Tarde o temprano tenía que llegar, y parece que ha comenzado a hacerlo: las consecuencias biológicas del envejecimiento de la población aragonesa comienzan a dejarse notar en la estructura demográfica y en la laboral, que están sufriendo un notable achique por su parte central al que no resultan ajenas las migraciones de sus habitantes más jóvenes hacia otras comunidades y países en busca de mejores oportunidades.
Esa evolución demográfica está teniendo un impacto especialmente intenso en los tramos de edad de los 25 a los 45 años, que resultan claves tanto para el crecimiento vegetativo (decrecimiento en este caso) de la población, por depender de ellos factores como la natalidad, como para el desarrollo de la actividad productiva.
Sin embargo, la merma de esas cohortes, en la que influyen como factores principales la caída de la natalidad desde hace unas décadas, que se combina y retroalimenta con los procesos de envejecimiento, y los procesos de migración hacia otras áreas en busca de mejores oportunidades, está siendo elevada.
Esas tendencias únicamente se ven paliadas, y en parte, por la llegada de migrantes de otros países y comunidades, aunque su afluencia apenas resulta suficiente para compensar las pérdidas en números globales.
Una población estancada cuyo declive frena la llegada de migrantes
Concretamente, y según indican los datos sobre población del Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de residentes en Aragón se mantuvo estable entre 2008 y 2022 con 1,326 millones de personas, aunque con una tendencia decadente desde el pico de 1,349 de 2012, que supone una reducción de en torno a 23.000.
Esas cifras son, en números redondos, el resultado de la combinación de otras dos: sendas reducciones de 11.000 y 15.000 aragoneses de origen desde 2008 y 2012 y un incremento de 10.000 y una merma de 9.000, respectivamente.
Esas cifras son matizables en el sentido de que enmascaran el peso real de migración, ya que solo en la década transcurrida entre 2013 y 2022 se ha producido un ‘trasvase’ de 39.431 personas del bloque de los foráneos al de los nativos como consecuencia de otros tantos procesos de obtención de la nacionalidad española.
Es decir, que la amortiguación de la pérdida de población supera con claridad en la última década el aparente saldo negativo de cerca de 10.000 personas para arrojar uno positivo de alrededor de 40.000.
Menos niños, más mayores y menos gente en edad de trabajar
En cualquier caso, esas tendencias demográficas incluyen un claro declive en los grupos de población cuyas edades van de los 25 a los 45 años, que en los casi quince años transcurridos entre 2008 y mediados de 2023 se han visto reducidos en un 24% al caer de 428.078 a 325.447.
El impacto es más intenso todavía en la primera mitad de ese grupo, la de los 25 a los 34 años, en la que la merma roza el 33%. Y no parece que la situación vaya a experimentar cambios radicales a corto ni a medio plazo, ya que la inmediatamente anterior, la de los 19 a los 24, también se encuentra en fase menguante aunque de menor intensidad (-10,5% en tres lustros).
De hecho, los datos del INE dibujan un panorama demográfico de envejecimiento y pérdida de población joven con independencia de la fecha que se tome como referencia.
Así, entre 2008 y 2022 aumentaron en 30.000 los mayores de 65 años, un ritmo que sextuplica al de los menores de quince (+6.000) y que convive con una pérdida de 38.000 entre esas dos edades, mientras que en la década siguiente al pico de 2012 el incremento de los mayores sería de ‘solo’ 22.000 frente a un inquietante descenso de más de 6.000 niños y de 39.000 aragoneses en edad laboral.
100.000 personas menos de 25 a 44 años en disposición de trabajar
Esas progresiones están teniendo como consecuencia una acusada reducción de la población activa en el grupo de los 25 a los 45 años que supera el 26% en quince años, ya que el bloque se ha reducido de 377.100 a 278.100 personas; es decir, que hay 100.000 personas menos en edad y disposición de trabajar que hace quince años.
Eso proyecta sombras de incertidumbre sobre el futuro de la actividad económica en Aragón. Entre otras cosas, porque la reducción es todavía mayor entre los ocupados de esas edad, que se han reducido en un 28% en esos tres lustros en una comunidad en la que los del tramo inmediatamente superior son 57.900 más.
Los ocupados de 25 a 44 años se reducían en 98.600 (de 351.600 a 253.000) en ese periodo de quince años mientras los de más de 45 aumentaban en 86.900 (de 223.000 a 310.900), algo que apunta a serios problemas de reemplazo en el sistema productivo y comercial para los próximos años.
Esa reducción de los trabajadores en esa franja de edad resulta correlativa a la que se ha dado en los parados y en los inactivos, que se han visto reducidos en un 19% (de 22.500 a 18.200) y en un 38% (46.400 a 28.700).
Esa reducción de la población activa, cuyo ritmo se va a intensificar conforme vayan saliendo del mercado laboral las cohortes de mayor edad, entraña el riesgo de provocar efectos ilusorios a la hora de valorar algunas tasas como la de desempleo por la variación del dato de referencia.