha sido perseguido por ello. Nuestros últimos reportajes sobre la guerra contra las drogas los hicimos desde la perspectiva de los asesinos, hablamos con algunos, y nos dijeron que la Policía les pidió y les pagó por matar.
La CPI necesita mucho tiempo, y el Gobierno se mueve muy rápido. El presidente Duterte fue alcalde de Davao desde 1988, y esa es una de las razones de que el sistema de controles haya saltado por los aires, porque el poder de los alcaldes viene de la acción rápida, pero cuando te mueves a nivel nacional es más difícil coordinar la acción rápida, así que esa es la fortaleza y la debilidad del presidente.
Usted ha sido periodista durante más de 30 años. ¿Cuándo y por qué decidió fundar Rappler?
Trabajé para CNN durante más de 20 años y decidí volver en 2005. Trabajé durante cinco años dirigiendo la mayor televisión en Filipinas y allí me di cuenta de que estaba empezando una revolución digital. Yo quería poner el foco en lo digital, porque sentía que podía ser revolucionario. Si podemos hacer un vídeo y ponerlo en tu teléfono, y usar las redes sociales para un bien social, el potencial es increíble. La idea fue llevar la disciplina y los estándares éticos del periodismo tradicional, combinarlo con tecnología y crear comunidad. Queremos crear comunidades de acción. Las instituciones filipinas siguen siendo muy débiles por la corrupción, así que ¿por qué no crearlas? ¿Hacerlas participativas? Creo que lo hicimos muy bien hasta 2016.
Cuando se le pregunta por la línea que separa al periodismo del activismo, Caddy Adzuba, quien ganó este premio el año pasado, dice que un periodista es un activista. ¿Está usted de acuerdo? dice que un periodista es un activista
La misión básica del periodismo es hacer que todo el poder sea responsable ante la gente. De modo que desde su misma base, sabes cuál es la meta. Y ese es el papel de un activista. No esperamos sentados a que el Gobierno lance su nota de prensa. Observamos activamente, preguntamos… Yo vengo de la era dorada de CNN, en la que volabas a un país porque cubría todo el sudeste asiático, y en ese punto no te implicas. Pero ahora vivo en Filipinas y veo el gran potencial de crear comunidades de acción. En esa idea, la meta es ayudar a construir una sociedad mejor. Y ese siempre ha sido el objetivo del periodismo. El modo en que los gobiernos autoritarios y populistas nos están presionando nos ha forzado a convertirnos en activistas en una forma diferente a nuestro pesar. Cuando el Gobierno y en redes sociales, y también el jefe supremo, sea Trump o Duterte, te pintan como el enemigo, y todo lo que tú estás haciendo es tu trabajo, estás obligada a responder. ¿Soy una activista ahora? Por supuesto. Estoy luchando por la justicia, contra la impunidad y por los principios constitucionales.
Duterte llegó al poder en 2016. ¿Qué cambió para los medios?
Lo cambió todo. Fuimos unos de los pocos medios que cubrió la campaña del alcalde Duterte de forma intensiva, porque cubrimos a los cinco, sin apoyar a ninguno. La primera vez que el presidente realmente golpeó la conciencia nacional fue en un debate que organizamos en enero de 2016. Cuando asumió el poder, casi inmediatamente, su maquinaria de redes sociales, que había sido muy eficaz, se convirtió en un arma. Entonces empezó a ahondar en las fracturas sociales, como en la brecha entre ricos y pobres, entre la capital Manila y las provincias… Esperábamos que el presidente uniera y no pasó. El Gobierno dijo que continuaría con sus campañas en las redes sociales, así que empezó una utilización [weaponization] de esas redes, que empezó casi a la vez que la guerra contra las drogas, que empezó en julio de 2016. Ambas están basadas en la violencia y la impunidad.
Tanto en el mundo real como en las redes sociales empezamos a ver violencia y odio. Los objetivos eran los periodistas y cualquiera que fuese percibido como crítico con la guerra contra las drogas. Así que hay violencia, que instila miedo, y el miedo viene de las mentiras. Así ha cambiado el ambiente. Creo que nuestra democracia es más débil, la gente tiene miedo de hablar.
¿Ha tenido éxito Duterte con esta estrategia?
Absolutamente. ¡Absolutamente! Incluso si miras a su índice de popularidad: fue un presidente muy popular en algunos momentos, con un 88% de aprobación. Pero también ha logrado el éxito con su máquina de propaganda en redes sociales: cuando dices una mentira un millón de veces se convierte en verdad. ¡La gente no lo sabe! Creo que esa es una de las razones por las que seguimos en la lucha. Queremos que la gente sepa que está siendo manipulada. Facebook es increíblemente importante en Filipinas. El 97% de los filipinos con Internet tiene Facebook. El hecho de que Facebook permita que se propaguen mentiras es muy alarmante, porque no tenemos una verdadera esfera pública. No sabemos cuáles son los hechos, y no sabemos en quién confiar. Esto es muy parecido a la desinformación rusa. Alimentan la desconfianza y la confusión, y la voz con el megáfono más potente gana la narrativa pública.
Dice usted que no existe un poder como el de los gobiernos, pero las grandes empresas tecnológicas mantienen gran parte del poder de decisión sobre lo que ocurre en sus plataformas.
