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Viajar para operar: sanitarios andaluces aterrizan en Gambia, el país con un solo cirujano pediátrico

Médicos y enfermeros de Sevilla, Granada o Almería se desplazan hasta el hospital de Bundung, en Serekunda (Gambia)

Sara Rojas

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Rosa Romero tenía claro que quería ser médico desde pequeña. Las religiosas de su colegio realizaban misiones en Togo y ella soñaba con viajar hasta África “para ayudar” con su bata blanca. En aquella época pensaba que “cuando fuese mayor no iba a hacer falta porque ya no habría tanta pobreza”. Pero ahora, ejerciendo como cirujana pediátrica en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, sabe que si no fuese por las misiones quirúrgicas que realizan profesionales de hospitales andaluces como ella, miles de niños en el continente africano “no podrían operarse nunca” por la escasez de recursos que todavía sufren.

El afán solidario de Rosa la llevó a ponerse en contacto con la fundación Cirujanos en Acción, interesándose por las campañas quirúrgicas que promueven en países en vía de desarrollo. Entonces, le ofrecieron la oportunidad de liderar una campaña que estaban organizando en Gambia para la primavera de 2023. “Me lié la manta a la cabeza y se lo comenté a mis compañeros que sabía que también tenían ese deseo de colaborar”, recuerda Rosa Romero, quien el pasado mes de marzo volvió a liderar a un equipo de 13 profesionales compuesto por anestesistas, enfermeros y enfermeras de quirófano y cirujanos y cirujanas pediátricos, la mayoría procedentes de hospitales de Sevilla, pero también procedentes de Almería, Málaga o Granada. Todos ellos, dispuestos “a hacerlo lo mejor posible” durante la semana que iban a dedicar a operar sin descanso en el Hospital Materno-Infantil Bundung, en Serekunda, la ciudad más poblada de Gambia.

Como resultado de aquella experiencia, que la líder del grupo califica de “súper enriquecedora”, devolvieron la esperanza a las familias de casi 100 niños con “tumores en partes blandas, hernias inguinales o umbilicales”, entre otras patologías que “en España ya no se operan”, pero en Gambia “se complican” por la falta de profesionales y medios. “Esos niños o se operan en estas campañas o no se operan jamás”, sostiene Rosa Romero, aludiendo a que en este país de África Occidental solo hay un cirujano pediátrico para más de 700.000 niños menores de 14 años, según la información que manejan las ONG.

El objetivo de estas campañas quirúrgicas es, por tanto, “operar casos que sean seguros para el paciente y que se puedan solucionar en un periodo corto de tiempo”. Lo explica Curro Sepúlveda, anestesista del hospital infantil del Virgen del Rocío que ha participado en las dos últimas campañas, y que define estas cirugías como “resolutivas”, es decir, que “en un acto resuelven el problema”. La cuestión es que no pueden permitirse complicaciones, ya que el centro hospitalario de Serekunda no dispone de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), ni cuenta con respiradores “por si surgiera alguna complicación respiratoria” durante la intervención.

Cadena de solidaridad

La campaña empieza, no obstante, mucho antes de entrar en quirófano y de aterrizar en el país africano. “No solo son diez días en Gambia, sino meses de trabajo previo que hay que hacer para que funcione”, apunta la cirujana que lidera al equipo desde Sevilla. Se refiere a “toda la documentación que hay que preparar” y, sobre todo, a la fase de “recaudar fondos” con los que sufragar los recursos necesarios para el desarrollo de la campaña, que precisa de más 15.000 euros solo en material para cirugía, y otros tantos en medicina. “Suturas, bisturíes, fármacos de anestesia... tenemos que llevarlo todo porque puede que allí no lo consigamos”, apunta Rosa al respecto.

Aunque supone todo un desafío preparar misiones de este tipo, al final salen adelante “gracias a la cooperación de todos”. Desde la colaboración desinteresada de los profesionales voluntarios –que se desplazan hasta Gambia costeándose sus gastos de vuelo y alojamiento–, pasando por empresas y particulares que contribuyen a financiarlas aportando una donación. La líder del equipo menciona también al Fondo de Cooperación al Desarrollo y Ayuda Humanitaria del Servicio Andaluz de Salud (SAS), que concede los permisos para que su personal pueda participar en este tipo de proyectos, además de facilitarles material si fuese necesario.

