Amina Lemrini es doctorada en Ciencias de la Educación y ha ejercido durante muchos años de inspectora de educación en su país. Ha sido una de las pioneras en la militancia feminista marroquí y su trabajo está encaminado tanto a estudiar la función educativa de los medios de comunicación, como su papel como garante de la democracia y los derechos de los ciudadanos.
La feminista ha participado estos días en Sevilla en las Jornadas de Medios Públicos, Democracia y Cultura del Consejo Audiovisual de Andalucía y en la reunión de autoridades de la Red de Instituciones Reguladoras del Mediterráneo (RIRM), para constituir un grupo de trabajo para la elaboración de una serie de indicadores que permitan identificar de manera conjunta y coordinada estereotipos sexistas en contenidos informativos, publicitarios y de entretenimiento.
¿Cuál es exactamente la labor de la Alta Institución de Comunicación Audiovisual de Marruecos?
Este año celebramos el décimo aniversario. Es una institución de regulación de los medios audiovisuales. Su misión es garantizar el respeto de las reglas establecidas: respeto de los niños, de los jóvenes, de la dignidad humana, del pluralismo político y sindical, del respeto de la diversidad lingüística y cultural y, por supuesto, la cuestión de género.
La cuestión de género es algo nuevo en una entidad como la nuestra, pero se está haciendo mucho trabajo en este sentido. La institución trabaja dando avisos al Rey, al Gobierno, al Parlamento, sobre toda cuestión en relación del audiovisual. Nosotros podemos producir normas cuando no las hay. Es decir, realizamos tareas de control, pero también podemos sancionar.
¿Y cuál es el trabajo que va a realizar el grupo del RIRM constituido este viernes en el Consejo Audiovisual de Andalucía?
La Asamblea General de la RIRM adoptó una declaración a propuesta del Consejo Audiovisual y HACA. El objetivo es impulsar un compromiso verdadero, y que la regulación consensuada sea un actor activo de la lucha contra los estereotipos sexistas y en la consecución de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. La intención es concentrar esfuerzos y coordinarse. Tenemos que ver cuáles son los problemas que hay en cada país y cómo los indicadores que fijemos pueden ayudar en la lucha contra estos estereotipos. Esa fue la idea originaria. Hicimos una primera reunión en Rabat y éste es el segundo encuentro. Hoy hemos constituido el grupo de trabajo con otras instancias reguladoras de Portugal, Italia, Albania, Mauritania y el Consejo de Cataluña. Creemos que los indicadores van a ser una herramienta fundamental para evaluar los programas de televisión de forma coordinada.
¿Podría hablar de esos indicadores?, ¿qué estereotipos son los más comunes en los medios de comunicación?
Siempre se muestra a la mujer en los roles tradicionales: de madre, esposa, ama de casa. Paradójicamente en un momento en que las mujeres están en todos los campos de la vida. Entonces, qué se observa, que la realidad ha avanzado más que las representaciones y la propia cultura. Yo creo que esto hace que cuanto más negativa sea la representación de la mujer, como una persona que no es activa, que no tiene ideas políticas; que no puede ser líder, cuya vida se reduce al espacio privado, eso conduce a que haya más discriminación. Las discriminaciones incluso continúan en un país como España y las mujeres siguen cobrando menos realizando las mismas tareas. Estas imágenes generan más violencia, porque la discriminación es también una forma de violencia.
Entonces, los estereotipos de los que habla, ¿realmente generan violencia?
No es que yo lo crea, hay muchos estudios hechos respecto a los medios de comunicación, sobre la televisión, porque es universal y combina audio e imágenes, y las imágenes suelen ser más violentas que las palabras. Estos estudios dicen que, por ejemplo, los efectos en los niños o en los jóvenes, que aún no tienen formado un espíritu crítico para decodificar e intepretar las imágenes que reciben, son devastadores. Por eso, hay que combatir los estereotipos, pero también hay que promover una educación en los medios de comunicación porque el regulador no va a estar siempre ahí para avisarte y controlarte. El que puede autoregularse, y debe, es el propio ciudadano. Cuando un ciudadano tiene espíritu crítico y está suficientemente formado y sensibilizado, él mismo, cuando recibe una imagen que vehicula discriminación, él mismo puede llegar mucho más allá: deconstruir esa imagen.
