Tintorela, o emprender con vinos en la paleta
- Cristina Díaz es una pintora sevillana que realiza acuarelas con vinos andaluces.
Cristina no podía imaginar hace unos 15 años que una idea como pintar acuarelas con vino podía convertirse en un medio de vida. “Durante más de diez años me he dedicado a la decoración. En los últimos cinco he estado plenamente dedicada a la pintura”, explica esta sevillana licenciada en Bellas Artes y a la que no se le resiste ningún campo pictórico. “Pinto tanto en el estudio, como al aire libre, y también hago grabados. Me presento a muchísimos premios de pintura rápida, aunque soy todavía novata. Hay gente que lleva años haciéndolo, pero no me ha ido mal y ya he ganado siete certámenes”, apunta.
Cristina Díaz es una pintora por vocación a la que le cuesta trabajo hablar de su propia pintura: “Creo que mi principal inspiración es el impresionismo. Creo, de todas formas, que mi pintura es realista, pero me gusta crear atmósferas distintas. Me dicen que tengo un halo romántico”, explica. Es quizás ese toque etéreo, paisajista y onírico el que llevo a un maridaje perfecto entre los vinos andaluces y sus cuadros.
“Todo fue fruto de la casualidad”, recuerda. “Unos amigos abrieron una tienda especializada en vinos de la tierra. Hacían catas, presentaciones y tienen un espacio expositivo”, afirma. “Me comentaron si me interesaría exponer y a mí se me ocurrió, ¿y si pruebo con los vinos?”. La experiencia fue un éxito y de una colección de diez acuarelas, la familia comenzó a crecer. “No sabía la repercusión que podía llegar a tener esto. Me consta que hay otra gente que pinta con vino. La particularidad de Tintorelas es que son vinos de aquí”, cuenta.
La marca Tintorelas también fue idea de esta sevillana que se revela como una amante de los caldos andaluces. “Utilizo, sobre todo, tintos y rosados, soleras... Probé con los blancos, pero no me gustó el resultado”, apostilla. Según Cristina, “la variedad de los vinos de aquí te permite probar distintas formas de hacer la acuarela e, incluso, con vinos de una misma bodega se pueden obtener muchísimos resultados diferentes”.
Fruto de la casualidad fue también la gran difusión de su obra por toda Andalucía. “En la primera exposición estaban los responsables de Relaciones Públicas de Canal Sur y les gustó tanto que la colección ha viajado a las sedes de la cadena pública de toda la región. Faltan Granada y Huelva”, sostiene. “Por ejemplo, también hay una exposición en una enoteca en Ronda y acabo de recibir el encargo de un hotel de esa ciudad para decorar sus paredes”, apostilla.
En honor a los vinos de la zona, Díaz centra sus “tintorelas” en los paisajes andaluces, “un homenaje a la tierra”. “También hago detalles de azulejos y cerámica, o por ejemplo, la aldaba de la Catedral de Sevilla”, cuenta. Muchos de esos encargos requieren un estudio previo tanto del vino a utilizar, como de los paisajes u objetos inmortalizados: “Me encargaron una colección de los 20 faros andaluces al vino. Tuve que hacer un estudio en profundidad”, afirma. “Mientras más química tengan los vinos, menos me sirven. Los buenos para pintar son los que dejan poso, los que tiñen la copa”, explica esta pintora.
Todos los detalles del vino son importantes según la experiencia de Díaz: “el tipo de uva, si son jóvenes o reserva, crianza, si son más naturales, ecológicos. Todas estas cosas condicionan el resultado. Te ofrece una paleta de colores muy variada”. Incluso el mismo vino, en función a la reacción con el lienzo, puede dar productos finales muy dispares. “El Beta de Arriate es uno de mis favoritos. Nunca es igual. Me encanta el resultado. Da un tono pálido precioso. También los de Montilla, con colores muy agradables”, explica. “Los más químicos tienden al gris y son más tristes”, concluye.
Esta pintora todoterreno es consciente de que sus tintorelas pueden llegar a generalizarse. “Ahora mismo, como es algo novedoso y poco conocido, sí es una actividad con la que se puede vivir, pero cuando se ponga de moda, haya más gente haciéndolo -aunque cada pintor es un mundo- se perderá el interés”, remarca. No obstante, Cristina sabe que su condición de artista hará que vuelva a innovar y seguir dedicando su vida a su gran pasión. “Los que pintamos, necesitamos hacerlo. Es nuestra forma de expresarnos y plasmar la realidad. Y esa realidad se convierte en un diálogo entre el artista y el que contempla la obra, que la reinterpreta y la hace suya”, recalca.