“Se pone en marcha una cadena de solidaridad muy emocionante”, afirma Rosa Romero. Y al hacerlo, deja patente que “lo hacemos con mucha ilusión”. En este punto se detiene a explicar los regalos que llevan a los niños para ayudarles a relajarse antes de entrar en quirófano. El regalo que triunfa entre los más pequeños es el pompero, que se ha convertido ya en el icono del proyecto. De ahí que la asociación de Amigos del Hospital Infantil Virgen del Rocío haya puesto en marcha la iniciativa Por un pompero, que anima a la población a la compra simbólica de este juguete, contribuyendo así a financiar los gastos de material médico necesarios para conseguir el objetivo que se han marcado este 2024: operar a 250 niños sin recursos en dos campañas, la última prevista para el próximo mes de noviembre.

Una sala de espera en la calle

A Curro Sepúlveda le atraían los proyectos de cooperación internacional porque percibía como “un reto” trabajar una temporada “en un entorno hostil y desconocido”. Cuando le surgió la oportunidad de participar en una campaña junto a los profesionales con los que normalmente trabaja y realizando las cirugías a las que se enfrenta a diario en el hospital infantil, dijo sí “sin pensar”. Ahora sabe que el reto empieza en el momento en que los voluntarios tratan de “cuadrar su vida personal con el proyecto” y de conseguir la financiación necesaria para llevarlo a término. Y continúa nada más salir del aeropuerto.

De hecho, la escena de la primera campaña que permanece grabada en el recuerdo de este anestesista se dio nada más llegar a Serekunda. “Nos llevaron al hospital para soltar todo el material y al bajarme del coche, vi a cientos de familias en la sala de espera, que es la calle, mirándonos con cara de miedo, extrañeza e incertidumbre”, relata Sepúlveda.

Como en Gambia los pacientes “tienen que pagar” por la atención médica y los cuidados que reciben en el hospital, muchos ciudadanos desisten de acudir porque no se pueden permitir esos gastos (ni siquiera el desplazamiento). Sin embargo, en este tipo de campañas, todos los costes (tanto el transporte para llegar hasta allí como la atención médica recibida) están cubiertos, en este caso, por ASEDA, la asociación con la que Cirujanos en Acción mantiene un acuerdo de colaboración para soporte de campañas quirúrgicas infantiles en Gambia.  

Por eso, a estas campañas que se anuncian durante días en radio, televisión y redes sociales acuden cientos de familias esperanzadas. Entre ellas, hay casos de “niños por los que no podemos hacer nada porque sus tumores no tienen solución al estar muy avanzados”. Aun así, “asisten por si podemos verlos o darles alguna esperanza, pues son familias que están en una situación de desesperación a la que no estamos acostumbrados en España, donde los medios son infinitamente distintos”, lamenta Rosa Romero, quien reconoce que este es el lado “más duro” de las campañas.

En cambio, otros tantos sí encuentran solución a los problemas que llevan años arrastrando. Y eso es lo que “da mayor satisfacción profesional”, como confiesa la cirujana pediátrica del Virgen del Rocío.

Días operando sin descanso

Los primeros días de campaña los dedican al diagnóstico, a identificar los casos que van a poder operar mediante intervenciones exprés. A partir de ahí, comienzan jornadas maratonianas en las que operan a unos 20 niños al día. “No se puede perder ni un minuto, son jornadas muy largas, de más de 12 horas, y lo peor es el calor, el cansancio y el hambre”, admite la líder del equipo. A pesar de todo, cuando regresan a Andalucía, “enseguida quieres volver”.

Durante los días que pasan en Serekunda, apenas contactan con sus familiares en España por la falta de tiempo y de cobertura. Mientras avanza la semana y permanecen desconectados de su vida personal y profesional, la plantilla de sanitarios españoles encuentra el impulso para seguir en “la ilusión de ayudar y el compromiso de que todo vaya bien”, en palabras de Rosa.

