Escuelas rurales, el salvavidas de muchos pueblos de Aragón
Pozuelo, con siete estudiantes, se quedará en números rojos al curso siguiente cuando salgan tres al instituto. A su situación preocupante se le suma que no hay reposición de cara a los próximos años. “Si no es al año que viene, que, desde inspección nos han asegurado que podría permanecer abierta, será al siguiente, cuando salga otro niño. Así pues, si no hay familias que vengan al pueblo, será una escuela abocada al cierre”, explica Fran Rodríguez, profesor en el CRA “Las Viñas”, -Colegio Rural Agrupado que integra a los municipios de Tabuenca, Bureta, Fuendejalón y Pozuelo de Aragón en la Comarca del Campo de Borja-.
La decisión por parte del Gobierno de Aragón de mantener abiertos los centros escolares con una ratio de tres niños -anteriormente, seis- ha permitido la subsistencia de un centenar de colegios que, de otra manera, hubieran estado condenados al cierre. Sin embargo, en ocasiones, no deja de ser una agonía lenta pero segura para escuelas que, desde hace años, luchan por mantener con vida colegios que necesitan de un golpe de suerte para invertir su situación crítica.
La presión es todavía mayor cuando se conoce que las escuelas son una de las mejores herramientas para luchar contra la despoblación y fijar habitantes en los territorios. También, cuando es sabido que si un colegio cierra sus puertas difícilmente las volverá abrir algún día.
Fran Rodríguez, que trabaja en escuelas rurales desde hace 15 años, asegura que “si un pueblo cierra su escuela, está prácticamente constatado que, de cara a un futuro no muy lejano, unos 20 años, está abocado a morir. La población va yendo a menos y las potenciales nuevas familias no se asientan”.
Afirma que entre las principales razones que dificultan la reapertura, a pesar de la llegada de nuevos niños al pueblo, es el traslado de los mismos a los centros comarcales para que realicen allí sus estudios. “Se han dado casos de escuelas que cerraron con dos o tres niños y, aunque después han recibido a nuevos estudiantes, la escuela no se ha vuelto a abrir, tomando la rutina de transporte y comedor escolar instaurada que, encima, en estas circunstancias, es gratuita”, explica Fran.
Tabuenca forma parte de la lista de “alarma roja” dentro del Departamento de Educación al ser uno de los colegios que cuenta con entre seis y tres alumnos en sus aulas. De hecho, también Bureta y Pozuelo forman parte de ese 15% de escuelas (aproximadamente 90) que no llegan a la decena de alumnado.
“Son casos de unitarias extremas. Las escuelas que bajan de ocho alumnos son complicadas al convivir pocos alumnos de edades muy diferentes”, asegura Fran. Un factor que, sin embargo, no es perjudicial para su educación. “Se trata de un aprendizaje vertical en el que los pequeños aprenden de los mayores y viceversa (...) Hay de hecho evidencias de que los alumnos de aulas unitarias, generalmente, son mucho más maduros a la hora de pasar a estudios superiores”, asegura el profesor.
Con el hashtag #SOSEscuelaRural desde el municipio de Pozuelo pretenden evitar por todos los medios el cierre de una escuela que les ayuda a mantenerse con vida. Por eso, desde el AMPA hacen un llamamiento a familias con hijos en edad escolar interesadas en vivir en un pueblo con buenas conexiones con Zaragoza (35 minutos en coche).
Lourdes, una de las madres del municipio, asegura que están luchando “con uñas y con dientes por mantener abierto un centro cuyo futuro depende de la llegada de nuevos niños”. Sus hijos de 4 y 7 años son actualmente los más jóvenes de la escuela y lo seguirán siendo ante la falta de relevo generacional. “No estamos hablando de un periodo transitorio, sino de que, si nadie se anima a vivir en Pozuelo, nuestra escuela va a cerrar y con ella, se apagara algo muy importante dentro de nosotros. ¿Qué nos va a quedar aquí dentro de 10 años?”.
Utilizan para hacerse oír la cuenta de Instagram @enraizando.nos en la que lanzan sus llamamientos y cuelgan diversos vídeos donde muestran las ventajas de estudiar y vivir en un entorno rural.
