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Al final de la década de los 80, y principio de los años 90, los genios del liberalismo nos explicaron las bondades que traerían consigo las privatizaciones. Igual que con Telefónica, Repsol y tantas otras empresas públicas, el beneficio privado, y la apropiación de unos pocos de los esfuerzos del conjunto de la población que a través del Estado aportó para la creación de este tipo de empresas, no ha significado mejora alguna, ni en el servicio prestado, ni en las tarifas, ni en ninguna otra consideración. La prometida competencia ha terminado convertida en un oligopolio privado.
Exactamente igual ha ocurrido con clubs deportivos que teniendo una historia, unos socios, una masa social, se privatizaron por las supuestas ventajas que traería consigo convertirlas en Sociedades Anónimas Deportivas -SAD-. Según nos contaban, habría más transparencia, se ajustarían los gastos -puesto que los propietarios gastarían de su patrimonio-, se cumpliría con los pagos a Hacienda y Seguridad Social y toda una serie de cuestiones que lejos de convertirse en realidad, se han convertido en todo lo contrario. Desde que existen estas sociedades, los gastos y las deudas se han disparado. Únicamente una minoría se ha beneficiado de la conversión de los clubs en SAD, los casos de corrupción legal -comisiones, fichajes fantasma, etc- e ilegal, lejos de desaparecer aumentaron de forma importante.
Lejos de demostrar la supuesta mejora en la gestión, la privatización de los clubs deportivos, más concretamente del fútbol, ha supuesto un absoluto desastre. En la medida en que los socios pasaron a ser abonados, y a perder el control del club en favor de unos accionistas, todo ha empeorado. La llamada iniciativa privada ha jugado su papel social, el de la apropiación individual del beneficio generado socialmente.
Hago esta pequeña introducción para explicar mi posición política, que nadie se lleve a engaño, no estoy de acuerdo con este tipo de gestión, obviamente no todos los dirigentes de las SAD han jugado el mismo papel, pero igual que es difícil competir para un empresario que cumple los convenios y toda la legislación con respecto a uno que no lo hace, en el mundo del fútbol ha resultado imposible sobrevivir en la élite sin entrar en una dinámica perversa de fichas inasumibles y deudas impagables. Es decir, el problema no es tal o cual gestión -sin duda agrava o aminora el problema- el problema es el sistema en su conjunto.
Finalmente los clubs son empresas privadas, que como en muchos otros casos -autopistas radiales de Madrid, sector financiero, etc- cuando tienen beneficios nadie sabe dónde van, y cuando tienen pérdidas acuden a las administraciones a pedir su salvación. Empresas en las que se han pagado salarios desorbitados, fichas indecentes, traspasos vergonzantes... Igual que ha existido la burbuja inmobiliaria y crediticia. Existe una burbuja provocada por la transformación del fútbol de élite o profesional en un lugar de inversión, proyección de poder de las grandes fortunas y de soporte publicitario de las grandes marcas. Esta dinámica se ha llevado por delante, o ha puesto en riesgo, no pocos proyectos deportivos.
En estas nos encontramos con nuestro Real Zaragoza, que lamentablemente no se ha clasificado para los play-off de ascenso de la Liga Adelante a la Liga BBVA. No vamos a responsabilizar a la actual directiva de la situación del Real Zaragoza, ni sería justo, ni honesto por nuestra parte; pero mucho menos lo es, responsabilizar a este Ayuntamiento de la continuidad del Real Zaragoza, y menos aún a este nuevo equipo de Gobierno.
Parece que hay voces interesadas en criticar las decisiones políticas que hemos tomado respecto a La Romareda, por otro lado, en estricto cumplimiento de nuestro programa electoral. Obviamente, pensamos que la crítica política es saludable, eso sí, una vez que se abre el debate, todos podemos participar en él, e igual que entendemos que un dirigente de un Consejo de Administración de una Sociedad Privada defienda sus intereses económicos, un Gobierno municipal está obligado a hacerlo por el interés público, por encima del interés concreto de una empresa u otra.
Es curioso ver a quien nunca criticó los fichajes de Matuzalem, Oliveira, Ayala, Aimar, etc, que critique a quien antes de gastar un dinero público en una instalación de aprovechamiento privado, exija un compromiso de viabilidad, y de reversión económica y social de dicha inversión. No fue el Ayuntamiento de Zaragoza, ni este equipo de Gobierno, el que gastó millones de euros que no existían y generó una deuda estratosférica. Solo con los cuatro fichajes que he nombrado se podría haber reformado La Romareda. Pero eran otros tiempos, de pelotazos futbolísticos y de todo tipo. Y todo con el beneplácito de alguna institución, que prometió, no se sabe que, a un empresario que anda paseándose por los juzgados, y que tuvo como Director General al anterior Consejero de Economía del Gobierno de Aragón. Esperamos que cuando el Señor Lambán se refiere a la posibilidad de buscar soluciones para el club, sean más acertadas que las que sus compañeros de partido tomaron cuando apoyaron la entrada de Agapito Iglesias al club.