La esperanza de miles de niños

Aunque existen numerosos proyectos de cooperación internacional, la singularidad del que lidera la cirujana Romero es que está destinado íntegramente a niños. “Eso reduce mucho el personal que puede ir, pues no hay tanto cirujano o anestesista pediátrico, así como enfermeras especializadas en pacientes pediátricos”, apunta Curro Sepúlveda.

En Gambia, de hecho, no existe prácticamente esta figura profesional. De modo que “esos niños o se operan en estas campañas o no se operan, porque no tienen la posibilidad de que les atienda ningún equipo especializado”, añade el anestesista. Además del personal, “el equipamiento que tienen no es el adecuado”, de manera que “la mortalidad anestésica es muy alta en los países en desarrollo de África”.

Ser conscientes de esa realidad les hace sentir que están “ayudando a gente que realmente lo necesita”. “Si no lo haces tú, nunca van a tener esa posibilidad”, subraya Sepúlveda, poniendo en valor la importancia de estas campañas de carácter humanitario y solidario.

Vivencias que son aprendizajes

Pero las misiones quirúrgicas no solo generan un impacto beneficioso en la población de Gambia, sino que también ayudan a los propios sanitarios españoles: “Aprendemos muchísimo, de medicina y de otras disciplinas, y como son muchas horas y jornadas muy intensas, mejoramos habilidades como el trabajo en equipo y la comunicación entre compañeros”. Tanto es así que Curro Sepúlveda propone incluir la cooperación dentro del programa de formación de los médicos residentes.

Más allá de lo profesional, los sanitarios del hospital sevillano comparten la sensación de que “en lo personal, nos ha reforzado muchísimo”. “Compartir una experiencia así crea un vínculo especial entre todos los que participamos”, dice el anestesista. Su compañera cirujana coincide en esta afirmación y añade: “No conoces a tus compañeros de verdad hasta que no tienes una convivencia así, en situaciones extremas”.

La experiencia es tan “enriquecedora” porque los días que pasan trabajando en Gambia conviven también con “una cultura muy diferente”. Sin embargo, “cuando estamos en quirófano todos juntos, no hay diferencias”, asegura Rosa Romero, recordando cómo las barreras lingüísticas y culturales se difuminan durante las intervenciones. En ese momento, el equipo al completo –español y gambiano– solo piensa “en colaborar al máximo”.

Al terminar las campañas, regresan a sus puestos habituales en los hospitales andaluces cargados de esas vivencias, ya convertidas en aprendizajes. “Una experiencia así te cambia el orden de prioridades, te ayuda a ver la vida de otra manera, identificando lo que realmente es importante y lo que no”, manifiesta Curro Sepúlveda.

Otra reflexión que le han inspirado las misiones en Gambia es que “no elegimos donde nacer, pero muchas veces damos por hecho las cosas a las que estamos acostumbrados, olvidando que hay mundo más allá”. “Hay 8.000 millones de formas de ver el mundo y todos tenemos la responsabilidad o la curiosidad de ver todo lo posible esos otros mundos para darte cuenta de que lo tuyo no es lo único que hay”, concluye el anestesista.

“Que no nos necesiten”

Por todo ello, la líder del equipo expresa que le gustaría “poder mantener este proyecto en el tiempo”, si bien es consciente de que todos los permisos y recursos que precisa dificulta “prever el proyecto a largo plazo”. Con todo, Rosa confía en que salga adelante porque, al final, “todo depende de la buena voluntad de la gente”.

Si fuese por ella, además de ayudar a multiplicar la capacidad quirúrgica de Gambia, promovería campañas enfocadas a dotar de herramientas a sus profesionales: “Me gustaría contribuir en la formación de médicos y enfermeras del país, lo que necesitan es tener sus propios profesionales competentes para que no nos necesiten”.

Justo en ese momento, recuerda con pesar la inocencia que de niña la llevo a pensar “que cuando fuese mayor ya no iba a ser necesario ir de misiones a África”. Al menos, la ilusión por ayudar con la que creció Rosa ha contagiado al resto de profesionales que la acompañan en cada campaña, dando sentido a ese aforismo que se le atribuye al poeta Juan Ramón Jiménez: “Donde está la ilusión, allí está el mundo”.

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