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Decía Mónica Oltra en una entrevista el pasado sábado: “Con la corrupción hemos sentido cómo nos robaban en nuestra propia casa”. Y resultan muy descriptivas sus palabras, porque no hay mayor indefensión que cuando violan tu entorno más íntimo y poco a poco te van privando de libertad, de sueños, de ilusiones y poco a poco vas pensando que eso es lo normal, que ellos, los corruptos, han venido para quedarse y que nada se podrá hacer, porque pertenecemos a un país de lazarillos con Audis en la puerta y Rolex en las muñecas, tipos que jamás serán condenados, porque son la élite de una élite corrupta a la que en su aprendizaje vital nadie les enseñó nunca modos para hacer el bien, el bien general me refiero, sino que solo buscan su propio bien al precio que sea y así han vivido y siguen viviendo alimentados por la astucia, porque los astutos saben hacer el mal para triunfar, aunque su triunfo sea tan cortoplacista como lo son sus palabras, que cada día están más podridas.
El caso Gürtel empaña todas las alcantarillas del Partido Popular; el caso Palau empaña las de lo que fue Convergència; los eres andaluces lo hacen con el PSOE y aquí, en Aragón, tenemos nuestro caso Los Molinos, en La Muela, donde, bajo las siglas del PAR, se robó, se mintió, se engañó. Muchas veces me he preguntado si los señores y señoras que están imputados y/o condenados por estos casos saben que robar es pecar, supongo que sí, porque todo ellos frecuentan las iglesias y no me equivocaría en exceso si digo que todos ellos fueron educados en la fe cristiana, pero con lo de robar y el pecado corrieron un tupido velo y se llevaron el dinero, que era de todos, a paraísos fiscales, lo usaron para financiar de forma ilegal campañas electorales de sus propios partidos, se compraron grandes coches y, sobre todo, y lo más peligroso, compraron el poder para perpetuarse en él, para alcanzar la gloria, esa que con sus cualidades personales jamás alcanzarían, porque el origen de todos los pecados habita en una sensación de inferioridad, llamada también ambición.
Aquí, en Aragón, el pueblo que fue arrasado, violado públicamente, atemorizado consiguió cambiar las cosas y, como si de un sueño se tratara, en el año 2015 llegó a la alcaldía un muchacho que amaba La Muela y que cuando estaba en la oposición, y a pesar de las continuas amenazas, nunca tuvo miedo en denunciar. Y aquel muchacho, Adrián se llama, en dos años y medio dio la vuelta a la historia, devolvió a sus vecinos el amor propio, recuperó la vida en las calles de La Muela, pagó y amortizó deuda, puso en marcha proyectos, trabajó. Pero los corruptos siempre están al acecho y el lunes 29 de enero lo echarán de la Alcaldía con una moción de censura que han pactado el PAR (Partido Aragonés Regionalista) y el PP (Partido Popular).
Entre las razones, sin razón, que esgrimen los firmantes de esa moción, señalan que “no respeta el alcalde la religión cristiana ni la relación de los vecinos con esta”. Y lo dicen esos que en la historia más reciente de sus partidos se ha escrito con letras de oro, de tantos robarnos, las palabras corrupción y corruptos.
Paremos #GopeEnLaMuela
Decía Mónica Oltra en una entrevista el pasado sábado: “Con la corrupción hemos sentido cómo nos robaban en nuestra propia casa”. Y resultan muy descriptivas sus palabras, porque no hay mayor indefensión que cuando violan tu entorno más íntimo y poco a poco te van privando de libertad, de sueños, de ilusiones y poco a poco vas pensando que eso es lo normal, que ellos, los corruptos, han venido para quedarse y que nada se podrá hacer, porque pertenecemos a un país de lazarillos con Audis en la puerta y Rolex en las muñecas, tipos que jamás serán condenados, porque son la élite de una élite corrupta a la que en su aprendizaje vital nadie les enseñó nunca modos para hacer el bien, el bien general me refiero, sino que solo buscan su propio bien al precio que sea y así han vivido y siguen viviendo alimentados por la astucia, porque los astutos saben hacer el mal para triunfar, aunque su triunfo sea tan cortoplacista como lo son sus palabras, que cada día están más podridas.
El caso Gürtel empaña todas las alcantarillas del Partido Popular; el caso Palau empaña las de lo que fue Convergència; los eres andaluces lo hacen con el PSOE y aquí, en Aragón, tenemos nuestro caso Los Molinos, en La Muela, donde, bajo las siglas del PAR, se robó, se mintió, se engañó. Muchas veces me he preguntado si los señores y señoras que están imputados y/o condenados por estos casos saben que robar es pecar, supongo que sí, porque todo ellos frecuentan las iglesias y no me equivocaría en exceso si digo que todos ellos fueron educados en la fe cristiana, pero con lo de robar y el pecado corrieron un tupido velo y se llevaron el dinero, que era de todos, a paraísos fiscales, lo usaron para financiar de forma ilegal campañas electorales de sus propios partidos, se compraron grandes coches y, sobre todo, y lo más peligroso, compraron el poder para perpetuarse en él, para alcanzar la gloria, esa que con sus cualidades personales jamás alcanzarían, porque el origen de todos los pecados habita en una sensación de inferioridad, llamada también ambición.