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“Una buena innovación educativa es la que parte del respeto a lo que se ha hecho anteriormente”

Alejandra Cortés, tercera mejor profesora universitaria en los premios Educa Abanca.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Alejandra Cortés (Zaragoza, 1974) es profesora e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza. Era ya la tercera vez que resultaba nominada por sus compañeros y alumnos como una de las finalistas de los premios Educa Abanca y, en esta ocasión, ha sido elegida la tercera mejor profesora universitaria de España. Estos premios valoran el trabajo en el aula, las publicaciones, la presencia en redes sociales, la participación en investigaciones y las actividades solidarias.

¿Por qué cree que los alumnos le consideran una buena profesora?

Siempre digo que lo más honesto sería que respondiesen ellos a esta pregunta. En la evaluación de la materia, muchas veces dicen que todo lo que han aprendido han podido verlo en la práctica: no sólo ha sido narrado de forma teórica, sino que han llegado a lo que dicen las investigaciones científicas a través de las prácticas en las clases. También comentan que respondo mucho a las inquietudes que ellos me habían planteado; habitualmente, les pregunto al inicio de la asignatura qué es lo que les gustaría aprender, de qué manera y de qué forma les gustaría ser evaluados e intento, dentro de la medida de mis posibilidades, ajustarme a sus necesidades. Además, trato de fomentar un aprendizaje por descubrimiento: que ellos vayan viendo poco a poco que están descubriendo y aprendiendo todo eso que han demandado. Para mí es muy importante conjugarlo con que aprendan todo tipo de competencias, tanto del saber -las científicas puras de lo que tiene que ser un maestro o profesor-, como del saber hacer, esa puesta en práctica y esas competencias personales y participativas. Es decir, se trata de que tengan habilidades sociales, que sepan resolver conflictos, que sean muy críticos, que sepan comunicar bien, tener empatía... Me intento comportar como ellos se pueden llegar a comportar cuando sean futuros docentes. Esto tiene mucho que ver con la atención que les presto, con cuidar sus inquietudes y partir de que son personas de las que puedo aprender muchísimo. Es algo que les llama muchísimo la atención: que les doy las gracias por lo mucho que he aprendido con ellos. Se habla mucho de la “enseñanza” y el “aprendizaje” de manera que parece que la parte de la enseñanza corresponde con el docente y la parte del aprendizaje es el alumno. Sin embargo, en el contexto de un aula en que se fomenta un aprendizaje colaborativo e inclusivo, la enseñanza y el aprendizaje van mezclados. También valoran bastante las metodologías que utilizo.

¿Cuáles son esas metodologías?

Por ejemplo, uso bastante el trabajo por equipos, de manera colaborativa, grupos interactivos, el aprendizaje creativo, el design thinking, todo el aprendizaje de competencias, metodologías activas... Ahora, al ser directora del Máster en Educación Socioemocional, cuido también mucho los aspectos emocionales, desde grandes cuestiones que siempre me planteo y que ellos retroalimentan hasta pequeños gestos. Lo que pasa es que la vida está hecha de pequeños gestos: una sonrisa siempre al entrar, dar la bienvenida a la clase, finalizar dando las gracias o con preguntándoles qué se llevan en la mochila... Porque ellos no se llevan en la mochila exactamente lo que yo he podido explicar, sino lo que ellos han asimilado o acomodado en su interior. Es una unión de muchos aspectos para cuidar lo que considero una educación inspiradora, que sobre todo cuida a la persona. Además, como docente, tienes que estar lo mejor posible, porque eres espejo de los demás. Para mí también es muy importante una evaluación auténtica, es decir, una evaluación de lo que les va a pedir la sociedad, no sólo con competencias técnicas, sino también las transversales. No creo que a todo el alumnado le pueda gustar las asignaturas que imparto; es imposible. Sin embargo, lo que sí creo es que siempre van a apreciar que seas una persona con vocación y con pasión por lo que haces, que prepares las clases con ilusión y con ganas. Hace falta mucha dosis de pasión y de vocación. Lo mismo hacen el resto de mis compañeros. Este reconocimiento como la tercera mejor profesora de Universidad me llena de alegría y de agradecimiento, pero también hay otros docentes en esta línea de una educación muy innovadora y transformadora. Cada vez más.

¿Es novedoso es llevar algunos de los métodos que comenta a la Universidad? El trabajo colaborativo, fomentar las competencias, cuidar la educación emocional son pautas habituales en Infantil, por ejemplo...

Sí. Suelo decir que se puede aprender mucho de la Educación Infantil para llevarlo a la Universidad. Además, la etapa de Educación Infantil es muy importante en el desarrollo humano. Y viceversa: también aspectos científicos se están llevando a la Educación Infantil. Por ejemplo, se puede explicar cómo es un átomo de una manera sumamente científica y concreta en ámbitos universitarios, pero también se puede explicar a los alumnos de Infantil diciéndoles que es esa molécula muy, muy pequeña. También he tenido contacto con campos de la salud, de la empresa, de la política... He aprendido como una esponja de aquello que se estaba haciendo en todos esos ámbitos para ver qué se podía llevar a las aulas de la Universidad. Creo mucho en las sinergias; para mí, es una palabra mágica: es crear conexiones y vínculos con todos los ámbitos y creo que es algo que se ha valorado de mí en los premios. Porque, ¿cómo no se va a mover la educación en muchos ámbitos? Estamos formando a personas que van a trabajar en diferentes campos.

¿Esta filosofía y estos métodos se pueden aplicar también a otras materias como las de Ingeniería o Medicina, por ejemplo?

Totalmente, sí. Es totalmente transferible. De hecho, en Ingeniería, en la Universidad de Zaragoza, hay muchos compañeros muy implicados y haciendo innovaciones muy interesantes. En el campo de la Medicina, el ganador de este año de los premios Educa Abanca es docente en Valladolid y ha sabido transmitir muchísima pasión a sus alumnos. Es una metodología activa. De hecho, a veces, me llaman para las formaciones o conferencias en España y fuera de España y son de los campos más diversos. Es una de las cuestiones que más me gustan y con las que más me identifico.

¿Cree que, en general, ahora mismo el sistema educativo motiva suficiente a los estudiantes aragoneses?

Las generalizaciones son complicadas. Creo que sí: cualquier congreso de formación que se hace en Aragón, a través de los centros de profesorado o de cualquier otro ámbito, se llena de forma contundente. Es porque hay muchísimo interés en estar formado y estar a la última; aunque, por supuesto, hay de todo. No olvidemos que una buena innovación educativa es la que parte del respeto a lo que se ha hecho anteriormente. No se trata de que, de repente, abandonemos la clase magistral, sino que podemos hacer clases magistrales siempre y cuando sean participativas, sean críticas, que cuiden otra serie de aspectos. Volviendo a la pregunta, sí creo que en Aragón hay muchísimo interés. Hace 20 años, tuve como misión unir la Universidad con otros niveles educativos; es esencial también exponerla a otros referentes. Es la transferencia de la que se habla desde hace años: ese vínculo constante para que no se vea a los profesores de Universidad como personas que estamos en un despacho, encerrados, sino que somos –yo, por lo menos, me considero así- personas muy vivas, con mucha pasión, que nos encanta ir a los centros, participar en muchísimos ámbitos, que aprendemos con todo el mundo. Eso, al final, se transmite.

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