La cuarta entrega de El Almanaque de los Pirineos, una obra que une el pasado y el presente, refleja que este territorio fue escenario de hechos relevantes para la historia mundial del último siglo. Pero ante todo revela que este terreno abrupto y fronterizo es capaz de vincular a sus habitantes: aragoneses, franceses, catalanes, navarros...
Al menos así lo entiende su autor, Sergio Sánchez Lanaspa, tras bucear en la documentación y hacer un exhaustivo estudio de la historia del Pirineo del siglo XX. “En este mundo de nacionalismos exagerados, desde el de Donald Trump a Marine Le Pen o Artur Más, creo que estas ideas culturales de territorios como el del Pirineo, el valle del Ebro o del Mediterráneo contribuyen a mirar la realidad de otro modo, no con esos límites administrativos tan simples”, indica.
La cuarta entrega de este almanaque, que luce en su portada la Estación Internacional de Canfranc, recoge 50 reportajes sobre hechos acontecidos en el Pirineo aragonés entre 1945 y 1955. Con un estilo periodístico, el autor narra las emigraciones de pastores altoaragoneses, especialmente de la zona de la Jacetania, a América y a la isla de Fernando Poo en Guinea Ecuatorial; los últimos años del maquis, las prospecciones de petróleo en Jánovas y Boltaña, la reconstrucción de Biescas tras la Guerra Civil o el encarcelamiento del mariscal Petain en el fuerte de El Portalet en el valle de Aspen.
Este fuerte fue liberado después por la décima brigada de guerrilleros compuesta por habitantes altoaragoneses, obligando a la guarnición alemana que lo custodiaba a rendirse ante la bandera tricolor de la II República, recuerda.
Como anticipa su portada, en esta década también tiene lugar la reapertura del Canfranc en 1948, un suceso que es fiel a la historia de un ferrocarril en la que los cierres y las reaperturas se suceden en el tiempo.
Durante la Guerra civil española, la estación quedó cerrada, incluso se tapió la entrada al túnel del Somport en la parte española. Tras una Guerra Mundial en la que volvió a funcionar durante cortos periodos, cerró sus puertas de nuevo en 1946. El desencadenante fue la detención de Cristino García, un guerrillero asturiano que había sido clave en la resistencia francesa contra los nazis y que fue fusilado por el franquismo en Madrid.
Como protesta, Francia rompió relaciones diplomáticas con España, retiró a sus embajadores y cerró todas las fronteras, entre ellas la de Canfranc, señala. De esta forma, vuelve a cerrarse este ferrocarril, actualmente sin servicio tras el derrumbe del puente de L'Estanguet en 1970 y cuya reapertura es una reivindicación demandada por amplios sectores de la sociedad aragonesa.
A lo largo de esta década y a escasos kilómetros de la frontera sucedieron acontecimientos que fueron claves en la historia de España. La Estación de Canfranc, al estar próxima a esa línea fronteriza, vivió esos acontecimientos en primera persona y fue testigo del tráfico de oro, wolframio, personas... , apunta.
‘Logia’ fundada por intelectuales aragoneses
Más allá de la estación, hay también otras historias que han sorprendido a su autor, como la cofradía o logia formada por intelectuales aragoneses de la época, como Alfonso Buñuel, hermano del conocido cineasta, o el escritor Pepín Bello. Este grupo se reunía en Candanchú, donde pasaban la noche en un iglú para hacer representaciones de Don Juan Tenorio y, sobre todo, “beber mucho vino”, según ha podido desvelar Lanaspa tras contactar con familiares y ver fotografías de aquellos encuentros.
El almanaque incluye también un reportaje sobre la gran expectación que supuso la visita de la Virgen de Fátima a Jaca y a otras diócesis altaragonesas dentro de su viaje por Europa. Sus profecías en contra del comunismo ruso hicieron que el franquismo la utilizara como una especie de icono contra esta ideología.
Los periódicos de la época relatan el recibimiento espectacular que tuvo la imagen de la Virgen en Jaca, con todo el pueblo en la calle, y hasta recoge la curación de un paralítico que volvió a andar, tras tocar la talla en Huesca, comenta.
Aunque con sus hechos relevantes, esta década es para el autor la “más oscura” del Pirineo desde el comienzo de siglo. Para hacer las ediciones anteriores, Lanaspa contó con abundante documentación y bibliografía. Sin embargo, no encontró referentes para esta década. Durante estos años, apenas se publicó en parte por la falta de papel. En Aragón, en la provincia de Huesca, desaparecieron prácticamente todos los periódicos que existían hasta la época. En 1940 sólo quedó un diario, Nueva España, en toda la provincia, el antecesor del Diario del Alto Aragón y el sucesor del Diario de Huesca. Y un semanario El Pirineo aragonés en Jaca, hasta que en 1953 reapareció en Barbastro El Cruzado aragonés.
Además de estos personajes y hechos históricos, esta obra de la editorial Pirineum no deja de ser un almanaque de 2017, que recoge la agenda cultural, el santoral, las fases lunares del Pirineo aragonés durante ese año. Es la cuarta entrega, pero ¿habrá más? Por ahora, una nueva edición en 2018. A partir de ahí, el autor prefiere hacer un punto y seguido y continuar buceando en otros temas. Eso sí, siempre con el Pirineo como telón de fondo.