Curiosamente Lambán también nos acusa de incumplir acuerdos del pasado. Nosotros entendemos que el señor Lambán aplaudió cuando el presidente Zapatero -en cumplimiento de su propuesta electoral- retiró las tropas de Irak, aunque fuera un acuerdo del anterior Gobierno (es decir incumplió un “acuerdo del pasado”). Suponemos a este modesto Gobierno municipal el mismo derecho a aplicar sus compromisos con la ciudadanía siempre que sea posible. Lo mismo esperamos y le deseamos al presidente del Gobierno de Aragón.
Llevamos ya más de dos décadas con la reforma o el traslado del estadio municipal de fútbol a cuestas. Y parece que de forma precipitada en la anterior legislatura se quiso atar un acuerdo a última hora que obligara al próximo Gobierno municipal a la cesión de La Romareda por 75 años, independientemente de lo que votaran los ciudadanos. Más le valía al señor Lambán recibir a otros clubs de primeras categorías de Zaragoza, y apoyar al deporte con un presupuesto digno como le reclaman. Pedro Santisteve sí se reunió con ellos, y cumplimos nuestro compromiso de mantener las partidas dedicadas al deporte, incluidas las dedicadas a los clubs de primeras divisiones. Como decía: abrir debates está bien, siempre que aceptes que el resto puede participar.
Este Ayuntamiento, y no es mérito de este Gobierno, invirtió una cantidad de dinero ingente en la construcción de campos de fútbol municipales o en la adecuación de los mismos -muchos fueron auto-construidos en el pasado por los vecinos de los barrios-. En total 28 instalaciones con más de 40 terrenos de juego, la inmensa mayoría dotados de césped artificial o natural. Sin duda, es una forma de fomentar el deporte base o la iniciación deportiva y que cuenta con la indispensable colaboración de los clubs de la ciudad para su gestión. El número de practicantes ha aumentado considerablemente, además en unas condiciones mucho mejores para el desarrollo de las capacidades técnicas y físicas de nuestros jóvenes. Más de 400 equipos y 2,3 millones de usos al año en la red de campos municipales. El objetivo de estas instalaciones no ha sido nunca crear una fábrica de profesionales, el objetivo es el mayor aprovechamiento social. Pero de la misma forma, estamos seguros que la universalización del acceso a la práctica deportiva significa también un aumento de la calidad. Con toda seguridad estamos viendo crecer en estas instalaciones a chavales que podrían jugar en un futuro en el Real Zaragoza, eso ayudaría a la viabilidad del proyecto en lo deportivo y en lo económico. Una vez más, tenemos que lamentar la mercantilización del fútbol, convirtiendo muchas veces las categorías base en un mercadeo, tan nocivo como innecesario. Se da la paradoja que un club de Zaragoza podría ser considerado en la práctica un filial de un equipo importante de otra ciudad, que se lleva a los jugadores en cuanto destacan. ¿No es una locura? Los proyectos de cantera son imprescindibles para cualquier club y para el territorio, sobre todo cuando existen las posibilidades materiales para su desarrollo. Zaragoza dispone de esas condiciones materiales y de decenas de miles de fichas federativas.
Por supuesto, seguimos abiertos al dialogo, como hemos hecho siempre, queremos buscar opciones, haremos lo que en nuestra mano esté. Pero la realidad sigue siendo tozuda, y la viabilidad del club, según sus propios dirigentes depende única y exclusivamente del ascenso a la Liga BBVA. Desde la institución podremos apoyar, pero dejemos claras las responsabilidades de cada cual. La nuestra es atender en la medida de lo posible a las múltiples necesidades sociales que nuestra población tiene, una de ellas el deporte en su conjunto. Y nuestra tarea es complicada, como lo es la que tiene el Consejo de Administración del Real Zaragoza, que nos merece todos los respetos, y al que deseamos todos los éxitos posibles. Asumiendo que en su gestión siempre existe una incógnita, que la pelota entre o no.
Al final de la década de los 80, y principio de los años 90, los genios del liberalismo nos explicaron las bondades que traerían consigo las privatizaciones. Igual que con Telefónica, Repsol y tantas otras empresas públicas, el beneficio privado, y la apropiación de unos pocos de los esfuerzos del conjunto de la población que a través del Estado aportó para la creación de este tipo de empresas, no ha significado mejora alguna, ni en el servicio prestado, ni en las tarifas, ni en ninguna otra consideración. La prometida competencia ha terminado convertida en un oligopolio privado.
Exactamente igual ha ocurrido con clubs deportivos que teniendo una historia, unos socios, una masa social, se privatizaron por las supuestas ventajas que traería consigo convertirlas en Sociedades Anónimas Deportivas -SAD-. Según nos contaban, habría más transparencia, se ajustarían los gastos -puesto que los propietarios gastarían de su patrimonio-, se cumpliría con los pagos a Hacienda y Seguridad Social y toda una serie de cuestiones que lejos de convertirse en realidad, se han convertido en todo lo contrario. Desde que existen estas sociedades, los gastos y las deudas se han disparado. Únicamente una minoría se ha beneficiado de la conversión de los clubs en SAD, los casos de corrupción legal -comisiones, fichajes fantasma, etc- e ilegal, lejos de desaparecer aumentaron de forma importante.