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“Por cierto: ¿Os acordáis de los 180 diputados de PSOE y Cs? Ojalá todos los ”patriotas“ que ahora echan fuego por la boca hubieran entonces defendido con el mismo énfasis un acuerdo por el centro”. Es el tuit que escribió el exdiputado y exportavoz económico de Ciudadanos, Toni Roldán, la mañana del pasado 31 de diciembre.
Un tuit que, redactado por quien estuvo en el centro de mando de Ciudadanos, deja entrever que a Pedro Sánchez, sin que entonces sonaran las trompetas del Apocalipsis ni nadie lograra convencer al que acabaría electoralmente destrozado Albert Rivera, se le cerraron las puertas de un gobierno de socialistas y de liberales. Liberales trufados de nacionalistas, o nacionalistas trufados de liberales.
Como tampoco hay alternativa a Sánchez, que encabezó la lista más votada por los españoles en las dos últimas elecciones generales de abril y noviembre de 2019, la investidura solo podía pasar por Unidas Podemos, más después del daño innecesario que con la repetición de las elecciones se hicieron las organizaciones de la izquierda, incluida Más País-Equo, y por los nacionalistas independentistas de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y peneuvistas, las dos fuerzas mayoritarias en sus respectivos territorios en las elecciones del 10-N, y por las formaciones territorialistas a los que, y esto hay que recordarlo a diario, los ciudadanos votan y legitiman libremente.
Por primera vez, una agrupación de electores, Teruel Existe, ha conseguido un diputado y dos senadores, ser la fuerza más votada en su circunscripción y abrir la puerta a que otras provincias de la España despoblada sigan el mismo camino. Al final, la foto parlamentaria de España es de 16 formaciones distintas con sus electorados, sus programas, sus ideas y su forma de entender nuestro proyecto de vida en común que, unido en su extraordinaria diversidad por la Constitución, no es más propiedad de unas organizaciones que de otras.
La apuesta da vértigo porque se basa en alcanzar acuerdos con una fuerza que tiene varios dirigentes en la cárcel condenados por sedición y malversación de caudales públicos, e inhabilitados, y a alguna otra huida de España.
Con una fuerza que da prioridad a la presidencia de la Generalitat sobre la estabilidad de España pero que también sabe que una mayoría de derechas y de extrema derecha, de exaltación nacionalista basada en la traición y también en el choque frontal con la Unión Europea cuando las sentencias no les gustan, terminaría con cualquier salida negociada en el conflicto de Cataluña.
Suma de derechas y de extrema derecha que gozan de una confianza y de una representación muy baja entre los ciudadanos catalanes y vascos. Si en esas dos autonomías históricas alguna fuerza política de ámbito estatalista tiene el pegamento de la negociación, de la coexistencia y ya sería la mundial de la convivencia, es el PSOE y su prolongación en Cataluña, el PSC, y en menor medida los comunes.
La oportunidad pasa porque ERC, un partido imprevisible y sometido a unas presiones brutales dentro del emocional mundo independentista porque se está llevando todo el protagonismo de la negociación con el PSOE y con el Gobierno, también de la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat con el apoyo de En Común Podemos, pueda alcanzar la presidencia del Gobierno catalán pactando con el PSC y los comunes y desmarcándose de Juntos por Cataluña, de Puigdemont y de Torra.
Se romperían así los bloques independentista y no independentista, el frentismo en Cataluña, y se podría empezar a entablillar la fractura social y política.
Son hipótesis muy arriesgadas en un campo minado y rodeado de movilizados opositores políticos, económicos, eclesiásticos y mediáticos, que llevan mal que en España llegue a constituirse el primer gobierno de coalición desde la II República, un gobierno de la izquierda, que también se puede ver como un gobierno de cruce generacional y de históricos y nuevos socialdemócratas, con marcado acento social y de corrección de las desigualdades, con el firme respaldo del PNV, un partido nacionalista de centroderecha y de inspiración católica, con el más inestable de ERC, y previsiblemente también con el de otras organizaciones territoriales.
Un escenario que rompería los bloques en la política española, algo que, aunque haya pasado de puntillas en el a menudo estridente debate madrileño, ya ha sucedido en Aragón donde un cuatripartito con la presencia de tres partidos de la izquierda, PSOE, Podemos y Cha, y otro aragonesista de centroderecha, el Par, más el respaldo parlamentario de IU, acaban de aprobar en tiempo y forma los Presupuestos de la comunidad autónoma.
Le llaman transversalidad pero se entiende mejor si se define como ruptura de bloques ideológicos, diálogo, negociación y búsqueda de la estabilidad y del interés general.
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