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“No hay nada más viejo que tener trabajadores pobres” decía la Ministra de Trabajo en su intervención en el congreso hace unos días. Hablaba también de no dejar caer sectores, de no dejar en la estacada a los trabajadores en su defensa de los ERTE. Y también hablaba de la disquisición ideológica a la hora de aplicar uno u otro modelo económico, lo que define uno u otro modelo de trabajo. Recordó las comarcas que sufren ante la quiebra del modelo socioeconómico… Fueron 3 minutos soberbios de la ministra.
Pensaba, tras escucharla, en trasladar esta reflexión al sector agrícola y lo primero que me venía a la mente es que sí hay algo más viejo que los trabajadores pobres: los campesinos pobres. De ahí viene este país de zonas rurales deprimidas en torno a una agricultura de subsistencia, por no tener acceso a la tierra, en su momento, la persona que la trabajaba. Así comenzó el éxodo a las ciudades en busca de mejores oportunidades, y pasaron de campesinos pobres a trabajadores pobres.
De esta precariedad rural nacen las tractoradas de la UAGA en los años 70, a esos campesinos pobres los describe perfectamente Rafael Navarro en su libro “La tierra desnuda”. El ansia por el acceso a la tierra y por el fin del caciquismo da lugar a la Matanza de Casas Viejas en el 33, y probablemente a los aledaños de la Guerra Civil.
La precariedad que aparece en un sector cuando se deja caer, es la que se está instalando en el sector hortofrutícola, esa que crea agricultores y trabajadores pobres, y vuelve a hacer de este, un país viejo.
Me vuelve a la cabeza la frase de la ministra “disquisición ideológica de un modelo…”: política al fin y al cabo. La pregunta es, cuál es su modelo para acabar con la precariedad en el mundo rural: ¿una economía social basada en explotaciones familiares o un mundo rural controlado por los fondos de Inversión? ¿puede este sector sobrevivir y crear un entorno social digno y justo para las familias rurales y también los temporeros, con diferencias de precios en origen-mercado de un 500% y una PAC basada en derechos históricos que suenan a feudalismo?
¿O vamos por fin a apostar después de 87 años de la Matanza de Casa Viejas por aquello de “la tierra para quien la trabaja” y como consecuencia, la PAC?
En definitiva, yo apuesto por un país moderno, sin agricultores ni trabajadores pobres, y sin nadie que les ponga un precio precario a sus vidas ganando un 500%, basado en explotaciones familiares que fijan población, mantienen los ecosistemas y dignifican la figura del trabajador agrícola. Temporeros y fruticultores son trabajadores del mundo rural, los dos eslabones más débiles de esa cadena de valor que cifra más de un 500%.
“No hay nada más viejo que tener trabajadores pobres” decía la Ministra de Trabajo en su intervención en el congreso hace unos días. Hablaba también de no dejar caer sectores, de no dejar en la estacada a los trabajadores en su defensa de los ERTE. Y también hablaba de la disquisición ideológica a la hora de aplicar uno u otro modelo económico, lo que define uno u otro modelo de trabajo. Recordó las comarcas que sufren ante la quiebra del modelo socioeconómico… Fueron 3 minutos soberbios de la ministra.
Pensaba, tras escucharla, en trasladar esta reflexión al sector agrícola y lo primero que me venía a la mente es que sí hay algo más viejo que los trabajadores pobres: los campesinos pobres. De ahí viene este país de zonas rurales deprimidas en torno a una agricultura de subsistencia, por no tener acceso a la tierra, en su momento, la persona que la trabajaba. Así comenzó el éxodo a las ciudades en busca de mejores oportunidades, y pasaron de campesinos pobres a trabajadores pobres.