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La historia está llena de búsquedas infructuosas, intentos por llenar huecos que ayuden a entender mejor muchos de los acontecimientos, avances y cambios que se han sucedido a lo largo de los siglos. No obstante, y sin obviar el trabajo previo que suelen llevar este tipo de hallazgos, en el momento más inesperado aparecen algunas de las piezas del puzle. Gracias a Filmoteca Española, desde hace unos días María Forteza ha pasado a formar parte de la -todavía deficitaria- nómina de cineastas españolas. Con este descubrimiento la directora balear se ha convertido en la primera mujer en realizar una película sonora en nuestro país, un reconocimiento que hasta ese momento ostentaba El gato montés (1935) de Rosario Pi.
Con Mallorca, un cortometraje de ocho minutos de duración que los investigadores han datado entre 1932 y 1934, María Forteza – pseudónimo de María Mercè Forteza, también conocida como Mari-Mercé o Maruja La Isleñita- consigue aportar algo de luz a unos años clave en la transición del cine mudo al sonoro en España. El primer intento fue el largometraje El misterio de la Puerta del Sol (1929, Francisco Elías Riquelme), una cinta recuperada en 1994 tras pasar décadas en la casa de los herederos de su productor, Feliciano Manuel Vitores. A pesar de que con la Segunda República disminuyó el número de producciones, hasta el estallido de la Guerra Civil el cine se revistió de una gran calidad, llegando a hablarse de Edad de Oro entre 1935 y 1936. Los acontecimientos que se sucedieron tras este periodo lograron sin embargo ensombrecer una época en la que el séptimo arte, entre otras manifestaciones artísticas, había conseguido despuntar en el panorama sociocultural del país.
El empeño de la dictadura franquista por eliminar cualquier atisbo que pudiera recordar al sistema político que le había precedido, unido a la fragilidad de un material sensible y muchas veces denostado, ocasionaron la desaparición -y en numerosas ocasiones destrucción- de gran parte del patrimonio fílmico español. Ser conscientes de su valor como obra de arte y documento histórico, apostando por su restauración, conservación y estudio, asegura mantener viva la memoria colectiva de generaciones pretéritas. El hallazgo de Mallorca ha dejado además en evidencia el desconocimiento y la falta de visibilidad que pervive en la historiografía relativa a la mujer, otra de las lacras que sigue estando presente en una sociedad que todavía no ha llegado a familiarizarse con nombres de pioneras como Elena Jordi (Thais, 1918), Helena Cortesina (Flor de España o La historia de un torero, 1921) o Rosario Pi (El gato montés, 1935).
Pese a todo, en medio de la vorágine de estos tiempos convulsos e inciertos, donde nuestro común enemigo se ha convertido en la estrella mediática de los últimos meses, resulta reconfortarte encontrar noticias que nos despierten de esta terrible pesadilla y nos recuerden que la vida sigue y seguirá cuando todo esto pase. Lo haremos además intentando aprender del presente, pero también del pasado para intentar seguir luchando por un mundo más justo.
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