¿Y Cree que se puede educar desde los medios de comunicación?
Se puede educar desde muchas vías. La educación a la ciudadanía sobre la democracia, sobre los derechos humanos y sociales, no es algo que tenga que comtemplarse en un programa educativo o en una asignatura. Es algo trasversal. Los métodos de educación: cómo un maestro trata a los niños y a las niñas, cómo en una clase de historia se cuenta el papel de las mujeres que han sido relevantes o, por ejemplo, utilizar textos de mujeres o sobre mujeres al enseñar una nueva lengua. En muchos manuales de historia no hay mujeres. Cuando se habla de las guerras mundiales, no se habla de ellas. Y las mujeres han sido protagonistas. La cultura de la igualdad debe promoverse desde todos los flancos. Por supuesto, desde los medios de comunicación también. Tenemos todas las herramientas en nuestro poder, pero la cultura imperante sigue siendo machista, basada en el patriarcado y parece que se olvida o se quiere olvidar todo esto. Así estamos en un círculo vicioso. Hay que evolucinar. Las mujeres tienen que tener en el sitio que les corresponda. La diferencia de sexo no puede ser un motivo de discriminaciones. No más.
Ha participado también en unas jornadas sobre televisión pública y democracia, y recientemente se ha cerrado la televisión pública griega. ¿Por qué cree que es importante contar con televisiones públicas?
La televisión pública es la que está a la escucha de los ciudadanos. Está preocupada por los ciudadanos, no por los consumidores. Es la que se hace con su propio dinero y, por eso, debe ser honesta, velar por los derechos civiles, por la transparencia. Cualquier sociedad democrática que se precie es difícil que sobreviva sin un medio público. La televisión pública no debe tener jamás un carácter comercial. Y unos ciudadanos democráticos sin acceso a los medios democráticos y plurales, carecen de esos servicios públicos. Si los medios públicos son cada vez más débiles, la sociedad pierde en calidad democrática.
En el caso de los medios de comunicación en Marruecos, ¿hay muchas mujeres trabajando?, ¿cuál es su papel profesional?
Es muy reducido. No hay ni equidad, ni paridad. Y menos en la representación de los equipos de periodistas. Hay alguna mujer, pero son realmente pocas. Por otro lado, hay que fijarse cómo son presentadas las mujeres en nuestra televisión. Yo tengo un indicador que es el tiempo de palabra de los actores políticos, los públicos y sindicales. Hacemos un informe cada tres meses. En este tiempo de palabra, tiempos de voz en los medios de comunicación en los informativos, en los programas de debate, las mujeres nunca no ocupan más del 10%. Ese 10% no es la media, lo normal es que su participación sea de un 2%. Es un indicador que muestra que las mujeres hasta cuando están representadas como actores públicos no lo están suficientemente. Y también hay que fijarse el contenido: de qué hablan esas mujeres. Cuando son mujeres que hablan en estos sectores, ellas hablan más de temas sociales. Pocas son las mujeres que hablan de economía, de relaciones internacionales, etc.
¿Ha habido un resurgir feminista tras la primavera marroquí?
El movimiento feminista en Marruecos no es algo nuevo. Nació en los años 70. Llevamos treinta años luchando. Treinta años de combate para llegar a las reformas actuales de algunas leyes de mi país. La reforma del Código de la Familia en 2004 ha sido el producto de una movilización de 20 o 25 años de las mujeres. Ha sido también un ejercicio de voluntad política que no hubiera sido posible sin la lucha, las manifestaciones, las acciones y las charlas de muchas mujeres. Los avances que hemos conseguido como feministas en Marruecos son increíbles, y nos pone en la primera línea respecto a los países árabes. Otro gran avance ha sido la Constitución. Por primera vez, la Constitución de 2011, reconoce la igualdad de hombres y mujeres.