Cástulo, una historia por desenterrar
Cástulo exige al visitante un ejercicio de imaginación. Apenas se muestra una milésima parte de lo que fue esta ciudad fortificada de 50 hectáreas –el equivalente a 50 campos de fútbol o la superficie del cercano municipio de Bailén- en el municipio de Linares. En el centro de visitantes preparan a los turistas para esto. Un video recrea la ciudad tal como se supone que fue y desemboca en su aspecto actual, una extensa planicie sobre la que crece un puñado de olivos y se sostiene alguna que otra construcción, como la moderna estructura decorada por el grafitero Belin.
Es uno de los seis conjuntos arqueológicos que existen en Andalucía junto con espacios como Baelo Claudia (Cádiz), Medina Azahara (Córdoba) o los Dólmenes de Antequera (Málaga). Para descubrirlo hay que acercarse a los pequeños prodigios que han ido apareciendo o los botines que custodia el Museo Arqueológico de Cástulo, en Linares. El director, Marcelo Castro, explica que cada día hay dos visitas guiadas, de un par de horas de duración, que plantean itinerarios diferentes por el yacimiento -así “los visitantes se van con la idea de volver porque tenemos más cosas que enseñar”- y terminan en el museo.
En cualquiera de los viajes es imposible eludir el esplendoroso pasado íbero, que atrajo el interés de Roma y que convirtió la ciudad en espacio estratégico para los cartagineses, hasta el punto de que el general Aníbal se casó con Himilce, la princesa de Cástulo, lo que le garantizó la financiación de sus minas para la II Guerra Púnica. La singular ‘historia de amor’ se selló con la entrega de un pozo rico en plata y ha hecho de Cástulo la tercera ciudad de Hispania más citada por los historiadores romanos.
Esa historia, explica Castro, bien puede contarse sobre el que será su próximo espacio de investigación: la torre púnica que custodia el valle desde el que, previsiblemente, los romanos mantuvieron un pulso a los todavía ciudadanos pro cartagineses. Un combate que se saldó con un acuerdo que permitió a la ciudad mantener privilegios y cierta independencia después de la derrota.
Todas estas historias se mezclan en el paisaje de Cástulo y afloran en catas que han ido destapando su posición estratégica. Eso es lo que ha permitido una singular conciliación entre las excavaciones, el trabajo en el laboratorio y la divulgación. Cuando los visitantes llegan al yacimiento en época de trabajo de campo conocen y observan las tareas que están permitiendo sacar a la luz todo el pasado de la ciudad. Fuera de la campaña arqueológica, les explican los detalles de la excavación y el proceso de la información que están desenterrando.
Es una parte del proyecto Forum MMX que ha desarrollado una formula de intervención diferente a la habitual en Arqueología. “Actuamos como si estuviéramos en una guerra” explica Castro. Fijan un objetivo, inician la excavación y si no se cumplen las expectativas abren otro frente. Una operación que ha llegado a tener más de 40 trabajadores en plantilla y la colaboración desinteresada de más de 400 voluntarios que han ayudado a cribar cada palmo de tierra.
De momento les ha dado resultados. En una de esas ‘incursiones’ descubrieron El 'Mosaico de los Amores’, una alfombra de más de 750.000 teselas enlazadas en el suelo de un edificio. Lo que buscaban era el foro –que aún no han localizado- pero encontraron un inmueble que nunca fue utilizado, con todo el aspecto de estar dedicado al culto imperial.
Puede visitarse bajo una estructura que lo protege de las agresiones meteorológicas. El mosaico es una exaltación de la abundancia alrededor de dos mitos: el Juicio de Paris –en el origen de la Guerra de Troya- y el de la Luna y su amante-pastor Endimión. Según Castro, el espacio que ocupa nunca se utilizó y elementos como la llave abandonada o la ausencia de tejas hacen pensar que dejaron que se arruinará. Sospechan que se construyó en honor a Domiciano, un emperador que no sobrevivió al final de las obras.
El mosaico se muestra perfecto, como si acabaran de pegar sus miles de teselas de vidrio y piedras de colores –solo la representación del invierno contiene 24 tonos diferentes-. A su alrededor los restos del que se ha convertido, “con el permiso del Apóstol Santiago, en lo más antiguo que hemos encontrado en edificios cristianos” en territorio nacional. Un inmueble improvisado para la reunión y la convivencia, para el uso de una religión recién legalizada y con todos sus símbolos por definir. Tanto es así, que en la patena de cristal, recientemente encontrada, la imagen de Jesucristo guarda más similitud con Alejandro Magno que con la iconografía que posteriormente vendría a definir el cristianismo.
Cástulo fue una ciudad viva durante 4.000 años, desde la Edad del Cobre hasta que, hacia la segunda mitad del siglo X, sus habitantes se marcharon. Aunque mantuvo una población residual, y de dudosa reputación, hasta el siglo XV.
Desde los años 60 del siglo XX, cuando se destaparon las termas y las letrinas públicas, se han ido realizando pequeñas actuaciones que ha permitido perfilar la muralla y encontrar el león que custodiaba una de sus puertas, localizar algunas viviendas de distintos periodos o descubrir los mosaicos. Pero es en los últimos 5 años cuando las campañas se están enlazando de forma sistemática para reconstruir una historia que dibuja su perfil junto al último puerto fluvial del río Betis.