Las rutas escolares como el salvavidas de los pueblos que se quedaron sin escuela
La llegada repentina de nuevas familias al entorno rural permite restablecer servicios que se creían perdidos en medio de pueblos que difícilmente alcanzan el centenar de habitantes. Es el caso de las rutas escolares. Dos ejemplos recientes se encuentran en Talamantes y Trasobares, que, aunque pertenecen a comarcas distintas, Campo de Borja y Aranda, se caracterizan por unas carreteras de acceso de montaña. La decisión de Carmen Murua y Lucia Ibáñez de vivir en estos pueblos contribuyó a que el autobús escolar volviera a funcionar en las mismas después de décadas sin hacerlo.
La lotería de Trasobares llegó con la familia zaragozana que, con cuatro hijos pequeños (tres en edad escolar y un bebé), eligió instalarse de manera definitiva en el municipio tras el confinamiento (antes solamente pasaban allí los veranos).
Una ruta que consiguieron gracias a su vecina Azucena y a la concejal de la localidad, Cristina Chueca, que lucharon por obtener unos papeles que facilitaran a Carmen el traslado de sus hijos hasta Illueca. Antes del autobús, a principio de curso, ella misma tenía que acercarlos hasta Tierga (a seis kilómetros) para que tomaran desde allí el transporte. Desde febrero, estos hermanos contribuyen al restablecimiento de un servicio que se había perdido en 2009, beneficiando también a una niña de Calcena que es usuaria del mismo.
Sin embargo, echando la vista atrás, el traslado de sus hijos hasta Tierga, sin tráfico ni atascos, no hubiera sido para Carmen el peor de los escenarios. En Zaragoza, estaba acostumbrada a desplazarse desde Arcosur -donde residían- hasta el Actur -donde estudiaban-. Cuando se fueron a vivir allí, todavía no había colegio en el barrio y sus opciones más cercanas eran Valdespartera, saturado, o Rosales, sin conexión de autobús.
Por eso, decidió matricularlos cerca del domicilio de su madre para que, al menos, los pudiera ir a recoger. En 2017, construyeron colegio en Arcosur pero, al estar igualmente saturado, no hicieron traslado para el mayor, por lo que la segunda también se matriculó en el Actur.
Frente a colegios a rebosar y muchas disputas infructuosas con el Departamento de Educación, hoy, su tercer hijo ha comenzado el colegio en Illueca con tan solo seis niños en el aula. “Seguro en Zaragoza, las clases iban a ser de más de 25. Valoro muchísimo la educación personalizada que se centra en el niño y en su adaptación al aprendizaje. Precisamente el tema de la educación de mis hijos es lo que me ayudó a decidirme a vivir en el pueblo de manera definitiva”, asegura Carmen.
Con la incorporación de una hermana en la familia, hoy, Trasobares, con poco más de cien habitantes, suma ya seis nuevos miembros que suponen la alegría de los más mayores, poco acostumbrados a ver caras jóvenes y que vislumbran en estos niños un importante relevo generacional.
Por su parte, en Talamantes, de los 60 habitantes con los que cuenta el municipio, prácticamente la mitad son parejas jóvenes que, desde hace unos años, se han ido asentando en el territorio. Por eso, en 2018, Lucía y otras madres del pueblo, solicitaron el servicio de la ruta escolar que les permitiera conciliar su vida laboral con la educación de sus hijos.
Al año siguiente, con la incorporación de dos niñas al sistema, consiguieron finalmente su objetivo y la ruta volvió a subir a Talamantes después de más de 30 años. Hoy, se benefician de la misma cinco estudiantes.
Pueblos que reciben una de cal y otra de arena y que luchan por mantenerse con vida a pesar de las dificultades. Y es que lo cierto es que a demasiados municipios aragoneses les persigue, desde hace años, esa horrible presión de quedarse vacíos.
Mientras tanto, las rutas escolares y la bajada de ratio en el alumnado permiten, al menos, continuar con unos servicios que, mientras duren, suponen un rayito de esperanza.
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