Sí, claro. Facebook, YouTube, Google son ahora globales, así que la desinformación rusa es global, y ese es el peligro. Estas plataformas norteamericanas no entienden nuestras culturas. Los países más vulnerables son aquellos cuyas instituciones son débiles, que son más vulnerables a estas tendencias dictatoriales. Cuando tus instituciones son débiles, pierdes la democracia. Trump o Duterte tienen tácticas y estilos similares, pero Trump en Estados Unidos está limitado por un sistema de contrapesos de las instituciones. En Filipinas, Duterte tomó todas las instituciones.
¿Cuál cree que es la influencia de líderes como Trump o Duterte en la consideración global hacia la libertad de prensa?
Se animan unos a otros. Todo esto está conectado con un nuevo ecosistema informativo, que está cambiando el poder geopolítico. Siempre dijimos que la información es poder, y creo que lo que estamos viendo es una transformación: los periodistas ya no son los guardianes. Los nuevos guardianes son las plataformas tecnológicas, y las redes sociales en particular. Así que, ¿quién toma la responsabilidad de la esfera pública? La idea detrás del algoritmo de Facebook es que tu realidad puede existir. Tu realidad, mi realidad, y la realidad de cada uno, y nadie puede discutirlo, porque estamos creando nuestro propio algoritmo personalizado. ¡Pero eso está mal! Porque todas nuestras realidades tienen que coexistir en la esfera pública. Necesitamos ponernos de acuerdo en cuáles son los hechos, de modo que si hay un cuaderno y un bolígrafo, cuando una persona diga “¡No, hay cinco bolígrafos!”, alguien diga que no es correcto. Nosotros, como guardianes, nunca permitiríamos que eso se publicara.
¿Cree que hay una vinculación entre esa pérdida del papel de guardianes y un episodio como el ocurrido entre Trump y Jim Acosta hace unos días?
Totalmente. Los presidentes Trump, Duterte, Putin… Los he visto en los encuentros del G-8 y los Asian Meetings, y realmente se gustan. Se sonríen, se ríen y cambian notas. Al final, una razón por la que los periodistas tienen poder es porque llegamos a un acuerdo con el poder: el poder dice: “Te voy a dejar comprobar lo que digo, porque sé que tú hablas por la gente”. Y el periodista dice: “A cambio de dejarnos comprobar y acceder, estas son las reglas a las que nos sometemos”. Todo eso ha desaparecido. Tenemos que encontrar un nuevo contrato. Mire a Trump en el estrado, y a Jim Acosta desafiándole. El presidente siempre ganará, porque está en un estrado y es el presidente de Estados Unidos. ¿Cómo redefinimos estas relaciones? ¿Cómo hacemos responsable a alguien como Trump?
Pero el presidente de los Estados Unidos también hablaba a los periodistas desde un estrado hace ocho años. Quizá la cuestión es que al perder su posición como guardianes, su poder de negociación no es el mismo.
Sí, creo que eso es correcto, y que parte de esto ocurre por las redes sociales. Mire a Trump. Él usa Twitter como un gabinete de prensa oficial, y no debería ser tratado así porque son comunicados sin comprobación alguna. Pero tiene acceso directo a la gente, ¿para qué necesita a los periodistas?
En Twitter usted se describe como “Idealista. Cínica. Pragmática. Periodista”. No son atributos que suelan ir juntos…
Te conviertes en cínica cuando cubres guerras, corrupción y lo peor de la naturaleza humana, y llevo haciendo eso 33 años. De alguna forma, la tecnología que usamos está haciendo perder los principios que nos hace humanos. Idealista… Nunca quise no ser idealista, porque entonces, ¿para qué trabajo como periodista? La razón por la que somos periodistas es porque creemos que el mundo puede ser mejor, y trabajamos por ello. Si eres sólo un periodista cínico, quieres acabar con todo, así que creo que hay que tener esperanzas, necesitamos creer que la gente es fundamentalmente buena.
No sé si estoy en lo correcto o no. Pero estoy mucho más emocional hoy en día de lo que solía ser, porque ahora me están forzando a vivir de acuerdo con mis ideales. No puedo esconderme. Esa es la razón por la que no me voy a callar, ni voy a llegar a componendas, aunque claro que ha habido intentos de gente del Gobierno por decirme “debes callar”… Estoy en la parte final de mi carrera, y la he desarrollado y he vivido mi vida de acuerdo con mis valores. Y eso es lo más importante ahora. En este momento de destrucción creativa para el periodismo y las sociedades, es el momento de pensar: ¿qué represento?
Estamos viendo que la tecnología está reorientando el flujo de la información, hasta el punto de que podemos pensar el mundo partiendo de cómo Internet va a ser parte de él. En el fórum por la Paz de París estuve en un grupo de 25 personas, que elaboramos una declaración sobre información y democracia, firmado por 12 líderes mundiales. La idea es que seas quien seas, ya seas una empresa tecnológica, un periodista, la sociedad civil, o el gobierno, se pueda decir: estos son los principios con los que vivimos. Necesitamos hacer eso, porque la tecnología ha cambiado el mundo, tenemos que aceptarlo, y necesitamos preguntarnos: ¿cómo vamos a usar esto para mejorar?